En medio del caos de la Segunda Guerra Mundial, la mano de Dios continuaba obrando.
Alemania y sus aliados del Eje lograron entrar en Egipto y se hicieron con la península de Crimea penetrando en el Cáucaso. También arremetieron nuevamente contra la Unión Soviética. En Inglaterra algunas fábricas de explosivos fueron trasladadas a otras zonas para evitar los bombardeos alemanes. Pablo Wickham, con solo 10 años, fue enviado a vivir con sus tíos Frank y Gladys con sus tres hijos (Roy, John y Eileen), quienes se habían mudado previamente de su casa en el barrio de Mitcham en el sur de Londres, a un lugar más remoto en la provincia de Ayrshire, al suroeste de Glasgow, en Escocia, debido a que Frank trabajaba como inspector de explosivos de una fábrica que corría el peligro de ser alcanzada por las bombas alemanas. El Ministerio de Guerra había decidido trasladar tanto la fábrica como a su personal a la ciudad de Irvine. Frank y Gladys alquilaron una casa muy espaciosa en la ciudad cercana de Kilmarnock. (1)
Sin embargo, la guerra estaba dando un giro y Alemania comenzó a acumular batallas perdidas, como la de Inglaterra o la fallida invasión de Moscú. Ahora además la aviación anglo-estadounidense bombardeaba sin cesar Alemania reduciendo sus ciudades a escombros. Las tropas japonesas también comenzaron a ser repelidas por las estadounidenses y británicas. Las tropas soviéticas acorralaron al Sexto Ejército alemán en Stalingrado consiguiendo su rendición. El ejército británico derrotó a los alemanes y a los italianos en El Alamein (Egipto) y el desembarco de los Aliados logró finalmente la rendición de las fuerzas del Eje en el Norte de África.
A Gertrudis le gustaba mantenerse al día con la información que le llegaba desde otros lugares distantes. Se negaba a que la guerra lo empañara todo. Por eso, aunque sus nervios se vieron afectados tras un bombardeo nazi en Bournemouth, su mirada se extendía más allá. Dios era capaz de extraer verdaderas joyas de tanta barbarie. Como por casualidad llegó a sus manos el testimonio de la joven piloto Betty Greene, quien formaba parte de la WASP (Women Airforce Service Pilot’s), un destacamento de instrucción de mujeres aviadoras, fundado tras los ataques a Pearl Harbor del 7 de diciembre de 1941. La empresaria y aviadora, Jacqueline Cochran, quien había ganado muchos concursos de vuelo, junto con el general Arnold “Hap”, fueron los fundadores de la WASP. El objetivo era buscar posibles maneras en que las mujeres pilotos aliviaran la carga de los pilotos varones. Aunque no se le daba demasiada publicidad a este tema para no causar la impresión a los japoneses y alemanes de que los EE.UU. de América tenían tanta necesidad de pilotos que habían tenido que recurrir a mujeres aviadoras. (2) Betty Greene fue una de ellas y tenía la intención de obtener toda la experiencia de vuelo que pudiera, para luego usarla al servicio de la obra misionera cuando la guerra concluyera. Escribió sus pensamientos acerca de cómo la aviación podía ayudar al trabajo misionero y los envió a Power, la revista para adolescentes que publicaba Scripture Union Press: “¿Por qué quiero volar? Probablemente por la misma razón que a muchos de ustedes les gustaría hacerlo, pero principalmente porque espero ser misionera y creo que la aviación va a ser muy útil en la obra de propagar el mensaje de Cristo…”. El artículo fue publicado junto a una foto de Betty con su uniforme. Poco después apareció otro artículo sobre Betty Greene en la revista His de InterVarsity Christian Fellowship y los Grupos Bíblicos Universitarios, artículo que Gertrudis había conseguido por medio de una amiga estadounidense.
[photo_footer]Betty Greene y Ann G.[/photo_footer]
Ernesto Trenchard continuaba con sus clases, eran revitalizantes para él. A pesar de eso, su pierna y su cadera, cada vez le dolían más. Algo no iba bien. En noviembre de 1943 se encendieron las alarmas. Lo que en principio pareció una tonta caída en el colegio, lo dejó postrado durante un mes en el hospital “Boscombe” de Bournemouth. Fue operado de un furúnculo y con demasiada celeridad le dieron el alta el día de Nochebuena. Pudo celebrar la Navidad con su amada familia, pero a los pocos días una terrible fiebre se apoderó de él. Gertrudis se dio cuenta de que la cosa se había puesto realmente fea y convocó a toda la familia para orar por su recuperación. La dirección del colegio concedió una excedencia de tres meses a Ernesto, pero no podría regresar más. Su segundo ingreso en noviembre se alargaría hasta febrero de 1944, pero de nuevo sería ingresado en mayo.
