Una reflexión sobre la capacidad humana para cumplir la ley de Dios.
Y es cierto: si logras esquivar las gotas, en teoría debieras ser capaz de llegar a tu destino sin mojarte aunque llueva. Ahora bien, subrayo lo de “en teoría” porque cuando me pilló una gota fría en Alicante, pude comprobar que la práctica es muy distinta. Tardé unos cinco minutos en llegar al edificio donde me estaba hospedando y para entonces, el bajo estaba encharcado y yo pensaba que la próxima vez que se me ocurriera salir a la calle, lo haría en bañador.
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Lo mismo pasa con la Ley de Dios. En teoría, si la cumpliéramos, seríamos capaces de entrar en el Cielo porque lo merecemos. Vamos a ver rápidamente el Decálogo, para ver la teoría:
“Y habló Dios todas estas palabras, diciendo: Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.
No tendrás dioses ajenos delante de mí.
No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy el Señor tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
No tomarás el nombre del Señor tu Dios en vano; porque no dará por inocente el Señor al que tomare su nombre en vano.
Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es reposo para el Señor tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo el Señor los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, el Señor bendijo el día de reposo y lo santificó.
Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que el Señor tu Dios te da.
No matarás.
No cometerás adulterio.
No hurtarás.
No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” (Éxodo 20:1-17).
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¿Qué tal el examen? ¿Aprobaste? Tranquilo que no pienso repasar la teoría punto por punto. Me voy a centrar meramente en el primer y último Mandamiento. Todos los demás, se pueden ver desde fuera y se puede determinar si los has cumplido o no. Pero los dos Mandamientos a los que me refiero, solo puedes saber si los cumples tú ya que son interiores, invisibles, individuales e intransferibles. Son los siguientes: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” y “no codiciarás”.
¿Puedes decirme honestamente que siempre has amado a Dios con todas tus fuerzas y nunca has dejado que algo o alguien le robe el primer puesto que es suyo por derecho? ¿Puedes decirme también que nunca has codiciado nada ni a nadie? Si honestamente me puedes responder que apruebas ese test, mira el resto y confirma que no has pensado, dicho o hecho nada nunca que rompa uno de los 10 Mandamientos.
Si sigues en tus trece que no los has roto nunca, y sigues intentando llegar el Reino de Dios por haberlos cumplidos, entonces, tarde o temprano te darás cuenta que estás intentando esquivar gotas y te crees que puedes llegar a tu destino sin mojarte. Lamento ser un aguafiestas pero ya estás caladito hasta los huesos. En otras palabras, crees que puedes dar en el blanco pero eventualmente te darás cuenta que eres como el arquero que inventó la diana hinchadle. Despierta de tu sueño que ya ha explotado tu diana.
Los 10 Mandamientos no están allí para cumplirlos sino para mostrarnos que estamos empapados y que nuestra diana yace desinflada en el suelo con más agujeros que un colador. No hay forma que podamos llegar a nuestro destino sanos y salvos por nuestras fuerzas. Lo mismo si estás intentando complacer a Dios cumpliendo los requisitos y normas de la religión de tu elección.
Si ya te das cuenta que no tienes más remedio que acudir al Salvador para obtener el perdón de tu pecado, entonces, has comprendido la teoría y puedes ponerla en práctica:
“La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24).
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“Sabemos que la ley es buena, si uno la usa legítimamente; conociendo esto, que la ley no fue dada para el justo, sino para los transgresores y desobedientes, para los impíos y pecadores, para los irreverentes y profanos, para los parricidas y matricidas, para los homicidas, para los fornicarios, para los sodomitas, para los secuestradores, para los mentirosos y perjuros, y para cuanto se oponga a la sana doctrina” (1ª Timoteo 1:8-10).
¿Has mentido alguna vez? ¿Has desobedecido alguna vez? No te preguntaré en cuanto al resto, pero si te das cuenta que has suspendido el examen, la Ley te lleva a Cristo para que confíes en Él. Él pagó por tus pecados para perdonarte.
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