La asombrosa historia de la Unión Bíblica (20)

Por Benji Gálvez

A Ernesto Trenchard le costaba entender la ambición que cegaba a los totalitarismos. El 15 de marzo de 1939 Alemania había hecho trizas la paz invadiendo todo el resto de Checoslovaquia, incumpliendo el Acuerdo de Múnich. En mayo, Hitler firmó un tratado con Italia para defenderse mutuamente si estallaba la guerra en Europa. En agosto firmó un pacto de no agresión por 10 años con la Unión Soviética. (1) Alemania exigió la devolución de la ciudad de Danzig (Gdansk) y la franja que unía el este de Prusia con Alemania (perdida por Alemania al final de la Primera Guerra Mundial). Amenazaron a Polonia también. Gran Bretaña y Francia firmaron un acuerdo con Polonia para ayudarla si los nazis atacaban. Pero Alemania no tenía intención de parar, por lo que invadieron Polonia el 1 de septiembre de 1939. 

[photo_footer]De izquierda a derecha, Chamberlain, Daladier, Hitler, Mussolini y el canciller italiano Galeazzo Ciano mientras se preparan para firmar los Acuerdos de Múnich. / Wikimedia Commons.[/photo_footer]

La madrugada del 3 de septiembre el primer ministro británico, Arthur Neville Chamberlain, lanzó un ultimátum que Alemania ignoró. En Inglaterra, las familias se arremolinaron junto a los aparatos de radio… En casa de los Wickham todos prestaban atención a las noticias. Se encontraban todos viviendo en la casa de los abuelos porque la esposa de Leonard Wickham, Norah Ferrier, había sido ingresada el año anterior en un sanatorio de Leysin (Suiza) a causa de la tuberculosis. Leonard trabajaba para la casa Lyons distribuyendo por los barrios de la clase obrera en el sur de Londres, café, té, cacao, etc. (2) A las 11:15 de la mañana Chamberlain anunció que Gran Bretaña entraba en Guerra contra Alemania. Francia y los aliados de la Commomwealth, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, también declararon la guerra a Alemania. La Unión Soviética no solo no condenó la agresión nazi, sino que comenzó su propia invasión de Polonia por el este el día 17. A finales de septiembre Alemania y la URSS ya se habían repartido Polonia. Una guerra de grandes dimensiones se apoderaba así de Europa y poco a poco de todo el mundo. En noviembre la URSS invade Finlandia y más adelante Alemania haría lo mismo con Dinamarca y Noruega. Todos fueron movilizados. De una forma u otra, desde este momento, la Guerra impuso el ritmo de la vida diaria a grandes y pequeños, adultos y jubilados... La evidente cercanía del ejército nazi infundió temor a los inminentes ataques aéreos de los alemanes a Londres. El miedo era tan grande que el gobierno hizo preparativos para evacuar a los niños de la capital y de las principales ciudades del este de la Islas Británicas. 

[photo_footer]Firma del Pacto de No Agresión entre Alemania y la Unión Soviética (Pacto Molotov-Ribbentrop). 23 de agosto de 1939. Mólotov está firmando y tras él se encuentra Ribbentrop y Stalin.[/photo_footer]

El profesor y escritor, C.S. Lewis (Jack), abrió su casa para acoger a algunos de los niños desplazados en Los Hornos y albergaron a tres niñas adolescentes que llegaron desde un colegio de monjas de Londres. A Jack no le gustaba la guerra, pero creía firmemente que había que parar a Hitler antes de que hiciera más estragos en Europa. Se hizo miembro del Batallón Local de Guardas de la Ciudad de Oxford, un grupo de soldados a tiempo parcial que vigilaban y alertaban de la aviación alemana (si tiraban bombas o si invadían con paracaídas). Ayudaba a que la gente se preparara para los ataques aéreos alemanes, apagando todas las luces de la ciudad para que los nazis no pudieran localizarla, poniendo en las casas gruesas cortinas. También se impedía a los coches circular por la noche y se racionó el gas. Muchos coches se guardaron en garajes. También se construyeron refugios antiaéreos, incluso en Los Hornos. Jack temía por la vida de su hermano y oraba por él. El mismo 4 de septiembre, Warren Lewis fue movilizado con 45 años. Fue hecho comandante destacado en la Fuerza Expedicionaria Británica en El Havre (Francia). (3) 

[photo_footer]C.S. Lewis y su hermano Warren.[/photo_footer]