[photo_footer]El espía Joan Pujol y su esposa Araceli.[/photo_footer]
En la Guerra hubo un importante punto de inflexión. El día 6 de junio de 1944 tuvo lugar “el Día D” y las tropas británicas, estadounidenses y canadienses desembarcaron en las costas de Normandía (Francia) donde abrieron otro frente contra el ejército alemán. Bajo el mando del general Dwight D. Eisenhower, la Operación “Overlord” (Jefe Supremo) había dado comienzo. Los nazis fueron engañados por un español, el agente doble Joan Pujol García (alias Garbo) que les hizo creer que el desembarco aliado tendría lugar no en Normandía, sino en el Paso de Calais. (3) Cerca de esta fecha, a unos 14.000 km de distancia, en una prisión japonesa en Nancking (China), los soldados de la Operación Doolittle que habían sido hechos prisioneros perdían a Bob, uno de sus compañeros, que moría por inanición. Los guardias, para que no muriera ninguno más, mejoraron sus raciones de alimentos y los trataron con un poco más de humanidad. Lo mejor para los cuatro prisioneros fue que les trajeron algunos libros en inglés, entre ellos una Biblia. El día 8 de junio de 1944, Jacob DeShazer en su celda recordaba unas palabras de su compañero Bob antes de morir acerca de su fe en Jesucristo, y leyendo el texto bíblico: “Si confiesas con tu boca a Jesús por Señor, y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo.” (Rm 10:9 LBLA), decidió pedir perdón a Dios y entregar su vida a Jesucristo. Su corazón se llenó de alegría y, tanto la cárcel como la misma muerte, dejaron de preocuparle. En su interior todo había cambiado, era nuevo y rebosaba vida. Supo que, a partir de ese momento, las crueldades infringidas por sus carceleros japoneses serían oportunidades de mostrar el amor más grande de la historia, el cual era capaz de extenderse incluso hasta sus enemigos. (4)
[photo_footer]Desembarco de Normandía. Fotografía de Robert F. Sargent que muestra a las tropas estadounidenses desembarcando en la playa Omaha el 6 de junio de 1944./Wikimedia commons [/photo_footer]
Ernesto Trenchard intentaba seguir los acontecimientos de la guerra. En cuanto a su salud, todavía abrigaba esperanzas de poder salir adelante e incluso visitó el hospital ortopédico de Oswestry cerca de Gales, sin embargo, finalmente una peligrosa septicemia llevó a los médicos a tomar la decisión de amputar su pierna para lograr salvarle la vida. La amputación tuvo lugar el día 8 de agosto de 1944. Tras recuperarse un poco, Ernesto escribió a los Editores: “No hubo otra manera de salvarme la vida y restaurar la salud en general. Me encuentro mucho mejor, aunque débil a veces. Esperamos que me puedan colocar una prótesis con el tiempo”.
Cuando las heridas fueron curando y fue encontrándose mejor se hizo de una muleta, a la que llamó “Horacio”, como el poeta lírico romano. Trenchard creyó que era un buen nombre para su muleta, ya que ella sería una bella poesía satírica que le recordaría irónicamente que Dios puede trabajar incluso con un misionero de una sola pierna. (5)
Ernesto trató de seguir luchando para una pronta recuperación, pero a veces unas oscuras tinieblas parecían enturbiarlo todo. Oraba, peleaba con Dios, se resistía a abandonarse, a ser un lisiado sin valía para la obra misionera, pero… la nueva situación era muy frustrante. Una cruel depresión vino con intención de quedarse. A ella se le sumaba de manera incontestable un solo pensamiento, que arañaba su alma… “Se acabó tu ministerio en España”. En su lecho, cuando a solas se convertía en un mar de lágrimas, clamaba al Señor con azorados lamentos: “Perdona mi queja, oh Señor, pero ¿por qué? ¿No podrías haberme levantado como al hijo de la viuda de Sarepta de Sidón o sanarme como al ciego Bartimeo? Si lo que quieres es llevarme, ¿a qué esperas? ¡Yo solo quería servirte, ese era el anhelo de mi corazón… –inmediatamente enmendó sus palabras, añadiendo–: ¡Y todavía lo es!”.
