¿Donald Trump convenció con sus ideas a la mayoría de los evangélicos blancos, o ya estaban convencidos de las recetas que prescribió en 2016 y 2020 el candidato republicano?
Desde los tiempos del Nuevo Testamento ha existido la tentación, por parte de las comunidades cristianas, de “mundanizar” a Jesús, en lugar de contextualizarlo.
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La contextualización parte de la encarnación de Jesús en las realidades humanas, acción que debiera servir de guía para sus discípulo(a)s en la relación con la cultura en la que están insertos.
En el clásico Jesús y la cultura (Ediciones Península, 1968), Richard Niebuhr inició la obra planteando el que llamó “eterno problema”, consistente en un debate “en múltiples esferas sobre las relaciones entre cristianismo y civilización”.
Agrega que “el tema de la relación entre el cristianismo y la civilización no es nuevo, ni mucho menos; que la perplejidad cristiana en este ámbito ha sido perenne y que el problema ha sido constante a lo largo de todos los siglos cristianos”.
Subraya que “la respuesta de Cristo al problema de la cultura humana es una cosa, las respuestas cristianas son otra muy distinta”.
Niebuhr, tras delimitar el tema de su libro y ofrecer definiciones conceptuales, presenta tipologías que disecciona y, me parece, continúan presentes en el mundo contemporáneo: Cristo contra la cultura, el Cristo de la cultura, Cristo por encima de la cultura, Cristo y la cultura en paradoja, Cristo el transformador de la cultura.
¿Qué Cristo expresan con sus conductas las personas que dicen seguir sus enseñanzas? El cristianismo evangélico tiene como una de sus características doctrinales confesar que la Biblia es norma de fe y conducta para los creyentes.
¿Es la cristología evangélica un conjunto de ideas acerca de Jesús que hacen justicia a la rica enseñanza sobre él en las Escrituras? ¿O es, más bien, reduccionista y permeada de los valores que se han filtrado provenientes del entorno cultural predominante, es decir, más una “mundanización” de Jesús y no tanto la expresión del Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1:14)?
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Para el caso de la cautivación de los evangélicos blancos norteamericanos, hombres y mujeres, con Donald Trump la profesora de historia en Calvin University, Kristin Kobes Du Mez, es autora de un volumen muy estimulante para pensar acerca de los modeladores que han forjado la cristología de la cultura popular evangélica estadounidense.
El título de su investigación es Jesus and John Wayne. How White Evangelicals Corrupted a Faith and Fractured a Nation (Liveright Publishing Corporation, 2021), y la edición en castellano está disponible bajo el sello Capitán Swing. Aquí las referencias que haré van a ser referidas de la edición en inglés.
Primero los hechos acerca del nutrido apoyo evangélico a Donald Trump, pese a las conductas abusivas y fraudulentas del empresario metido a político. “Créanme”, fue la palabra más usada por Trump que le atrajo amplio apoyo entre la población evangélica blanca de Estados Unidos.
De tal sector poblacional 81 por ciento que votó lo hizo por el empresario neoyorquino en las elecciones presidenciales del 2016, y un porcentaje similar sufragó en favor de él en 2020.
¿Por qué obtuvo Trump tan alto porcentaje de respaldo electoral entre los evangélicos blancos estadounidenses? ¿Qué de su diagnóstico político, social y cultural le atrajo el caudaloso río de sufragios en el sector de la América blanca y evangélica?
Para el caso de 2016, John Fea hizo el ejercicio de dilucidar estos interrogantes en su libro Believe me. The Evangelical Road to Donald Trump (Wm. B. Eerdmans Publishing Co., 2018). El autor es profesor de historia americana en Messiah College, una institución educativa fundada en 1909 por la Iglesia de los Hermanos en Cristo, denominación de raíces anabautistas.
John Fea dedica buen espacio a tratar de diseccionar la personalidad construida por Trump para enfrentar con éxito al establishment norteamericano.
Trump mismo es fruto del establishment, sin embargo se presentó en la carrera por la presidencia como un outsider, alguien no perteneciente al mainstream que, señalaba constantemente, había llevado a los Estados Unidos a una edad oscura sobre la que debía brillar de nueva cuenta la irradiante luz de otras épocas.
Él, que contantemente acusó a la prensa y periodistas que le eran incómodos, de producir fake news para restarle apoyo electoral, cotidianamente echó mano de informaciones distorsionadas y exageraciones inverificables.
Ante la construcción de la realidad alternativa que delineaba en discursos y entrevistas demandaba al público tener confianza en lo que decía. Reiteradamente recurrió a la fórmula acuñada: “believe me”. Amplia mayoría de los electores evangélicos blancos sucumbieron al encantamiento y le creyeron.
En Believe me el doctor John Fea primero describe las motivaciones que convencieron a 81 por ciento de los evangélicos blancos que votaron a darle el sufragio a Donald Trump.
Después de analizar las motivaciones hace un recorrido histórico del ethos evangélico norteamericano, desde los primeros colonos que huyeron de Europa buscando libertad de creencias, se detiene en los Padres Fundadores, se ocupa de varias batallas culturales y jurídicas sostenidas por liderazgos evangélicos con el fin de preservar la pretendida identidad cristiana de los Estados Unidos.
En este ejercicio retoma líneas interpretativas que utilizó en Was America Founded as a Christian Nation? (¿Fue América fundada como una nación cristiana?).
Su respuesta a esta interrogante no es tajante. Sostiene que en la fundación de los Estados Unidos participaron cristianos evangélicos, sin embargo, no concluye que por esto la nación pueda tenerse por cristiana desde sus orígenes, o más bien, que hubo ciertas marcas identitarias protestantes que triunfaron en detrimento de otras que, también siendo cristianas, quedaron marginadas.
Desde un principio existieron corrientes que a partir de su entendimiento de la Biblia se opusieron a lo que más tarde se llamaría el Destino manifiesto encarnado por los Estados Unidos de América.
En un párrafo Fea resume las que considera razones que llevaron a la población evangélica blanca a identificarse con el proyecto de Trump en el 2016 y que, considero, pervivieron como detonantes en 2020:
“Por mucho tiempo los cristianos evangélicos blancos se han comprometido en la vida pública mediante una estrategia definida por la política del miedo; la búsqueda de poder político (al que llama wordly power, poder mundano), y anhelo nostálgico por un pasado nacional que, en primer lugar, tal vez nunca ha existido”.
Mientras la obra de John Fea sigue el estilo personal de Trump de hacer campaña para llegar a la presidencia, así como los inicios de la misma, por su parte Kristin Kobes ya tuvo un panorama de las dos campañas trumpistas y el ejercicio del poder por un cuatrienio.
En la introducción de su libro ella hace preguntas que va problematizando y respondiendo en las 340 páginas siguientes. Son varias las interrogantes que hace a sus lectore(a)s y que concentro en un cuestionamiento, porque de él se derivan las otras preguntas realizadas por la autora:
¿Donald Trump convenció con sus ideas a la mayoría de los evangélicos blancos, o ya estaban convencidos de las recetas que prescribió en 2016 y 2020 el candidato republicano, por lo que se identificaron con sus planteamientos porque ya estaban anidados en ellos y ellas desde tiempo atrás?
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