En casa de la familia Bracier todos estaban alarmados. La madre tenía los nervios destrozados, y el padre sabía lo que les esperaba en la guerra, ya que él trabajaba en la distribución de comida para los soldados en toda la zona norte y sur de Londres. En aquel tiempo los Bracier tuvieron que tomar la decisión de ceder a la “recomendación” del gobierno y enviar a sus dos hijos pequeños a algún sitio lejano, sin saber exactamente dónde, con quién, ni por cuánto tiempo tendrían que estar separados de ellos. Irían con los otros niños de la escuela. La despedida fue horrorosa para todas las familias. Kitty, de diez años, y Eric de cinco fueron enviados primero a Folkestone y seis meses después al país de Gales. Pero para el horror de los Bracier y de sus propios hijos, ambos hermanos fueron separados en dos casas y escuelas diferentes. El padre, en su tiempo libre trabajaba como “Warden”, es decir, debía cuidar a todas las familias de una amplia zona concreta alrededor de su casa, pero también implicaba que, en momentos de ataque aéreo, él tenía que dirigir un grupo de ayudantes para rescatar y tratar a las víctimas y a sus familias. Un trabajo agotador y agonizante al ver cuerpos quebrantados y familias destrozadas. Solo la fe sencilla y personal de esta familia les pudo mantener a flote. (4)

Con el corazón compungido, Ernesto Trenchard, se vio obligado a regresar a Inglaterra en abril de 1940 para atender asuntos familiares. Mientras viajaba de regreso se puso a mirar su Documento de Identidad con el que había conseguido estar en España esta última vez y que le permitiría seguir haciéndolo hasta el 11 de enero de 1941. Ya echaba de menos a los hermanos españoles. 

[photo_footer]Documento o tarjeta de Identidad de D. Ernesto Trenchard en España.[/photo_footer]

Al llegar a Inglaterra, aprovechó para visitar a su suegra que estaba hospitalizada en Old Manor (Salisbury). A pesar de todo, en la mente de Trenchard estaba regresar a Madrid cuanto antes, pues consideraba que se le había abierto una puerta de par en par y parecía que sería de bendición, así dejó constancia en su carta de oración del 11 de abril cuya cabecera rezaba “La obra evangélica en España hoy”. No se había efectuado todavía una expulsión de los obreros evangélicos, si bien algunos sí que recibieron notificaciones para que se marcharan. Ernesto procuraba que sus informes cayeran solamente en manos de creyentes de confianza, para que no fueran descubiertas las casas donde él tenía reuniones, pues esto podría cerrarle la puerta en España. (5) 

La locura de la guerra seguía marcando el compás de este baile que llamamos vida. Ernesto pensó en aquellas lúcidas palabras de Manuel Azaña, que pronunció el 18 de julio de 1938 siendo todavía presidente de la República de aquella España en guerra: “Es obligación moral, sobre todo de los que padecen la guerra, cuando se acabe como nosotros queremos que acabe, sacar de la lección y de la musa del escarmiento el mayor bien posible, y cuando la antorcha pase a otras manos, a otros hombres, a otras generaciones, que se acordarán, si alguna vez sienten que les hierve la sangre iracunda y otra vez el genio español vuelve a enfurecerse con la intolerancia y con el odio y con el apetito de destrucción, que piensen en los muertos y que escuchen su lección: la de esos hombres que han caído embravecidos en la batalla luchando magnánimamente por un ideal grandioso y que ahora, abrigados en la tierra materna, ya no tienen odio, ya no tienen rencor, y nos envían, con los destellos de su luz, tranquila y remota como la de una estrella, el mensaje de la patria eterna que dice a todos sus hijos: Paz, Piedad y Perdón”. (6) Ernesto meditaba en que efectivamente, ojalá aprendiéramos la lección de los muertos, y no podía por menos que grabar a fuego en su mente las palabras de Jesucristo, cuando dijo: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn 14:27). La Suya es la paz más segura y duradera. Trenchard se afirmaba en que la obra de la Unión Bíblica debía seguir adelante para llevar esa Palabra viva a todo el mundo. 

En mayo de 1940 falleció el misionero Thomas Rhodes en Madrid, quien fuera mentor de Trenchard y quien le animara a obedecer al llamado misionero en España. Ernesto informó a los Editores testificando del gran ejemplo de integridad que Rhodes había sido siempre al servicio del Señor. Aquella noche se desveló y quiso ponerse a orar. Gertrudis, al notar a su esposo inquieto en la cama, también se levantó:

—Va todo bien Ernie? 

—Oh, sí, disculpa Má, me desvelé pensando en nuestro amado Thomas Rhodes —contestó Ernesto.