En su mente, sintió una voz delicada, tal vez la de Dios, diciéndole desde la quietud… “Confía en mí, todavía tengo trabajo para ti”. Aún con desgana, trató de leer su Biblia. Qué mejor lugar para leer sobre las batallas del alma que el libro de los Salmos. Abrió el Salmo 42 y comenzó a leerlo haciéndolo completamente suyo. Era una noche cerrada y muy húmeda. En casa ya todos dormían en la planta de arriba. Ernesto tenía su habitación en la sala de abajo para no tener que subir escaleras durante su convalecencia. Sin cerrar su Biblia, se acercó a duras penas a la ventana, apoyado en su irónica muleta. De esta manera intentaba vislumbrar los astros. Junto a una pequeña luz leyó entonces de nuevo el Salmo:
1 Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas,
Así clama por ti, oh Dios, el alma mía.
2 Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo;
¿Cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios?
3 Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche […]
5 ¿Por qué te abates, oh alma mía,
Y te turbas dentro de mí?
Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
Salvación mía y Dios mío.
6 Dios mío, mi alma está abatida en mí […].
No le cupo la menor duda, los hijos de Coré habían escrito aquel Salmo para él. Entre sollozos Ernie intentaba continuar su lectura, pero las rebeldes lágrimas se lo ponían muy complicado.
Cuando Ernesto logró enjuagarse los ojos un poco, miró hacia la oscuridad del cielo… ¡Ahí estaban las estrellas! La noche cerrada dejó pasó a un cielo parcialmente despejado. Y solo entonces continuó su lectura:
8 Pero de día mandará el Señor su misericordia,
Y de noche su cántico estará conmigo,
Y mi oración al Dios de mi vida.
Todavía con su Biblia abierta, el misionero inclinó su cabeza. Fue entonces cuando una inquieta lágrima cayó sobre el versículo ocho. Ernesto miraba perplejo el efecto que aquel líquido acuoso producía en el papel. Las letras parecían aumentar de tamaño por el efecto lupa. Mientras tanto, Gertrudis, al notar que su marido no estaba en la cama, se había levantado y acercado a su esposo y vio las lágrimas rodando por sus mejillas, su rostro acalorado… Como algo instintivo, simplemente apoyó su cara sobre el pecho de Ernesto. Pensó y oró a la vez: “Aquí está tu siervo, Señor, peleando contigo de nuevo. Háblale por amor de tu Hijo Jesús”.
—Amada, creo que Dios me ha hablado… Todavía no ha terminado conmigo —le dijo Ernesto a su esposa esgrimiendo una leve sonrisa que contrastaba con su aspecto convaleciente.
—Pa, nunca lo dudes. Dios va a seguir trabajando por medio de ti, la tarea que todavía resta por hacer es demasiado grande… —y con una media sonrisa, continuó—. Además, con esa pierna de menos podrás presumir de ser un “veterano de guerra” cuando todo este conflicto termine. Seguro que encontrarás puertas abiertas para animar a otros, ya lo verás. (6)
Gertrudis le quitó la Biblia a Ernesto para secar la hoja mojada. Al ver el versículo donde la lágrima decidió aterrizar, abrió los ojos sorprendida.
—¡No puede ser!
Soltó la Biblia sobre una repisa y se giró con brusquedad para subir rápidamente al piso de arriba a buscar la revista que había estado leyendo. Intentó no hacer ruido para no despertar a los durmientes.
—¡Aquí está! ¡Ya bajo! —dijo intentando sin éxito que pareciera un susurro.
Bajó a la misma velocidad, mientras Ernesto pensaba en la bendición de que su esposa contara con las dos piernas. ¡Qué rápido iba! ¡Qué agilidad! ¡Nunca se había fijado en lo rápida que era!
Gertrudis se plantó en un santiamén delante de Ernesto y, con la ilusión de una niña grande, le mostró a su esposo cómo la autora de un breve testimonio citaba el mismo texto bíblico y el mismo versículo.
