Con nuestro buen flamenco Aventroot no solo leemos ese documento confesional fundamental en las iglesias reformadas, sino también aspectos de la situación en que se encuentra la Reforma en ese tiempo y territorio.
De alguna manera seguimos en Holanda, aunque mirando hoy a un personaje peculiar, el traductor y editor del catecismo de Heidelberg al castellano.
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De todos modos hablar de Holanda, o las Provincias Unidas, en esos momentos nos puede llevar a sitios notables. Nuestro Cipriano de Valera pudo imprimir su Biblia en Amsterdam (1602), con ayuda de esos territorios. Nuestro Marcos Pérez, que junto con otros judíos calvinistas ofreció a Felipe II un pastón para que dejara a los protestantes de esos territorios vivir su fe libremente, luego de ser rechazado el dineral, pues no se podía recibir nada de protestantes, parte de esos dineros sirvieron para apoyar la rebelión de Guillermo de Orange, de manera que en la liberación e independencia de las Provincias algo nuestro hubo. (La familia de Marcos Pérez tenía como gran amigo de mesa a Languet, si no autor, al menos, cercano, al famoso texto hugonote Vindicación contra tiranos.)
Y así ya nos encontramos con nuestro autor: Juan Bartolomé Aventroot, flamenco (nederlander) de sitio que quizás hoy no sería Países Bajos, quemado por la Inquisición el 22 de mayo de 1632 en la plaza de Zocodover de Toledo, con “más de setenta años”, de manera que su fecha de nacimiento siempre tiene que llevar ca. (Para los datos biográficos sigue de referencia Alejandro Cioranescu, 1974. Además de otros trabajos, tengo aquí de atención obligada a Arthur Weststeijn, 2019.) Con él nos encontramos con la traducción y edición del Catecismo de Heidelberg al castellano. Usoz disponía de un ejemplar, pero no lo editó en su colección de Reformistas. Será la Librería Nacional y Extranjera quien se ocupe en 1885. (“Catecismo de Heidelberg, publicado por Juan Aventroot en 1628 ahora fielmente reimpreso”, durante años he tenido un ejemplar en mi biblioteca, pero lo busqué para hacerle foto a la portada y remitirla a este medio, y no lo encuentro.)
Con nuestro buen flamenco Aventroot (su apellido se encuentra escrito de formas varias) no solo leemos ese documento confesional fundamental en las iglesias reformadas (recuérdese su rechazo por el partido arminiano), sino también aspectos de la situación en que se encuentra la Reforma en ese tiempo y territorio. Y de paso ver algo de cómo se encuentra hoy el panorama respecto a esa Reforma.
Cuando se presenta a nuestro autor (del que tenemos documentación primaria suficiente), suele aparecer un personaje sincero, de convicción calvinista, pero sin muchas luces, incluso perdido de razón por su fanatismo religioso. Y así queda. Así interesa. Pues nuestro Aventroot resulta que fraguó proyectos para la liberación política y religiosa de Sudamérica, y eso no es lenguaje válido en nuestro tiempo. Si alguien propuso una cosa así, tenía que estar algo mal de la cabeza. Si encima ese personaje lleva a cabo sus propósitos en el lenguaje castellano, en el cual escribe y habla, pues mejor que no se hable y escriba mucho de él; y cuando se haga, como de un fanático, si no lunático.
Que el personaje compagina su fe con medios de profetismo apocalíptico, cierto, pero no vamos a descubrir América si recordamos que ese descubrimiento estuvo impregnado de todo tipo de profetismo apocalíptico, y no por eso deja de ser lo que fue. Era tiempo de percepción de la historia con tintes de apocalipsis final, en todos los sitios, con más o menos hondura. La propia Reforma se recibió en esos parámetros por no pocos, en un lado y en el otro.
