John Harper renunció a su propia vida para que otros pudieran ser salvos.
“Si está dentro de ti la raíz del amor, ninguna otra cosa sino el bien podrá salir de tal raíz”.
“Dios nos ama a cada uno de nosotros como si solo hubiera uno de nosotros”.
“Lo que hayas amado quedará, el resto solo serán cenizas”.
“Ama y dilo con tu vida”.
Agustín de Hipona
Siempre hubo en este mundo dolor, necesidad, problemas, pobreza… y, muy por encima de todo, necesidad de personas que sintiendo y obedeciendo al precioso llamado de Dios, pasan por lo que tengan que pasar y sufren todo lo que tengan que sufrir, incluso la muerte, por gritar con sus palabras y con su vida el mensaje del amor de Cristo a todo el mundo.
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De todo hay en la viña del Señor, y he conocido y conozco a personas maravillosas que viven exactamente del modo que Dios quiere, dándolo todo y gastándose en el servicio al Maestro por llevar el mensaje de su amor al mundo, por ayudar al herido, necesitado, vacío, lleno de dolor…. Pero también me encuentro con el otro extremo; muchas personas que utilizan el servicio a Dios como un medio de vida, falsos pastores, falsos maestros, falsos profetas y falsos en todo, que lo único que pretenden es vivir bien esquilmando a una congregación y cosas mucho peores; ellos son la cabeza…. En ocasiones existen cosas que se asemejan a una secta, cuando la auténtica y única cabeza de la Iglesia de Dios es Cristo, entonces, nada de estas barbaridades ocurrirían.
Dice la Escritura:
“Respondiendo él, les decía: El que tiene dos túnicas, comparta con el que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo”.
Lucas 3:11.
Desde aquí mi gratitud por esas personas maravillosas que lo entregan todo y que se juegan todo, incluso sus propias vidas por el amor al Señor y al prójimo; el resto…. ¡Dios se encargue!
En estos tiempos podemos ver con mucha fuerza todas las cosas comentadas; pero realmente han ocurrido siempre. Hoy quisiera recordar a un verdadero siervo de Dios cuya vida y hasta muerte tocan con fuerza mi corazón. Estoy hablando de John Harper.
John Harper nació el 29 de mayo de 1872 en el pueblo de Houston, Renfrewshire, Escocia. Se convirtió al cristianismo a los 14 y a los 17 empezó a predicar en las calles mientras trabajaba en un molino. Pero un pastor Bautista llamado E.A. Carter de la Baptist Pioneer Mission en Londres se enteró de su predicación y le ofreció trabajar a tiempo completo en el ministerio en Govan, Escocia.
En 1896 se convirtió en el primer pastor de la Iglesia Bautista Paisley Road en Glasgow. Bajo su cuidado, la iglesia creció rápidamente de 25 miembros a más de 500, y pronto se mudó a una nueva ubicación en Plantation Street. Durante ese tiempo se casó y tuvo una hija, pero poco tiempo después su esposa murió.
Gracias a su popularidad y pasión por las almas, el gran predicador Dwight L. Moody lo invitó en dos ocasiones a cruzar el océano atlántico hasta su iglesia en Chicago. Harper pasó tres meses ministrando en la Iglesia Moody en Chicago, tiempo durante el cual la iglesia experimentó uno de los avivamientos más maravillosos de su historia. Luego Harper regresó a Gran Bretaña para continuar con su ministerio.
Tiempo después, la iglesia de Moody le envió una nueva invitación. Harper hizo rápidamente arreglos para que él y su hija de seis años, llamada Nana, viajaran de regreso a Estados Unidos. Sin embargo, decidió retrasar su partida durante una semana, para poder navegar en un nuevo barco, el Titanic, que estaba a punto de hacer su primer viaje. Así fue como John Harper, su hermana y su hija de seis años se encontraron en el gran barco.
El domingo 14 de abril de 1912, el día del fatídico accidente, el clima estaba agradable y el mar estaba en calma. Harper asistió al servicio religioso para los pasajeros. Una persona allegada contó posteriormente que en la tarde de ese domingo vio a Harper hablar con la gente sobre el evangelio.
El Titanic golpeó el iceberg ese mismo día a las 11:40 p.m. Cuando se emitió la llamada para que los pasajeros abandonaran sus camarotes, Harper envolvió a su hija en una manta, le dijo que algún día la volvería a ver y se la encargó a un familiar que viajaba con ellos.
Los sobrevivientes luego informaron que cuando el Titanic comenzó a hundirse, Harper advirtió a las personas que estuvieran preparadas para morir. Se aseguró de que su hermana y su hija estuvieran en un bote salvavidas mientras él continuaba compartiendo el Evangelio con quien quisiera escuchar.
La noche en que el Titanic se hundió, 1.528 personas entraron en las frías aguas.
John Harper fue visto nadando frenéticamente hacia personas en el agua, para guiarles a Cristo, antes de que la hipotermia se volviera fatal.
El pastor Harper nadó hasta un joven que se había subido a un pedazo de escombros… Le preguntó entre respiraciones: "¿ERES SALVO?" El joven respondió que no. Harper entonces trató de guiarlo a la salvación en Cristo; sin embargo el joven, que estaba casi en estado de shock, respondió que no le interesaba el asunto. John Harper se quitó el chaleco salvavidas y se lo arrojó al hombre mientras le decía: "Si no crees en Cristo, entonces, necesitas esto más que yo..." y se alejó nadando hacia otras personas.
Unos minutos más tarde, Harper nadó de regreso hacia el joven del chaleco quien, conmovido por el acto de sacrificio y la actitud compasiva de Harper, aceptó a Cristo como su único y suficiente Salvador.
De las 1.528 personas que entraron al agua esa noche, solo seis fueron rescatadas vivas por los botes de salvamento. Uno de ellos era el joven del chaleco salvavidas, quien flotaba entre los escombros...
Cuatro años más tarde, en una reunión de sobrevivientes, este joven se puso de pie y, llorando, contó cómo John Harper lo había guiado a Cristo.
El pastor Harper había intentado nadar para ayudar a otras personas, pero debido al frío intenso, se había vuelto demasiado débil para hacerlo.
Sus últimas palabras antes de sumergirse en las frías aguas fueron:
"Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo".
¿Hollywood recuerda a este hombre? ¡No! ¡De acuerdo, no importa!
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Este siervo de Dios hizo lo que tenía que hacer...
Mientras otras personas intentaban comprar su camino a los botes salvavidas y egoístamente intentaban salvar sus propias vidas, John Harper renunció a su propia vida para que otros pudieran ser salvos. ¡¡Esto es amor!!
Pido al Dios que me llamó de las tinieblas a su luz admirable y también para servirle, que me ayude a vivir y ser así hasta el fin de mis días y llegar a su presencia.
Os dejo con una preciosa canción que hoy toca de forma especial mi corazón; aunque ese ha sido realmente el anhelo de toda mi vida. Es Magdalia Moreno cantando: “Servir a Cristo”.
Fuentes: Giovanny Gómez Pérez, Charles Swindoll.
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