Ernie esperaba que su amada le explicara algo más, así que se acercó al sofá y se sentó. Su esposa se sentó a su lado con mirada radiante mientras le contaba sobre la joven piloto Betty Greene, sobre la WASP, y acerca de la intención de esta joven de dedicar su vida a pilotar aviones en beneficio de la obra misionera cuando acabara la guerra. Entonces le describió cómo cuando Betty pilotaba de noche daba gracias a Dios por las estrellas. Le leyó:
«Nunca olvidaré mi primer vuelo nocturno en solitario. Sentada allí sola en la oscuridad, observé las luces de colores del campo a un lado, escuché la música de algunas bandas mexicanas filtrarse a través de mis auriculares, vi las Pléyades que periódicamente aparecían a la vista mientras daba vueltas y todo el tiempo tenía un sonido palpitando. El canto que había en mi corazón era parte del Salmo 42:8 que seguía corriendo por mi mente: "... en la noche su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida"». (7)
—Cariño —continuó Ma—, una mujer en un mundo de hombres no lo va a tener fácil. Seguro que la fe en Jesús va a sostener a la joven Betty, pero va a tener que vencer muchísimas dificultades. Estoy convencida de ello. (8) Tú sabes que yo también tuve que hacerme fuerte al ser una de las pocas mujeres que entró en la universidad. (9) Betty va a necesitar mucha oración… ¡Pero deja ya de hablar, que te faltará una pierna, pero lengua tienes de sobra! —le soltó Gertrudis mientras le daba la espalda riendo sin parar—. Ah, ¿te he dicho que la mamá de Betty Greene tiene un nombre celestial? Pues sí, se llama Gertrudis, ¡como yo!
Ernesto no pudo evitar pasar del llanto a la risa. A fin de cuentas, el gozo del Señor siempre estaba ahí como parte del precioso fruto del Espíritu Santo.
Esa noche, antes de dormir, Gertrudis le preguntó a su amado…
—Ernie, ¿recuerdas los sufrimientos y los viajes misioneros de Pablo?
—Claro, lo mío no se puede comparar a lo que tuvo que padecer el apóstol —respondió Ernesto.
—¿Sabes que me he dado cuenta de que conforme iba acumulando azotes, varazos, pedradas, naufragios, etc., lejos de menguar en sus fuerzas o en el alcance que conseguía, parecía como si todo esto lo “espoleara” y lo animara más? —Gertrudis hizo una pausa, escrutando el casi alelado rostro de Ernesto—. Así es, cada vez hizo más kilómetros, llegó más lejos y alcanzó a más gente por su predicación y por medio de sus escritos. Ernie, ahora te pregunto… ¿cuántas veces te han azotado o castigado con varas? Nunca, así que debes levantar tu cabeza, confiar en el Señor y avanzar. De todo lo demás, se encargará Él.
Esa noche el dolor pareció darle tregua a Ernesto y logró dormir como un niño.
Animado por su esposa y por sus hijos, y contando con las oraciones de los hermanos, Ernesto cobró nuevas fuerzas. Gertrudis le consiguió una silla de ruedas. Aunque no le hacía ninguna gracia usarla, nunca había estado tan contento de ir en una de ellas como cuando fue a la Capilla de Westminster en Londres a escuchar al Dr. Martyn Lloyd-Jones y le permitieron ocupar un lugar privilegiado debido a su estado. Dios lo preparó todo para que Ernesto estuviera en el lugar indicado, a la hora indicada y allí recibiera un aliento y una renovación especial en su ministerio por medio de aquella predicación, puesto que, como dijo el Dr. Lloyd-Jones basándose en 1 Cor 1:27-28, Dios escoge lo que no es para traer gloria a sí mismo. (10) Ernesto sintió como Dios le confirmaba claramente que todavía tenía planes con él.
El 25 de agosto de 1944 las fuerzas francesas libres, con el apoyo de las tropas aliadas, entraron en la capital francesa. "La Nueve" (republicanos españoles) fueron los primeros en entrar en la capital francesa y los que negociaron la rendición con los nazis. (11) En septiembre, los aliados llegaron a la frontera con Alemania. Para diciembre casi toda Francia, la mayor parte de Bélgica, y parte del sur de los Países Bajos habían sido liberadas.
[photo_footer]“La Nueve” española entra en París el día de su liberación.[/photo_footer]
Benji Gálvez
Documento A (inédito), por Pablo Wickham Ferrier, p. 5.
La heroína voladora- La vida de Betty Greene. Colección Héroes cristianos de ayer y de hoy. Por Janet y Geoff Benge. (Ed. JUCUM; Texas, 2012, 2ª edición), pp. 29-41.
BBC [Consultado en línea, 19/03/2024]. Nota: Como curiosidad, Araceli, la esposa de Joan Pujol, resentida por las continuas ausencias de su esposo y añorando su país, amenazó al agente Tomas Harris del MI5 con ir a la embajada española y contarlo todo, lo que pondría en peligro el desembarco de Normandía. Joan entonces tuvo que engañar no solo a los nazis, sino también a su esposa. Ideó junto al MI5 su propio encarcelamiento, donde Araceli pudo visitarlo viéndolo vestido como prisionero. El acuerdo fue que finalmente pusieron en libertad a Joan a cambio de que continuara con su trabajo de espía. El engaño y la amenaza del MI5 de encerrar a Araceli produjeron el efecto deseado, calmando a la atribulada esposa.