Como el sentir común es que realmente estamos ante un personaje honesto y de convicción religiosa sincera, se puede llegar a presentarlo como incluso que procuraba, como fiel protestante, la libertad, especialmente eso que tan bien queda hoy, como promotor de la libertad de conciencia. Eso vale si se quiere, pero realmente lo que nuestro Aventroot proponía era, como fiel protestante calvinista (antes y hasta esos momentos todavía por algunos, como él), no era solo libertad de conciencia, que es así, sino la liberación de la conciencia respecto a las corrupciones y supersticiones del papado. De eso se trataba. Adelantando el final de esta conversación, mientras su compatriota Hugo Grocio, el remonstrante, ensayaba la doctrina de la libertad de los mares, en medio de la libertad de comercio, con base en la ley natural, lo cual está muy bien, nuestro Aventroot, también con el contexto de la libertad de llevar mercancías y personas libremente, proponía no solo la libertad de los mares, sino la liberación de los mares y pueblos respecto a la tiranía del papado, que con sus doctrina y supersticiones esclaviza al mundo entero. Ya ven, que este personaje tiene que ser un lunático. Para nosotros, no.
Nos encontramos con Aventroot en Canarias, con otros paisanos que han salido de sus tierras por la belicosidad del contexto. Allí se puede convivir por medio de la tarea común del comercio. Es un protestante normalito, pero dentro del contexto mayoritario católico. Buen administrador, a la muerte del dueño de la finca comercial donde trabaja, su viuda lo toma por esposo. Se maneja muy bien en los negocios y avanza su posición social. Se hace de una fortuna, sin dejar de ser un protestante sincero, pero sin grandes conocimientos (él mismo lo confiesa más tarde). La viuda tenía cuatro hijos, el marido de su hija mayor acusa a nuestro autor a la Inquisición. Estuvo un año en la cárcel, pero sin agobios. Salió sin problemas, y siguió con sus negocios, y con su esposa.
Se relacionó con los más altos rangos de la economía y de la política. Se adentró en los vericuetos del comercio con América, que llegó a dominar para aumentar su fortuna. Visitó Perú, y reconoció que aquello era el corazón de España. De allí salía la sangre para todo el cuerpo, la plata. Que no era ni un lunático, ni era percibido como tal, se puede mostrar por un episodio intermedio en su trabajo y vocación reformadora (que así puede llamarse en sentido amplio), pero que no deja indiferente. Resulta que en sus contactos con las altas instancias financieras de la corte española, cuando el rey Felipe III, entre 1602 y 1603, se decide a sanear las arcas del tesoro, nuestro Aventroot avisa al Duque de Lerma de una forma ideal de hacerlo (para no aplastar más el bolsillo del pueblo): expropiar todos los bienes eclesiásticos del papado. No se aceptó la propuesta, pero se escuchó. En 1605 solicitó a la Casa de la Contratación de Sevilla licencia para comerciar directamente con Perú, se rechazó; luego lo intentó con Cuba, igual, pero que alguien tenga esos oidores y comensales supone que es un personaje apreciado, aunque sea, como es el caso, preferentemente por sus dineros.
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Otro punto que apunta a su personalidad: Con motivo de la Tregua entre España y las Provincias de Nederland en 1609, le indicó al Duque de Lerma la conveniencia de que el rey considerase lo favorable de dejar al papado. ¿Qué significado tiene este dato para entender a nuestro autor? Pues para algunos, muestra su pérdida de sentido, nadie maduro y serio propondría una cosa así. Pero realmente también podemos verlo como lo que era, una persona convencida de la verdad de la Escritura, que, en el contexto de sus actividades comerciales al más alto nivel, no se olvida de su vocación cristiana. Aventroot había llegado a la conclusión, por medio de sumas y acontecimientos, que el papado tenía que caer en ese tiempo, y en consecuencia le propone al rey que se salga del derribo. Pensaba que el rey estaba donde estaba por falta de adecuada instrucción y aviso. Y él entiende que su deber es avisarle e instruirle sobre la condición de Anticristo del papado. Yo no puedo sino sacar esta conclusión: una persona con gran rigor comercial, muy serio en sus negocios, que se codea con los más altos, pero que no se olvida de los negocios del reino de Dios, según él los entiende. Pues muy ejemplar (aunque no participe de sus métodos proféticos). Si estuviera con él, le advertiría de los peligros de su método profético, pero no se me ocurriría reprocharle que intentase convencer al rey de abandonar el papado, pues eso sería el bien de España. Además, para Aventroot ese abandono suponía hacerse protestante.
