La ruina de la Reforma

Los pensadores que formaron la idea imperial de la España católica, me refiero a los Donoso, Balmes, Maeztu... consideraron la Reforma Protestante el golpe mortal a la Europa cristiana, su ruina. Por eso España fue y tiene que ser tan gloriosa, porque se convierte en la esencia territorial, con las tierras de Latinoamérica, donde esa ruina no llegó, y se convirtió en muro donde cobijar la cristiandad que esa Reforma derribó.

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Una España sujeta a la triple corona era el mejor sostén de esa tiara. No se podía pensar en la una sin la otra. Esa es la posición política hasta hoy mismo. Esa es la sangre pura necesaria para que alguien pueda gobernar en ella. Se aceptó el trato histórico en Cádiz en 1812, luego en otras situaciones, hasta la reacción contra la 2ª República. Con eso triunfa el franquismo, que no permite futuro sin tal sujeción.

En la llamada transición, España se liberó de la dictadura del franquismo, pero liberarse de la del papado, a ningún grupo ni siquiera se le ocurrió. Las procesiones, corpus, romerías... eso no se toca. Se vendió que la participación y promoción de las mismas, no era formar parte del papado, sino que eran tradiciones del pueblo que había que conservar. (Los tutores de líderes de derecha, centro o izquierda, que fabrican el nuevo sistema político, eran del papado.) Esos líderes podían buscar acomodo de España en Europa, pero no en la de la Reforma, sino en el modelo transido de papado que la sustituye. ¡Siguieron considerando a la Reforma una ruina!

No hace mucho escuchaba a la presidenta de Madrid comentar airada que a ver si esa gente (la que no puede gobernar porque le falta sangre pura, siempre serán ilegítimos e indignos) van a convertir a España en una República federal laica, ¡sin las raíces de su pureza, su sumisión al papado!

Seguimos en las mismas. Una jura de la Constitución, se impone la suprema condecoración del Estado, ¡con un inmaculada, que se tiene que creer y defender! Se conoce el informe del Defensor del Pueblo sobre la pederastia en lo espacios papales, sólo hay que mirar la tele para ver la cara de sus jerarquías. Se supone que el que encubre un delito, participa del mismo. ¡El propio Estado ha sido cómplice, porque, sabiendo, no defendió a sus ciudadanos! Siempre con excepciones de personas, grupos, o incluso el momento de la 2ª República, el Estado no puede, ni quiere, salirse de la tutela de Roma.

Mal, muy mal futuro. “Hice volver el camino de ellos sobre su propia cabeza, dice el Señor”. (Ezequiel 22:31)

Ya se predijo: si se rompe la unidad católica de Europa, si se la saca de la dictadura papal, todos los reinos que antes estaban unidos bajo la tiara, ¡ahora creerán que son libres, incluso para gobernarse a sí mismos! ¿Cómo tendrán libertad y justicia si repudian el derecho canónico? ¿Qué trajo aquel Lutero que lo quemó?

Con el libre examen sólo se puede esperar discusiones y divisiones. Mira, si no, el parlamentarismo. ¡La división de la sociedad! Si rompen las tres murallas esas que decía Lutero, al final, sin la tiara, se habrán quedado sin autoridad. 

También se predijo por el político francés; sin derribar la autoridad superior del papado, cualquier brote de libertad civil en un Estado, al poco, languidece.

Pero también me acordaba al poner el título de esta charla con ustedes, no sólo de la consideración de la Reforma como el gran mal de Europa, que hacen los pensadores que forman la idea de España como imperio bajo la tutela papal, sino también de cómo los herederos de esa Reforma, que incluso la celebran (siempre con alguna excepción), la consideran tan una ruina para el presente, que ni la traen tal cual. Por supuesto, eso de derribar al papado, ni pensarlo siquiera. Además, y por si existen dudas, ahí está el documento que firmaron, tal fecha como el día de la Reforma de 1999, en Augsburgo, luteranos y católicos, con la bendición del papa de turno, en el que quedaba claro que todo era un mal entendido, un tema de énfasis, pero que, en el fondo, todos creían lo mismo sobre la justificación. El documento es tremendo. 

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Menos mal que estaba por ahí un gran teólogo católico, entonces Ratzinger, que dijo en una revista, después de reconocer los “avances”, que el problema quedaba sin resolver. “El problema se torna más real, si tomamos en consideración la presencia de la Iglesia en el proceso de justificación, la necesidad del sacramento de la penitencia. Aquí aparecen las verdaderas divergencias”.

Si una nación considera a una iglesia mediadora y necesaria, esa nación siempre será medio libre, en el mejor de los supuestos.