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Cuatro mil alimentados

Un estudio de Mateo 15:32-39; Marcos 8:1-10.

AHONDAR Y DISCERNIR AUTOR 793/Roberto_Estevez 07 DE ENERO DE 2023 23:10 h
Y ellos sirvieron los panes a la multitud./ [link]Free Bible images[/link]

Si bien algunos críticos han tratado de decir que el milagro de los cinco mil y de los cuatro mil hombres es el mismo milagro, el Señor Jesucristo tan claramente los señala y los evangelistas los distinguen, que no puede quedar duda alguna de que ocurrieron en dos diferentes ocasiones, por más similares que parezcan.



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En Mateo 16:8-10 él les recuerda a sus discípulos: “Pero como Jesús lo entendió, les dijo: ‘¿Por qué discutís entre vosotros que no tenéis pan, hombres de poca fe? ¿Todavía no entendéis, ni os acordáis de los cinco panes para los cinco mil hombres, y cuántas canastas recogisteis? ¿Ni tam-poco de los siete panes para los cuatro mil y cuántas cestas recogisteis?’”.



Muchos de los comentarios que hicimos al estudiar la ocasión de los cinco mil, no necesitan ser reiterados nuevamente aquí.



Si empezamos nuestra lectura en Mateo 15:29, 30 leemos: “Cuando Jesús partió de allí, fue junto al mar de Galilea, y subiendo al monte se sentó allí. Entonces se acercaron a él grandes multitudes que tenían consigo cojos, ciegos, mancos, mudos y muchos otros enfermos. Los pusieron a los pies de Jesús, y él los sanó”.



Si bien en los Evangelios leemos de muchas curaciones individuales, aquí tenemos una “gran sanación masiva” de toda clase de enfermos con excepción de leprosos que no se mencionan.



El resultado lo leemos en el versículo 31: “de manera que la gente se maravillaba al ver a los mudos hablar, a los mancos sanos, a los cojos andar y a los ciegos ver. Y glorifi-caban al Dios de Israel”.



Lo que al principio comenzó como una reunión de todo tipo de enfermos, que daba un espectáculo tan triste como deprimente, concluyó como una de alabanzas al Dios de Israel.



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Versículo 32: “Jesús llamó a sus discípulos y dijo: ‘Tengo compasión de la multitud, porque ya hace tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. No quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino’”.



Una vez más, no podemos menos que contemplar la compasión y el amor del Señor Jesucristo. ¡Qué hermoso es pensar en las palabras “tengo compasión de la multitud”! Fácilmente con el paso de los años pareciera como que nos volvemos insensibles.



Nos acostumbramos a las injusticias de la vida. Nos habituamos al sufrimiento de los seres humanos, y muy a menudo pareciera como que nuestra compasión se va agotando.



No así en el caso del Señor Jesucristo. Su compasión nunca disminuyó. En las palabras de Lamentaciones 3:22: “…nunca decaen sus misericordias. Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad”.



La compasión es definida por la Real Academia como: “Sentimiento de conmiseración y lástima que se tiene hacia quienes sufren penalidades o desgracias”. Implica el sufrir o soportar juntamente.



Una y otra vez los Evangelios nos muestran a Jesús de Nazaret lleno de compasión, a diferencia de los muchos héroes o ídolos de la juventud de hoy, que son seres sin compasión. El significado de esta palabra les es desconocido o lo desechan por considerarlo una debilidad.



En Mateo 9:36 vemos su compasión en conexión a la multitud sin dirección espiritual: “Y cuando vio las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban acosadas y desamparadas como ovejas que no tienen pastor” (ver también Mat. 14:14; 20:34; Luc. 7:13; 10:33).



Volviendo a nuestro relato, el Señor Jesucristo sabe que han estado con él por tres días. Sin duda muchos han ido a poblaciones cercanas para proveerse de algunos alimentos.



