Somos muchos los que estamos deseosos de ese "nuevo día" de Dios sobre nuestro país.
A veces me ha parecido que cuando alguien hace una proclama como esta, en realidad no va a suceder nada verdaderamente nuevo. Las frustraciones vividas, por haber albergado falsas expectativas, han sido tantas que difícilmente uno puede creerle a cualquiera que diga que lo nuevo de Dios ya está aquí y que, además, tal o cual ministerio será el catalizador de esas pretendidas "novedades" del cielo sobre nuestro país o sobre la Iglesia en el mundo.
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Lo cierto es que después de mucho tiempo, y hasta el día de hoy, todavía no han sido ciertos tales presagios. Sin embargo, en los últimos cuarenta años y especialmente en esta temporada de sucesivas crisis mundiales, el Espíritu del Señor está diciéndonos claramente, como nunca antes, que estamos ante un nuevo escenario espiritual y un alarmante cambio de paradigmas sociales y morales que nunca hubiéramos imaginado.
Después de tanta espera para recibir ese despertar espiritual sobre España que tanto anhelamos, todavía estoy convencido de que estamos a las puertas, "pronto saldrá a la luz" nos recuerda la voz profética. Aunque esto pudiera parecer predicar en el desierto del escepticismo de muchos, se acerca un temporal benigno de gran lluvia divina en estos años que tenemos por delante, no exentos de grandes turbulencias humanas. —“Vivir para ver, amigos”—
Las Escrituras manifiestan un acento especial sobre la palabra "nuevo o nueva". El Señor nos anuncia hoy, aquí y ahora, que Él "hace cosa nueva" y que pronto saldrá a la luz (Isaías 43:19). Esta declaración bíblica se convierte para algunos visionarios, como un servidor, en Palabra Viva. También Jesús afirma que "el vino nuevo, en odres nuevos se ha de echar", esto nos habla de un elemento nuevo y poderosamente fermentador como es el vino que viene del exterior, afectando a nuestro ser interior y además, nos sugiere que algo debe transformarse de viejo y resabiado, como son nuestras viejas experiencias y ciertos patrones desfasados, en un recipiente nuevo (un odre nuevo) para poder verter el vino nuevo del Espíritu y poder degustar las gracias de Dios como nunca antes.
Sin duda, esto tiene que ver con la obra interna, a la vez que externa, del Espíritu Santo en nuestra vida. El término "nuevo" es una de las palabras favoritas de Dios para describir un cambio radical e inminente. Aun los cristianos tenemos que volver una y otra vez a lo nuevo de Dios, "renovándonos en el espíritu de nuestra mente cada día".
No me atrevo a describir todo lo que intuyo del Señor para este tiempo nuevo, pero puedo asegurar en fe que será algo sorprendente, tanto en la forma como en el fondo de la cuestión. Somos muchos los que estamos deseosos de ese "nuevo día" de Dios sobre nuestro país.
Mientras amanece y huyen las sombras de la oscura y larga noche espiritual que hemos vivido hasta hoy, nos disponemos a recibir "esos nuevos tiempos de refrigerio de la presencia del Señor". Recordemos que Dios siempre cumple lo que promete
Esto no lo podemos provocar nosotros de ninguna manera, ni siquiera con los ayunos y oraciones suplicantes de ese remanente fiel de creyentes que incesantemente siguen clamando al Cielo por ese nuevo día (por supuesto que su clamor no resultará en vano). Lo que está a punto de suceder es un acto soberano de los designios divinos sobre España cual Nínive y esto se producirá solamente por la pura gracia de Dios (me reitero en ello). Por lo tanto, no hay ningún mérito en nosotros, aunque inconscientemente lo quisiéramos tener, porque algo grande y poderoso viene sobre toda la península ibérica en medio de un mar de conflictos humanos y nuevas convulsiones sociales, políticas y económicas impredecibles que seguirán sacudiendo las autocomplacientes estructuras humanas del mundo entero en los próximos tiempos.
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Por lo cual, me anticipo a decir con todo mi corazón que bienvenido sea el día de Su poder sobre todos nosotros, despidiéndome con esta doxología: ¡Solo a Dios y solo a Él sea toda la gloria! ... Amén y amén.
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