Victoria sobre la venganza La vida de Jacob DeShazer. Colección Héroes cristianos de ayer y de hoy. Por Janet y Geoff Benge. (Ed, JUCUM; Texas, 2012), pp. 122-127.
Ernesto y Gertrudis Trenchard-La enseñanza que permanece, por Tim Grass (Comisión de publicaciones del Centro Evangélico de Formación Bíblica CEFB; Madrid, 2019), pp. 68-69.
Ernesto y Gertrudis Trenchard-La enseñanza… p. 69. Nota: Muchos años después, hacia el final de su vida, Ernesto escribiría a otro líder de las Asambleas de Hermanos que acababa de sufrir una operación similar a la suya animándole: “Después de la amputación total de mi pierna izquierda en 1944, pasé por períodos de depresión durante los cuales me parecía que la vida había perdido sentido”. El biógrafo Grass relata aquí que Ernesto, lejos de dejar el ministerio, llegó a viajar más extensamente que antes, y alcanzó un ministerio más amplio, a través de sus escritos.
U. Wheaton[Consultado en línea, 11/01/2024].
La heroína voladora- La vida de Betty Greene... Nota: Sobre las muchas dificultades que tuvo que atravesar Betty y el resto de las mujeres pilotos: Betty Greene, Ann Baumgartner y Carol Jones fueron destinadas a Camp Davis en Carolina del Norte (pp. 44-45). Estaban allí para sustituir a dos mujeres de la WASP que habían fallecido en accidentes de aviación. Jacqueline Cochran investigó los hechos. Corría el rumor de que se había hallado azúcar en los depósitos de combustible de los aviones tripulados por estas mujeres de la WASP. Según parecía había resentimiento en algunos hombres por la idea de recurrir a mujeres piloto. Nadie fue acusado nunca de sabotaje (p. 46). En unas pruebas de artillería intentaron derribar el bombardero Lockheed B-34 tripulado por Betty con proyectiles reales, en vez de disparar al señuelo de lona blanca que Betty llevaba amarrado a la cola de su avión. Muchos hombres de Camp Davis parecían tener animadversión contra las mujeres pilotos de la WASP (pp. 49-50). En enero de 1944, Betty Greene y Ann Baumgartner, fueron reasignadas al aeródromo de Wright Field, en Dayton (Ohio), donde se incorporaron a la división de investigación aeronáutica. Los aviones alemanes podían volar a más altura que los aliados y les bombardeaban con más facilidad. En Wright Field experimentaban vuelos de gran altura para tener ventaja en el aire. Las dos amigas probarían los nuevos equipos y máscaras de aire a más de 10.700 metros de altitud. Ann Baumgartner, pocos meses después, se haría mundialmente famosa al pilotar el Bell XP-59A con propulsión a reacción y convertirse así en la primera mujer estadounidense en pilotar un avión a reacción. News.va [Consultado en línea, 15/02/2024].
Ernesto y Gertrudis Trenchard-La enseñanza… p. 21. Nota: Gertrudis estudió en el University College de Cardiff, graduándose en Letras y ejerciendo pronto como profesora. Fue una líder nata. A principios del siglo XX muy pocas mujeres estudiaban una carrera universitaria. El sufragio femenino en el Reino Unido no llegaría hasta 1928.
Escenas de la vida misionera en España, por Ernesto H. Trenchard (CEFB; Madrid, 2011), p. 10, en prólogo de Samuel Escobar. Esta obra se publicó originalmente en 1934 en inglés por Marshall, Morgan & Scott en Inglaterra, bajo el título Sketches from Missionary Life in Spain. La referencia a la predicación de Martyn Lloyd-Jones también se haya en “Años difíciles” de May (Gertrudis) Trenchard, p. 12. La misma es citada por el biógrafo Tim Grass en su obra Ernesto y Gertrudis Trenchard-La enseñanza… pp. 68-69. Si bien Grass, con la sinceridad que le caracteriza, añade en nota al pie: “Ha sido imposible averiguar cuándo se predicó este sermón”.
Texto en Wikipedia. Y también aquí [Consultado en línea, 19/03/2024].
Fuentes principales
1- Ernesto y Gertrudis Trenchard-La enseñanza que permanece, por Tim Grass (Comisión de publicaciones del Centro Evangélico de Formación Bíblica CEFB; Madrid, 2019).
2- La Historia de dos visiones- La historia de la Unión Bíblica en todo el mundo, por Michael Hews. Traducción de Ernesto Zavala, abril 2001. [Documento pdf].
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