Desde el comienzo del Tratado (1609), tras la muerte de su esposa, y venta de todas sus posesiones en España, nos encontramos con un Aventroot que, sigue en sus negocios, pero que ha adquirido un sentido de su vocación religiosa fundamentado en el estudio de la Escritura. Resulta que es evidente para él que el papado del Anticristo caerá, y que se difundirá el protestantismo (calvinista). Aplicado a su contexto, eso supone que las Provincias vencen a España, pero también al papado, y con esa victoria tienen que llevar la verdad por todos los pueblos. Tiene que llevar por todos los pueblos la derrota de España, por su sumisión al papa, y la victoria del protestantismo. (Que este hombre no guste mucho, tampoco es extraño.)
[Y yo tengo que acortar, que si no esto no se acaba.] Lo vemos con un cambio de perspectiva. El rey no ha querido salirse de la esclavitud de Roma, pues como Roma tiene que caer de todos modos, ahora son los pueblos, las naciones de la monarquía, los que deben salirse de la tutela del rey. Ya no es el papa el único tirano, también el rey de España que lo apoya en su tiranía. Pone su mirada en Perú. La manera de atacar a España es darle en su corazón, de donde circula su energía, el Potosí. Si tenía consejos con los más altos de aquí, ahora ocurre otro tanto en las Provincias. Los Estados Generales han dispuesto, con su consejo, invadir el Perú. (Ya me dirán si este Aventroot no es todo un personaje.) Ha previsto y propuesto todos los pormenores, por algo es conocedor de aquellas tierras de primera mano. En su mano ha tenido, además, varias señales, que para él validan la empresa. Con la conquista del Perú se iniciará la liberación de Sudamérica de la tiranía del papado, y de su siervo, el rey de España. (¿Profetismo apocalíptico? Vale, pero que se conozca. Esa visión, y esos pasos, no eran cosa menor.)
La expedición de once buques, sin embargo, no cumplió expectativas. Complicaciones en la travesía. La muerte de quien la dirige. Llegan unos días tarde sobre lo establecido para hacerse con los barcos que transportan la plata. La rebelión prevista de los habitantes no ha lugar. Todo previsto, pero no salió. (La circunnavegación de regreso tuvo ciertos aires de buen hacer.) Avtentroot no se conforma con eso. Echa cuentas. Algo no salió bien sumado en su página profética. Todo claro de nuevo. Hay que cambiar el método. La conquista se hará, y con ello la liberación de esas tierras, pero con más medios espirituales. Una carta explicativa a los perulelos, propuesta de rebelión para los responsables contra la corona española, que luego elijan un rey, que se gobiernen por ellos mismos, que comercien con sus mercancías, que sean libres en todo. En eso contarán con el apoyo total de los Estados Generales (que él ha aleccionado, estamos ya en 1628). Con esa carta, una traducción castellana del Catecismo de Heidelberg. Ahora sí. Pero no. El envío de esos documentos, vía Argentina, no llegó a destino. Nos queda la carta y el Catecismo (y otras que Aventroot había antes escrito, en términos parecidos, y divulgado en España).
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Echa cuentas proféticas. Perú sin frutos, los Estados Generales no muy por la labor. Otra vez a España, 1632. Otra vez enseñando al rey que el papa es el Anticristo. Que se salga del derribo. Petición al Conde-Duque de Olivares que pase al rey Felipe IV su indicación de que se convierta al protestantismo (que será lo que quede tras el derribo inminente del papado), que elimine la Inquisición y otorgue libertad religiosa a todos sus súbditos. En manos de la Inquisición, juzgado, y quemado en auto de fe.
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