—Bueno, él ya está gozando de su amado Salvador y sin dolor ni sufrimiento. Podemos estar contentos porque su vida y legado seguirán tanto aquí como en su amada España. Además el Señor te ha permitido servirles durante un tiempo en España, ayudándoles en sus gestiones, antes de tu regreso a casa. Seguro que Amelia y el propio Thomas te lo habrán agradecido de veras —dijo Gertrudis ya sentada sobre la cama.

—Deberíamos orar por su esposa Amelia para que el Señor le dé fortaleza en esta etapa y la consuele. Pero me resulta difícil orar por estos asuntos. ¿Cómo orar efectivamente? ¡Oh, Señor, enséñanos a orar! —exclamó Ernesto.

—Tal vez el propio Thomas nos pueda enseñar a cómo orar bien —dijo Gertrudis ya incorporada y con una revista en sus manos—. Mira, hoy poniendo un poco de orden en las revistas cristianas encontré esta breve enseñanza de Thomas Rhodes sobre la oración. Mira.

Ernesto se puso a ojear la revista “España Evangélica” que estaba fechada el 26 de marzo de 1931. (7) En el centro de la página que le mostraba su amada, aparecía una foto de su amigo Thomas con sus cabellos blancos, su característico mostacho y sus lentes. Ernesto tuvo una mezcla de sentimientos al verle de nuevo, sabiendo que ahora Thomas estaba experimentando la Vida en mayúsculas. Por un lado, una sonrisa iluminó su rostro, por otro una lágrima rebelde se deslizó por su mejilla. Bajo la fotografía, se indicaba la siguiente leyenda: “D. Thomas Rhodes- Uno de los obreros más destacados en las misiones de los «hermanos». Después de algunos años consagrados a la Obra del Señor, en Galicia, vino a Madrid, donde pastorea la Iglesia de Chamberí y la nueva Misión de Tetuán de las Victorias”. A continuación leyó el texto de Thomas en voz alta:

Meditaciones de cuaresma: «La Oración»

[…] Para orar sinceramente «Hágase tu voluntad», hace falta mucha humildad, un espíritu contrito y un corazón quebrantado, a fin de que no haya en nosotros rebelión ni resistencia a aquella voluntad divina. «En su voluntad es nuestra paz», dijo Dante, con clara visión.

En Getsemaní, Nuestro Señor, en su agonía bajo la sombra horrorosa de la cruz y de la ira de Dios, que iba a caer sobre Él cuando, cargado con nuestros pecados, solo tenía esta santa voluntad delante, y leemos: «Oró y dijo las mismas palabras». ¡Cuánta consolación ha traído esto a muchas almas angustiadas y casi desesperadas, cuando pareció que faltaban palabras, y no podían hacer nada más que repetir las mismas palabras, llorando en la presencia de Dios!

La segunda parte de la oración de Cristo, ya que Dios ha recibido su porción y su debida honra, se ocupa de nuestras necesidades materiales y espirituales, terminando con una adscripción de alabanza y gloria al Padre Eterno. Que nuestros corazones, por naturaleza tan orgullosos y satisfechos con vanidades, se humillen a repetir la petición de los Apóstoles: «Señor, enséñanos a orar».

En las oraciones de verdad, nuestro espíritu está en contacto íntimo con Dios, y la mejor preparación para tal comunión es que el alma en quietud escuche primero la voz de Dios, diciendo como Samuel: «Habla, Señor, que tu siervo oye». Digamos con el Salmista: «Escucharé lo que me hablará el Señor Jehová». Luego, cuando ya el alma está en condiciones para orar, sin duda el creyente querrá en seguida derramar su corazón en gratitud y alabanza a Dios por todos sus beneficios, especialmente por el grande don de la salvación y por el porvenir glorioso que le está asegurado para siempre. 

A la vez, sentirá su gran debilidad y sus muchos errores y, sobre todo, la corrupción terrible de su naturaleza original, de modo que no podrá menos que hacer, humilde confesión de sus múltiples faltas, pidiendo perdón y fuerzas para resistir el mal. 

Seguirán naturalmente después, lo que manda el Apóstol (1 Tim 2:1), «que se hagan rogativas, oraciones, peticiones, hacimientos de gracias por todos los hombres». Rogativas: las cosas que suplicamos, sintiendo la necesidad de ellas; oraciones: en el sentido general de presentar peticiones a Dios; la palabra traducida peticiones(otras veces intercesiones) abarca la idea de entrar en la presencia del Rey con esperanza de obtener lo pedido.

