Platón decía que los seres humanos somos como vasijas agujereadas: podemos meter todo lo que queramos, pero nunca estarán completamente llenas.
“No puedo obtener satisfacción, no puedo obtener satisfacción,
Lo intento y lo intento, pero no puedo obtener satisfacción”
(“Satisfaction”, Rolling Stones)
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En 2023 se calculó que los Rolling Stones tienen una fortuna estimada de 2.300 millones de euros (la fortuna individual de Mick Jagger es de unos 500 millones de euros, parecida a la de Keith Richards, el guitarrista). Sin embargo, desde hace décadas cantan que no pueden obtener satisfacción.
Hace unos 2.300 años (como los millones de euros de los Rolling), Platón ya decía que los seres humanos somos como vasijas agujereadas. Podemos meter todo lo que queramos en esas vasijas, pero nunca estarán completamente llenas. Por eso experimentamos esta perpetua sensación de infelicidad. Los marxistas, en el s.XIX, decían que la satisfacción vendría con la revolución. Pero en aquellos lugares en los que los ideales marxistas pudieron ponerse en práctica, las personas seguían insatisfechas. Ya entrado el s.XX, Sartre mismo reconocía (¡en algo tenía que tener razón el bueno de Sartre!) que no podemos encontrar la verdadera felicidad en este mundo, porque el ser humano está “arrojado a la existencia”, como se arroja un trapo sucio a una esquina de la cocina. Esta resignación, consecuencia de la consciencia de que la satisfacción completa es inalcanzable, se traduce en búsquedas de “pequeños momentos de felicidad”, de atracones de intentos de satisfacción que, a la larga, producen más efectos negativos que positivos. Como los efectos de un atracón tras el intento de amortizar al máximo el pago de un buffet libre.
Pero entonces, ¿qué es la satisfacción? Etimológicamente, sabemos que esta palabra viene del latín satisfactio (satis-: suficiente, necesario; facere: hacer). Significa hacer lo suficiente. O haber hecho lo necesario, lo suficiente. El Diccionario de la Real Academia Española, en sus acepciones 4ª y 5ª señala que es la “confianza o seguridad del ánimo” y el “cumplimiento del deseo o del gusto”.
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En la Biblia encontramos muchos términos relacionados con la satisfacción. Veamos algunos de ellos:
ANTIGUO TESTAMENTO
NUEVO TESTAMENTO
Las dos palabras más utilizadas para referirse al contentamiento son Autárkes (en griego) y la palabra de la que deriva, arkeo (en griego: no faltar, bastar).
Existen sabios consejos, tanto en la Biblia (en el libro de Proverbios, por ejemplo) como en otros escritos de grandes pensadores, que nos ayudan a aumentar la frecuencia y la duración de nuestros momentos de satisfacción durante la vida. Algunos ejemplos, nada desdeñables aunque totalmente insuficientes:
Sin embargo, ¿qué pasa con la Satisfacción con mayúscula? ¿Qué tiene que ver Dios con la satisfacción?
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Agustín, en su libro “Confesiones de un pecador”, escribe aquello de “nos has creado para ti, y nuestros corazones están inquietos hasta que descansan en ti”. En esa línea C.S. Lewis afirma que nuestro deseo por algo más (Dios) viene del hecho de que hemos sido creados por él. Nuestra condición de pecadores nos impide acercarnos a Dios, y eso nos produce un vacío existencial. Ante la pregunta de ¿existe algo que pueda darnos satisfacción completa? Lewis no duda: claro que existe. Y pone dos ejemplos del mundo físico: el hambre y la sed. Ambos son evidencias de que el ser humano necesita alimento y bebida.
En el Evangelio de Juan encontramos dos mensajes de Jesús a propósito de estos dos ejemplos tan visuales:
7 Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber. 8 Pues sus discípulos habían ido a la ciudad a comprar de comer. 9 La mujer samaritana le dijo: ¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana? Porque judíos y samaritanos no se tratan entre sí. 10 Respondió Jesús y le dijo: Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva. 11 La mujer le dijo: Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva? 12 ¿Acaso eres tú mayor que nuestro padre Jacob, que nos dio este pozo, del cual bebieron él, sus hijos y sus ganados? 13 Respondió Jesús y le dijo: Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; 14 mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna. 15 La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla. (Juan 4:7-15)
25 Y hallándole al otro lado del mar, le dijeron: Rabí, ¿cuándo llegaste acá? 26 Respondió Jesús y les dijo: De cierto, de cierto os digo que me buscáis, no porque habéis visto las señales, sino porque comisteis el pan y os saciasteis. 27 Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a este señaló Dios el Padre. 28 Entonces le dijeron: ¿Qué debemos hacer para poner en práctica las obras de Dios? 29 Respondió Jesús y les dijo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que él ha enviado. 30 Le dijeron entonces: ¿Qué señal, pues, haces tú, para que veamos, y te creamos? ¿Qué obra haces? 31 Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: Pan del cielo les dio a comer. 32 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo. 33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. 34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan.35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás. 36 Mas os he dicho, que aunque me habéis visto, no creéis. 37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera. 38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió. 39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero. 40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. (Juan 6:25-40)
En la segunda escena es preciso recordar que aquella multitud se despertaba aquella mañana con el recuerdo del banquete de panes y peces al que había invitado Jesús. Habían saciado su hambre, pero tras la noche esa conocida sensación de vacuidad en el estómago había reaparecido (v.26). Jesús distingue claramente entre lo momentáneo y lo eterno, entre el corto plazo y lo trascendente (v.27). Él es el pan de vida: el que a él viene, nunca más tendrá hambre (3). La multitud, quizá sin entender del todo, le dice: “danos siempre este pan” (v.34).
Y nosotros ¿Somos adictos a Jesús o a lo que Jesús puede darnos? ¿Anhelamos y buscamos a Jesús en respuesta a su amor, o en búsqueda de sus bendiciones? ¿Saciamos nuestra hambre y nuestra sed con nuestra religiosidad (sí, en muchas ocasiones los protestantes también somos “religiosos”) o en la cruz?
No seamos ingenuos, tampoco condescendientes, en nuestro análisis de quienes viven sin Dios. En las iglesias dibujamos con frecuencia el relato caricaturizado de personas sufriendo por el tremendo vacío que sienten, pidiendo ayuda a gritos, desconsolados. Sin embargo, a veces la realidad es otra. Hay personas que parecen no admitir esa necesidad, esa insatisfacción. De ellas están las redes sociales llenas. Aseguran haber encontrado la satisfacción (¿la felicidad?) en la realización personal, en la vida saludable, en el éxito en los negocios, en la influencia lograda sobre otros, etc. Conviene, entonces, recordar aquello que dijo la filósofa francesa Simone Weil:
“El peligro no es que el alma dude de que haya pan, sino que mediante una mentira se convenza de que no tiene hambre. Solo puede creer que no tiene hambre si se miente a sí mismo, porque el hambre no es cuestión de creencia, sino una certeza”
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Y tú, querido lector, ¿Estás hambriento? ¿Estás sediento? ¿Estás dolido? ¿No encuentras la satisfacción, esa conciencia de plenitud? ¿Has perdido el gozo de la salvación (Salmo 51)?
Te propongo, humildemente, dos pasos hacia la Satisfacción (la que se escribe con mayúscula, no la otra):
Y allí, a los pies de la cruz (como, llorando, a sus pies se postró aquella mujer pecadora que no tenía duda alguna de su vacío) exclama:
Me basta tu gracia. Que tu poder se perfeccione en mi debilidad.
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