Mi libro de Navidad

Es un libro que fui escribiendo a lo largo de varios diciembres. En años pasados, durante la temporada de Adviento y Navidad, escribí artículos relacionados con el tema del anuncio y nacimiento de Jesús. Unos fueron publicados en el diario mexicano La Jornada, otros en Protestante Digital. Hice una selección de los escritos originales y el resultado conformó un libro, titulado La eternidad en un pesebre. Escritos de Navidad. Gracias al talento y trabajo de amigos/hermanos la obra circulará en unos días. Yo escribí el libro, pero ellos se conjuntaron para darlo a luz. Agradezco a Juan Rangel Delgado el diseño y diagramación de interiores; a Juan Carlos Alarcón la bella cubierta que artísticamente forjó; a Óscar Báez Hernández (Kabod Ediciones), Aarón Cortés Herrera y Ángel Barrón (Librería Papiro 52) por atreverse a ser los editores; y a donadores que facilitaron fuese impreso el libro. Finalmente, mi gratitud a Harold Segura (Director del Departamento de Fe y Desarrollo de World Vision-América Latina), quien con magnanimidad escribió el prólogo, el cual reproduzco:

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¡Navidad, Navidad! Tiempo de villancicos, saludos, regalos, celebraciones familiares y, aún para muchos, de ceremonias religiosas. Disfrutamos esas rutinas, aunque, no hay por qué negarlo, muchas veces abruman por el tedio de la repetición. En mi caso, Navidad es también tiempo de lecturas. Algunas las selecciono con antelación, las ubico en un lugar especial de mi biblioteca y, allí esperan, hasta cuando el calendario marca el inicio de la temporada cristiana de Adviento (que comienza cuatro domingos antes del 25 de diciembre). Para este año, mi primera lectura (relectura reposada y juiciosa), será el libro que tenemos entre manos, el escrito por mi admirado amigo, el pastor y profesor Carlos Martínez García. Debo confesar que ya tenía en mi lista uno dedicado a los aspectos histórico y políticos de la primera Navidad, por cierto, también escrito por un académico mexicano. Pero el de Martínez García tendrá, en esta ocasión, el primer lugar.

Lo he leído, esta primera vez de manera panorámica, con una enorme emoción. Su libro nos regala el fruto de muchos años (mejor no decir cuántos) de estudio que Carlos le ha dedicado a explorar el significado teológico de la Navidad, pero, en que, en su caso, no se ha quedado con la mera profundidad teológica, sino que ha entablado un diálogo interdisciplinario con la literatura, la historia y el arte. El estilo es el de un escritor que se comunica con mucha facilidad ante un público amplio y diverso, no siempre experto en los temas que aborda, pero sí interesado en desentrañar bajo la maestría de su pluma los temas que él nos propone. He oído decir que a este estilo se le llama divulgativo, porque expone conceptos especializados con un lenguaje comprensible. Un arte que pocos poseen y del cual el autor hace gala.

Dos de estos artículos fueron originalmente publicados en el reconocido diario mexicano, La Jornada, y todos dan sobrada muestra de la calidad estilística que sus amigos le hemos reconocido. Por cierto, la primera vez que lo conocí de manera personal fue en un encuentro de la Fraternidad Teológica Latinoamericana, en la ciudad de Santo Domingo, República Dominicana. En esa ocasión, quizá él lo haya olvidado, habló de su amigo personal, el célebre escritor y periodista Carlos Monsiváis (1938-2010). Habló breve, pero suficiente para que comprendiéramos, años después en mi caso, de la procedencia de su estilo, la pertinencia de sus temas y la profundidad de los compromisos sociales que le caracterizan como escritor. 

El autor de La eternidad en un pesebre. Escritos de Navidad, escribe sobre la encarnación de Dios, encarándose el mismo en las realidades más sentidas de nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños. Cada uno de los temas nos interpelan, como individuos y como sociedad, para pensar en la Navidad, no como una histórica inocua, ocurrida siglo atrás y que hoy solo serviría para inspirar villancicos y adornar nuestras celebraciones familiares, sino, como el rasgo más representativo del Dios bíblico, que, dejando las alturas de los cielos, asumió la condición de ser humano para enseñarnos esperanza y alentarnos a luchar a favor de la vida justa y digna. 

De esta encarnación social y humana, Carlos escribe con el respaldo de su propio testimonio de vida, siempre al servicio de las más nobles causas, ya sea desde su vocación pastoral o desde su función como académico o escritor. Él nos invita a transitar la Navidad buscando nuestra propia encarnación integral, como bien la califica él, es decir, visualizando el pesebre “a la luz de la cruz”; asumiendo nuestras propias entregas y compromisos, porque Navidad es una fiesta de trasformación.

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Este es un texto para soñar con las posibilidades de un mundo nuevo (un mundo otro), como lo soñó Jesús y como lo cantó María, su madre, en el Magníficat. En esas estrofas que, como bien afirma nuestro escritor, recuerdan “el carácter subversivo del Mesías descrito por el profeta Isaías”. Es un texto para acompañar la Navidad con las lecturas de los profetas que anunciaron la venida del Niño y los evangelios de Mateo y Lucas que narraron, cada uno a su manera, lo que significaría Aquel nacido en el pesebre para la situación de miles de niños y niñas que nacen en mezquinos pesebres construidos a espaldas de los pomposos palacios de Herodes, de los de ayer y de siempre.

Este carácter pastoral y profético del texto que hoy tengo la alegría de presentar, no se queda en la referencia, indispensable por cierto, de los textos bíblicos. El libro va más allá y, como ya decía antes, entabla un animado diálogo con la literatura, el arte, la historia y otras disciplinas más. A esta mesa llega un cuento de Oscar Wilde, El gigante egoísta; varias obras literarias de Charles Dickens, entre ellas la infaltable Canción de Navidad y su personaje Ebenezer Scrooge; la novela de Ignacio Manuel Altamirano, La Navidad en las montañas, y otros autores más. 

A la mesa no podía faltar la historia, esa que ha acompañado a Carlos por varias décadas como acucioso investigador. Llega así el incendiario (por lo de fuego santo) sermón del misionero español Antón Montesinos, pronunciado en el Adviento de 1511 y que inspiró el testimonio valiente del dominico Bartolomé de las Casas. El análisis de este sermón cuenta con las observaciones que del mismo hace Gustavo Gutiérrez, ese otro dominico, en este caso peruano, al que con razón se le atribuye el surgimiento de la teología latinoamericana de la liberación. 

Las conversaciones van y vienen; los interlocutores son muchos y entre todos ellos, en el centro, el Niño. El anfitrión es Carlos Martínez García, quien con destreza admirable ahora nos invita también a nosotros a sentarnos con todos ellos y a celebrar esta Navidad como lo que es, fiesta cristiana de la máxima revelación de Dios. Yo, por ahora, aguardo el inicio del Adviento. Ya he ocupado mi silla de invitado y celebraré con ustedes la dadiva de Dios en el Niño del pesebre. Esta vez lo celebraré con el nuevo libro de Carlos. ¡A la salud de todos, leámoslo y celebremos que el Niño ya nació!