En cuanto a la necesidad de perseverar en oración, el Señor mismo nos exhorta a esto, en continuación de la enseñanza dada en nuestro capítulo (Lc 11: 9-10), donde hay tres grados crecientes de fervor en oración: Seguid pidiendo, y recibiréis; con más insistencia dice: Seguid buscando, y hallaréis; seguid llamando, y se os abrirá la puerta del cielo, y os encontraréis en la presencia inmediata de vuestro Padre Celestial. ¡Que el Señor, por su Espíritu, nos enseñe a orar!

Thomas Rhodes

Ernesto y Gertrudis se tomaron de la mano arrodillándose a los pies de su cama, y oraron y dieron gracias a Dios por la vida de su siervo Thomas W. Rhodes. Oraron también por su viuda Amelia Plummer y por el consuelo y dirección de Dios sobre su vida y la obra que desarrollaban en Madrid. También oraron para que Dios diera sabiduría al liderazgo de las Asambleas de Hermanos y al precioso ministerio de la Unión Bíblica, que tanto anhelaba Ernesto que se lograra fundar en España.

Notas

1- Tras meses de negociaciones fracasadas entre una delegación inglesa, enviada por el primer ministro Chamberlain, y el ministro de asuntos exteriores soviético Viacheslav Mólotov, el 23 de agosto de 1939 (apenas una semana después del fracaso del posible pacto anglosoviético), tuvo lugar la firma del Pacto Ribbentrop-Molotov entre Alemania y la Unión Soviética. Los dos ministros de asuntos exteriores afirmaban así que Alemania y la URSS no se atacarían mutuamente. Dos grandes enemigos acérrimos se unieron en un pacto de conveniencia para agrandar sus territorios y áreas de influencia. Este pacto contenía unas cláusulas secretas en las que ambos se dividían los países que se encontraban ubicados entre ellos. Las cláusulas fueron descubiertas al final de la Segunda Guerra Mundial en archivos abandonados del Tercer Reich, aunque no fueron reconocidas como auténticas por Moscú hasta la era aperturista de Gorbachov. De todos modos para Hitler todos los pactos eran papel mojado. Este no iba a ser diferente y lo consideró solo un asunto temporal pues sus planes eran expandirse hacia el Este y aniquilar el comunismo. Así, once meses después trazaría la Operación Barbarroja (la invasión de la Unión Soviética).

2- Documento A- Mi relación con la Children´s Special Service Mission (CSSM) y la Scripture Union (SU) en la Gran Bretaña, y con la Unión Bíblica (UB) en España (obra inédita), por Pablo Wickham Ferrier (Valencia, 2021), pp. 2-3.

3- Héroes cristianos de ayer y de hoy- C. S. Lewis, autor de Las crónicas de Narnia. Un genio de la narración, por Janet y Geoff Benge (Ed. JUCUM; Seattle, 2009), pp. 108-112. Nota: Charles Williams, editor de la Oxford University Press, se trasladó a Oxford y como también era novelista se unió al club de los Inklings haciéndose muy amigo de C. S. Lewis. 

4- Testimonio de Eduardo Bracier en el libro del que es coautor Creciendo + juntos- Una guía para las parejas de hoy(Ed. CLIE; Viladecavalls, 2021), pp. 305-309.

5- Ernesto y Gertrudis Trenchard-La enseñanza que permanece, por Tim Grass (Comisión de publicaciones del Centro Evangélico de Formación Bíblica CEFB; Madrid, 2019), pp. 63-64. Nota: Sería la caída de Francia en junio de 1940 la que daría al traste con toda posibilidad de Trenchard de regresar a España, por lo menos durante varios años.

6- Las armas y las letras -Literatura y guerra civil, 1936-1939-, por Andrés Trapiello (Ediciones Destino, Colección Imago Mundi, vol 167; Barcelona, 2019), p. 517. Trapiello dispone una conclusión a las palabras de Azaña: «Paz para vivir, piedad para olvidar y perdón para recordarlo todo, sin dañar ni dañarnos, y alcanzar, con más letras que armas, el noble y nada fácil oficio de ir tirando, con libertad y justicia, cosas todas ellas que encierran las palabras del salmista: "Pasan nuestros días y acaban nuestros años […] como quien cuenta un cuento"».

7- España Evangélica, Año XII, número 582, Madrid 26 de marzo de 1931. Páginas 81-82.

Fuentes

1- Ernesto y Gertrudis Trenchard-La enseñanza que permanece, por Tim Grass (Comisión de publicaciones del Centro Evangélico de Formación Bíblica CEFB; Madrid, 2019).

2- La Historia de dos visiones- La historia de la Unión Bíblica en todo el mundo, por Michael Hews. Traducción de Ernesto Zavala, abril 2001. [Documento pdf].