En el milagro de los cinco mil hombres son los discípulos los que se acercan al Señor y le dicen que hay que despedir a la gente.



Aquí la iniciativa la toma el mismo Señor. Los discípulos le responden: “¿De dónde conseguiremos nosotros tantos panes en un lugar desierto, como para saciar a una multitud tan grande?” (Mat. 15:33).



Observamos que aquí hay por lo menos tres problemas: Primero, estamos en el desierto y no hay dónde comprar comida. Segundo, tampoco tenemos suficiente dinero como para comprar tanta comida. Tercero, en aquella época no había vehículos en los cuales transportar toneladas de comida.



Versículo 34: “Jesús les dijo: ‘¿Cuántos panes tenéis?’. Ellos dijeron: ‘Siete, y unos pocos pescaditos’”. Es interesante que Marcos tiene exacta-mente la misma pregunta en cuanto a la cantidad de panes, sin preguntar por los peces.



Versículo 35: “Entonces él mandó a la multitud que se recostase sobre la tierra”. Una vez más recalcamos que el Señor hace las cosas con orden y de esta manera se impide que se produzca una avalancha con los consiguientes lastimados, como a veces sucede.



Miremos ahora los acontecimientos según el relato en Marcos 8:6, 7: “Entonces él mandó a la multitud recostarse en tierra. Tomó los siete panes, y habiendo dado gracias, los partió y daba a sus discípulos para que ellos los sirviesen. Y ellos los sirvieron a la multitud”.



No sabemos cómo se produjo el milagro. Creo que es posible que cuando el Señor Jesucristo parte los panes, los trozos o mitades de inmediato vuelven a tener el mismo tamaño que antes, y los discípulos al seguir partiendo esos pedazos, el proceso se vuelve a repetir.



Observen que no se nos dice que partió los pececillos (en el relato más breve de Marcos; en la secuencia de Mateo 15:36 los peces siguen el mismo curso que los panes).



Para mí es precioso meditar en esta escena. Allí está Jesús de Nazaret. En sus manos toma los siete panes y le da gracias a Dios por ellos. Ahora, supongamos que un hombre multimillonario recoge del piso una moneda de menor valor y acude al banco emisor para agradecerle por el bien recibido. ¡No tendría sentido!



Nada representa esa moneda ante la inmensa fortuna que el hombre posee. ¡Y todavía resulta inadecuada la comparación con respecto a nuestro Señor Jesucristo! Allí está él tomando con sus manos el producto de su creación y le da gracias a Dios por ello.



El Creador del universo, de los sistemas planetarios, de las estrellas gigantes y de las galaxias distantes, da gracias al Padre por esos siete panes.



Marcos 8:8: “Comieron y se saciaron, y recogieron siete cestas de los pedazos que habían sobrado”. Vinieron a Jesucristo para escuchar sus enseñanzas, trayendo familiares y amigos con diversas enfermedades. El Mesías primero los sanó y luego les dio amplia provisión para todas sus necesidades.



El hecho de que sobraron siete canastas nos demuestra que no era una ilusión psicológica colectiva, sino un milagro real.



Terminamos nuestra meditación con una cita de Lockyer:



“No debemos olvidar la lección de la gratitud. Jesús dio gracias y bendijo la comida, cambiando la pobreza en una fiesta real. El dar gracias es una bendición sobre nuestra comida diaria. Un corazón agradecido va a bendecir, y en un sentido, nuestro pan va a ser multiplicado. Jesús no se avergonzaba de dar gracias por las misericordias temporales”.



 



Temas para predicadores



- La compasión del Señor Jesús



- El poder del Señor Jesús (creando materia)



- Usando los recursos disponibles



-  Dios multiplicando nuestros pocos recursos



Tomado del libro: Un médico examina Los Milagros de Jesús. Publicado por la Casa Bautista de Publicaciones Editorial Mundo Hispano. Autor Dr. Roberto Estévez Carmona


 

 


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