Su gracia sigue siendo más que suficiente para mí, y no lo cambiaría por absolutamente nada en este mundo.
“La gracia que no cambia mi vida, no salvará mi alma”.
“Cuando Dios se convierte en “el consolador”, ninguna angustia puede permanecer por largo tiempo”.
“La escritura no dice ”tú debes mejorar”; sino “te es necesario nacer de nuevo”.
C. H. Spurgeon
Llegó un momento muy esperado por mí durante algunos años, un viaje a Israel que como tantas otras cosas tuvo que esperar cuando llegó la pandemia, y entre ese tiempo me sucedieron tantas cosas….. y cuando casi ni me acordada, llega el anhelado viaje en el momento menos oportuno a mis ojos. Siempre recuerdo la típica frase de mi hermana… “Te apuntas a un bombardeo, de verdad…” Tiene razón, siempre fui así y disfruto de viajar, conocer nuevos lugares, diferentes horizontes, aprender, vivenciar….. pero cuando menos se piensa, la vida comienza a cambiar, los padres se hacen mayores, vienen mil historias añadidas y multitud de cosas que el Señor permite en nuestras vidas.
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Estaba pasando por un período difícil con mi mamá, de esos que atraviesan todas las personas de su edad, su condición física y demás, y en una de mis salidas, en palabras de mi hermana… “bombardeo a mil por hora”, torsioné una rodilla en la que tenía un menisco roto hacía bastantes años, pero que me había dicho el médico, en el momento que me ocurrió una caída en una noche oscura de lluvia, que esperara, me pasaría el dolor y cuando fuera necesario ya me operaría. Pasaron unos cuantos años sin que me acordara de la rodilla en absoluto, hasta el día en que salió de nuevo el tema; pero corregido y aumentado. Tuve que buscar médico, hospital, pruebas… me moría de dolor y en el momento que menos podría desear. Cuando el doctor me vio y me tocaba en los puntos neurálgicos que él conocía, yo volaba por los aires de dolor, tenía toda la zona muy inflamada y le vi cara de preocupación, me pidió unas cuantas pruebas y, con un poquito de …. no sé definir qué sentimiento por dentro, dada mi situación actual, y sabiendo que tenía a las puertas un viaje esperado y querido, hice lo que me mandó. Iba callada y serena pero… podía ver la cara del médico, del radiólogo… y me pasaron por la mente mil cosas. Me dijo el último, como tengas los tendones rotos, prepárate para operar y mucho tiempo de fisio después; yo tragaba saliva y mi corazón estaba sereno, pero a la vez se arremolinaba mi mente con mil pensamientos.
Cuando recogí los resultados y regresé al médico con ellos, me dijo: no te preocupes, solo es el menisco, está roto, pero no es momento de operar, sería supercomplicado con tu madre así, vamos a esperar y cualquier cosa me hablas. Respiré hondo, pero no le dije lo del viaje, un lugar donde se camina muchísimo, se suben y bajan escaleras a montones, y lo peor siempre eran las bajadas profundas, de las que no me perdí ni una.
Iban pasando los días y me ocurrieron más cosas de las que nadie pudiera pensar, cosas que quedan entre el Señor y yo, pero era todo como si realmente no tenía demasiado claro lo que debía de hacer.
Una noche en la que mi esposo regresaba tarde de un viaje corto y mi mamá ya estaba en cama, no pude evitar echarme a llorar, todo aquello me superaba, tenía que ir sola, me encontraba bajo mínimos y mil cosas más, entonces hablé con una muy querida amiga y hermana, le dije… no sé que hacer, me contestó, ¡vete, te va a hacer mucho bien, necesitas salir, y cuando estés allí, no olvides pasar un rato en el Muro de las Lamentaciones! Lo cierto es que aquello me sorprendió un tanto, pero sabía muy bien con quien estaba hablando.
Era una noche fría y de lluvia y mi esposo tardó algo más de lo habitual; yo seguía sola, entonces fui a la fuente preciosa de mi vida y abrí mi corazón en canal ante aquel que todo lo sabe y todo lo ve, y le dije... lo que él ya sabía. En el silencio de la noche pude escuchar como hablaba a mi alma con ese amor infinito que solo él tiene y sabe demostrar…. Hija mía, lo sé, lo sé todo, absolutamente todo, incluso aquello que tú no sabes; sé como estás, sé lo que te preocupa, pero así quiero llevarte, en debilidad y en total dependencia de mí. Te quiero llevar al desierto y te hablaré al corazón ¡déjame a mí, mi niña! Cerré mis ojos y me quedé dormida con esa paz profunda que solamente mi Señor me puede dar.
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Fui, y regresé; en todo el tiempo me pasaron muchas cosas, muchas que quedan entre mi Señor y yo, esas que solo se cuentan en la intimidad o se comparten cuando sabes que han sido tan importantes para ti, que debes de sacar de lo más profundo para ayudar a quien sea.
Cuando, casi al final, llegó el momento de visitar y estar un buen rato en el muro de los lamentos, y sabiendo todo lo que tenía que saber, los papelitos con las oraciones y demás….. y después de pasar el control exhaustivo que hay que pasar, primero disfruté muchísimo de cosas bonitas como ir con mis hermanas y amigas y fotografiarnos lavándonos las manos en aquellas jarras de las bendiciones. Luego quise ir al muro sola y de cerca. Sé perfectamente que no lo necesito, ni papel ni ninguna historia parecida, tengo acceso directo al trono de la gracia, pero simplemente deseaba ir. Me vino a la mente la historia de las dos oraciones allí, del fariseo y el publicano, y me dio muy igual lo que pudiera pensar cualquiera; dejé apoyar mi cabeza sobre el muro, cerré mis ojos, y oré a mi Señor.
Hace mucho que murió en el Calvario por mí, el velo del templo se rasgó, y podría estar en mi casa o en cualquier otro lugar. Ya sé que era algo simbólico, pero me lo pedía el corazón: le di las gracias a mi Dios porque, aunque aquello ya no era necesario, me lo pedía el alma. Comencé con las mismas palabras que el publicano y luego…. vertí mi alma y corazón ante el Dios de mi vida, le entregué mis cargas, me dejé quedar un ratito, y me fui.
Hoy, ya de regreso, doy las gracias a mi Señor por todo lo visto y vivido, por el calor y cariño de mis hermanos… Jamás me faltó un brazo donde apoyarme o un… ¡ánimo, tú puedes! Y sólo puedo agradecer a cada uno, de modo más que especial al que me dijo aquella noche entre mis lágrimas….. ¡Mi niña, te llevaré al desierto y te hablaré al corazón! Así ha sido y así os lo he contado; me llevó en mi más profunda debilidad pero, como de costumbre…., su gracia sigue siendo más que suficiente para mí, y no lo cambiaría por absolutamente nada en este mundo.
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