Nuestra humanidad actual está como nunca antes en el borde del precipicio.
Prefiero pensar en el Cielo porque puedo imaginarme un lugar de bienestar espiritual supremo. Especialmente para los creyentes, el Cielo es un retorno al estado original de la humanidad antes de la caída, es un viaje de regreso al jardín de la amistad con nuestro Creador. Mientras que en la eternidad se libró una batalla épica con la rebelión de Satanás, arrastrando tras de sí a una buena parte de la corte angelical, lo que supuso una auténtica tragedia cósmica en el supra mundo.
La aparición de Adán y Eva en el huerto del Edén como la obra maestra de la creación de Dios, gozando de libre albedrío y vida eterna originalmente, constituyen uno de los momentos más felices y sensacionales de los principios humanos sobre la tierra. Moisés es el narrador de la aparición del hombre y la mujer en el paraíso terrenal con la simplicidad y la capacidad de síntesis propias de la cultura y las lenguas de la época, asistido por la revelación divina en el Sinaí y ayudado por su bagaje cultural, para registrar tan magna obra literaria como fue el Pentateuco.
Quiero aprovechar esta narrativa para recomendar encarecidamente la lectura de El Paraíso Perdido de John Milton, una de las grandes epopeyas de la historia universal y de una enorme energía dramática acerca de la rebelión satánica y de la caída de Adán y Eva, malogrando su libre albedrío y la enorme bendición primigenia de la que gozaban. El resultado final fue de consecuencias funestas para toda la raza humana. Esta obra nos lleva de manera precursora hasta la redención del Hijo de Dios con dramáticos tintes poéticos, parafraseando en versión libre la historia de los orígenes del Maligno y del pecado y la muerte como sus perversos aliados, ya en los albores de la humanidad.
Especialmente en el Nuevo Testamento se nos muestra un cielo nuevo y una tierra nueva, una recreación de belleza paradisíaca en ese tan anhelado lugar de la Ciudad Celestial, donde no habrá sobresaltos ni existirá ya más la maldición del pecado y sus terribles consecuencias porque estaremos para siempre con el Señor, disfrutando de sus planes y propósitos eternos.
En este interregno de la historia humana, donde hemos desterrado a Dios de nuestros proyectos colectivos y lo hemos expulsado de su soberano gobierno sobre nuestras vidas, nos estamos acercando más que nunca al punto omega de la historia. El fin de todas las cosas se acerca y este sentimiento o percepción escatológica es mucho más certera que la que tenían Pablo, Pedro, Juan o Santiago; porque nosotros somos los que hemos alcanzado los fines de los siglos, sin duda alguna, y este es el tiempo: “De la higuera aprended la parábola: cuando ya su rama está tierna y brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros cuando veas todas estas cosas, conoced que está cerca a las puertas. Estas y otras Escrituras similares nos muestran claramente la temporada exacta del cumplimiento profético de los últimos tiempos. Patrón bíblico del que no gozaban como nosotros hoy la Iglesia del Nuevo Testamento, por no disponer del canon completo.
Pasándome por alto muchas secuencias para tener en cuenta y por no convertir este artículo en algo interminable. Ahora me traslado del Cielo al infierno reservado para el diablo y sus ángeles y para todos aquellos que no están escritos en el libro de la Vida (y esto no es ninguna alegoría). Hay infinidad de textos y de argumentos contundentes acerca de este fatal destino para quienes desobedecieron al Evangelio, lamentablemente. Me gustaría pensar en la cuestión de la aniquilación como el destino final de los impíos, pero resulta que esta cuestión no es cierta, además de ser contradictoria e injusta, cosa que es imposible porque no hay injusticia en Dios.
Sin embargo, al parecer está de moda para algunos de entre nosotros contraargumentar acerca del infierno, describiendo todas las acepciones hebreas y griegas, sin tener en cuenta que es un símil de un lugar terrible y casi indescriptible, aunque La Divina Comedia de Dante Alighieri trate de describirlo de forma novelesca y trágica. Según estas voces discrepantes acerca de la no existencia del infierno como lugar de condenación y sufrimiento eterno, el lago de fuego no es el infierno y el castigo no es perpetuo; o sea que amigos, si es así “comamos y bebamos que mañana moriremos” y fin de la historia.
Pero digamos lo que digamos o pensemos lo que queramos, esta terrible verdad sigue siendo muy cierta. Nuestra humanidad actual está como nunca antes en el borderline del precipicio. La nave de nuestro mundo se encuentra ahora mismo en el umbral del infierno, mientras los músicos tocan la sinfonía de la “buena muerte”, cual Titanic, anestesiando la conciencia de millones de seres humanos creados a la imagen de nuestro buen Dios y echándose a perder para toda la eternidad sino responden al llamado de Dios, antes de que sea demasiado tarde.
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