Al menos los creyentes, seguimos celebrando cada día, y con más énfasis en las fechas cercanas a fin de año, que Jesús nació, y lo hizo con un propósito.
La frase del título no es una pregunta, ni plantea dudas, es un hecho que, para millones de personas en este mundo, celebrar este acontecimiento cobra especial relevancia cada año cuando se acercan las fechas de adviento.
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En países como España y otros de occidente, cuyos cimientos constitucionales se afirmaron sobre los fundamentos y leyes bíblicas, se ha venido celebrando, con mayor o menor intensidad, el día en que el Señor nació de María, una joven virgen judía, que fue sorprendida por la revelación de un ángel del Señor, de que había sido escogida por Dios para dar a luz al Salvador de la humanidad. Este hecho, por sí solo, merece celebrarse, no una vez al año, sino cada día de nuestras vidas. Mas aún por aquellos que hemos experimentado un encuentro personal con el Hijo de Dios, que ha cambiado nuestra realidad.
En España, como es sabido, se celebra desde hace muchos años, pero lamentablemente con el paso del tiempo, se ha ido transformando en otra cosa, perdiendo identidad, seguramente por la pérdida de fe y valores bíblicos, que ha ido experimentando nuestra sociedad. No obstante, no todo se ha perdido, y, al menos los creyentes, seguimos celebrando cada día, y con más énfasis en las fechas cercanas a fin de año, que Jesús nació, y lo hizo con un propósito.
Sirva este preámbulo para animar al lector a considerar la importancia que tuvo el hecho hace más de dos mil años, y la importancia de recodarlo, al menos una vez cada 365 días.
¿En qué consiste esa importancia? Es bueno e importante celebrarlo, para que no caiga en el olvido de los que ya casi han perdido la fe. Es bueno recordarlo porque, aunque nosotros en occidente podemos hacerlo, hay millones en otros países, aquellos que figuran en la lista de países donde los cristianos son perseguidos por su fe, que no pueden celebrarlo abiertamente. Es bueno celebrarlo y tomar tiempo en oración, para que nuestros hermanos perseguidos por su fe, sientan que no están solos, que pertenecen a una gran familia que, cuando lloran, lloramos con ellos; y cuando ríen, nos alegramos de igual manera con ellos. Y no de una forma mística, sino real. Cuando ellos sufren, sufrimos nosotros, no en nuestra carne, pero si en nuestro espíritu, y eso nos hace levantar clamor al Dios del cielo para que les de fuerzas y valentía para no perder su fe.
En muchos de esos países, los cristianos anhelan celebrar a Cristo, su nacimiento y todo lo que significa para ellos, cómo el Señor les ha librado de las cadenas del pecado y les ha dado una libertad que no tenían, y aunque tienen prohibido predicar el evangelio y hablar de su fe, muchos lo hacen porque tienen la convicción de que el mandato de Jesús es ir y predicar a todas las naciones y hacer discípulos.
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Pero demasiadas veces deben tirar de imaginación y ser muy creativos, a pesar de su modestia y pocos recursos, para que las autoridades civiles y religiosas, no sospechen que están celebrando el nacimiento de Cristo.
La importancia que cobra este celebración es para ellos una muestra de fe y de esperanza en un mundo mejor, libre de pecado, de opresión política y/ religiosa, y donde puedan tener una verdadera libertad.
Nos llegan constantemente noticias del sufrimiento al que son sometidos por haber cambiado de religión. Son perseguidos, azotados, humillados, apaleados, encarcelados, por abandonar sus religiones y creer en otro “dios”. Pero el testimonio de Cristo en ellos, el poder del Espíritu Santo, les impulsa a seguir creyendo y teniendo fe en Dios, hasta las últimas consecuencias, que, más habitualmente de lo que creemos, es la propia muerte.
En un tiempo en el que los medios de comunicación se están encargando de difuminar la verdad del advenimiento de Jesús para dar su vida por todos, es importante hablar a los que nos rodean, con palabras o sin ellas, del mensaje del evangelio. Hacerlo traerá buenos resultados. Los que estén perdiendo la fe, podrán recuperarla, los que no la tienen, podrán recibirla, y nuestros hermanos en países con persecución, recibirán en el espíritu fuerza y vitalidad para seguir adelante, con Cristo, y, dentro de sus posibilidades, compartiendo su fe.
La importancia para nosotros es también la de poder declarar, mostrar, proclamar, nuestra fe, y dar testimonio de Jesús, del amor de Dios hacia todas las personas, crean en Él o no, tengan fe o no, tengan otra religión o ninguna.
Hoy se hace más necesario que nunca celebrar la venida del Señor a la tierra, porque la situación a nivel global se va pareciendo mucho, sino es que la ha superado ya, a la de las ciudades de Sodoma y Gomorra, que fueron destruidas por su pecado.
Hoy el pecado está abundando más que nunca en la historia. Hay una persecución en marcha contra todo lo que es cristiano, al punto de que en estos días altos cargos de la Unión Europea han dicho que el cristianismo es un mito y que Dios ha muerto, en un nuevo intento de hacer callar la fe de los cristianos, que es una forma de persecución.
Animo a todos los lectores a orar por nuestro hermanos de la iglesia perseguida para que de alguna manera, con la ayuda de Dios, puedan celebrar cada día, y en especial en las fechas señaladas para tal propósito, la Navidad, que no es otra cosa, que recordar con agradecimiento que Dios Padre envió a Su Hijo para rescatar a todas las personas.
Dios tenga misericordia de ellos y de nosotros para que sigamos celebrando sin cesar el advenimiento de nuestro Señor Jesucristo. Celebremos la Navidad.
¡Feliz Navidad!
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