Nuestra permisividad termina al arrepentirnos

Al finalizar el artículo anterior mencionamos que en su carta el Señor de la iglesia advirtió a los que se congregaban en Pérgamo que había “unas pocas cosas” de las que esos fieles debían arrepentirse. Eran cinco cosas en total: tener comunión con falsos creyentes; contemporizar con herejes; comer de lo ofrendado a ídolos;  molestar a los israelitas; ser sexualmente promiscuos.¹

[ads_google]div-gpt-ad-1623832500134-0[/ads_google]

En principio, llama la atención que el Señor Jesucristo, en oposición a la positiva valoración cualitativa que terminaba de hacer de esa iglesia, acto seguido considerase como “pocas” cosas tan negativas como esas.

En efecto, como vimos en el artículo anterior, en la balanza de la justicia divina pesó mucho la disposición de los fieles pergamenos de estar dispuestos a dar la vida con tal de no negar su fe en Jesucristo. Pero, en el otro platillo de la perfecta balanza del Señor, los malos hábitos de esa iglesia parecieran pesar menos. Comprenderemos mejor esta relación en cuanto repasemos el contexto histórico-geográfico que le otorga verosimilitud.

Conviene recordar que la acción transcurre a fines del siglo I, en un mundo dominado por el poder ‘grecorromano’. En ese enorme territorio en el que se imponía la ‘civilización clásica’; todos los países que lo conformaban eran influenciados por la lengua, cultura, religión, economía, gobierno, instituciones sociales, militares y políticas de los poderosos griegos y romanos. La extensión de tal dominio se transformó en ‘el mundo mediterráneo’².

Para tener una idea aproximada de tales influencias, consideremos solo una de ellas: el politeísmo grecorromano. Baste mencionar que la mitología griega tenía en Zeus al Rey de los dioses; él era el supervisor del universo desde el monte Olimpo. Llamado ‘padre de los dioses y de los hombres’, como tal reinaba tanto a hijos como a bastardos. Junto a él estaba Atenea, (también conocida como Palas Atenea); la hija de Zeus y Metis era la diosa de la guerra, la civilización, la sabiduría, la estrategia, las artes, la justicia y la habilidad.

Tal fama incluía su perpetua virginidad, y se extendía en todas las colonias de Grecia, incluyendo España, el norte de África y la India. Se le rendía culto de muchas maneras, llegando a sincretismos con otras divinidades y religiones. La Reina de los dioses fue Hera (Juno para los romanos); hija de Rea y Cronos en la mitología griega, era la hermana y luego esposa legítima de Zeus. Considerada diosa del matrimonio recibía sacrificios de vacas y pavos reales.

  La diosa Deméter (Ceres para los romanos) aparece antes del Olimpo en el himno homérico a Deméter (siglo VII a.C.) con que se la venera como ‘la portadora de las estaciones’. Se la adoraba como diosa de la agricultura, del nutrimento de la tierra verde, del ciclo vivificador de la vida y de la muerte, la protectora de la sagrada ley del matrimonio. En tal escenario, ya consideramos la advertencia que recibe esa iglesia por causa de los ‘balaamitas’; ahora el Señor Jesucristo agrega otra: “Asimismo, tú también tienes a los que se adhieren a la doctrina de los nicolaítas.” ³

¿Qué significaba tal declaración? Para comenzar, ya vimos que el adjetivo masculino y femenino ‘nicolaítas’ aparece solo dos veces en toda la Biblia, ambas en el libro de Apocalipsis. En la carta a la iglesia en Éfeso el Señor Jesucristo coincide con los efesios en aborrecer los hechos de los nicolaítas; ⁴ mientras que en la carta a la iglesia en Pérgamo, Él advierte a los pergamenos por su permisividad para con los adherentes a su doctrina. Jesucristo aborrece tanto las obras como la doctrina de los nicolaítas. De modo que a quienes primero encomendó, ahora condena debido a su permisividad.

A lo largo de los dos milenios transcurridos hubo diversas opiniones tanto sobre el ‘balaamismo’ como del ‘nicolaísmo’. Dando por sentado que el segundo apelativo refiere a alguien llamado Nicolás, indaguemos quién era este. Ese nombre propio significa: el que se enseñorea sobre el pueblo. Según el Evangelio, uno de los siete discípulos que fueron escogidos por la iglesia de Jerusalén para servir a las mesas, se llamaba Nicolás ⁵.

Como datos curiosos digamos que existen los que explican que uno de los errores doctrinales de los nicolaítas era considerarse una casta especial con poder de dominio sobre las iglesias locales; el clero enseñoreándose de los laicos o pueblo común. El Evangelio de Jesucristo no hace tal diferencia.

Entre los llamados ‘padres de la iglesia’, Ireneo ⁶ decía que este Nicolás fue un falso creyente convertido en apóstata; un hereje que, aprovechando su fama, arrastró tras sí a un buen número de creyentes hacia su falsa doctrina, poniendo tropiezos a los hijos de Israel, incitando a comer de lo sacrificado a los ídolos, y a fornicar libremente.

Por su parte, Clemente ⁷, decía que los nicolaítas “Se abandonan como animales al placer y a una vida de auto indulgencia;” que pervertían la gracia reemplazando la libertad con el libertinaje.

[ads_google]div-gpt-ad-1623832402041-0[/ads_google]

¿Hay ‘nicolaítas’ en las iglesias locales? Aun considerándose un imperfecto testigo del Evangelio de Jesucristo, el autor de estos artículos asume la responsabilidad de afirmar que ve las versiones actuales de aquellas costumbres, hábitos y tradiciones impuestas por el apóstata Nicolás, en las prácticas cultuales y seculares de miembros de casi todas las congregaciones que conoció a lo largo de su extensa vida. No queda recurso alguno para salir de esa esclavitud actual, que acatar la orden del Señor de la iglesia a los de Pérgamo, hace dos mil años: 

“Por tanto, ¡arrepiéntete! Pues de lo contrario vendré pronto a ti y pelearé contra ellos con la espada de mi boca.” ⁸

Antes que ensayar mis propios comentarios sobre esta orden divina a la iglesia en Pérgamo, prefiero recurrir a varios comentaristas bíblicos serios. De algunos de ellos comparto la traducción que he efectuado de sus textos originales:

“La visión errónea de la doctrina del Evangelio y de la libertad en Cristo, fue la raíz de la amargura de la cual crecieron malas prácticas. El arrepentimiento es un deber, tanto de las iglesias, como de organizaciones humanas y de los individuos en particular. Los que pecan juntos, debieran arrepentirse juntos.” Matthew Henry.⁹

“Aunque la oposición de Jesucristo sería contra la iglesia por tolerarlos, principalmente estaría dirigida contra los nicolaítas. Si ella se arrepentía y separaba del mal, entonces el Salvador no vendría contra ellos. Caso contrario, sentirían la venganza de su espada actuando en castigo.” Albert Barnes ¹⁰ 

"Arrepiéntete; da la vuelta y ve para el otro lado. Detente; deja de tolerar el compromiso mundano, el yugo desigual con el mundo pagano y su impureza, inmoralidad e indulgencia con los pecados culturales. La iglesia de hoy no debe dejar de excluir a los incrédulos de la comunión del cuerpo de Cristo; esto incluye a los que vienen a la asamblea a adorar a Cristo, luego regresan a sus lugares y caen en los pecados de la cultura. Siempre nos alegramos cuando los incrédulos vienen y escuchan el mensaje, pero no pueden participar con el pueblo de Dios hasta ser hijos suyos.” John Macarthur. ¹¹

En conclusión: si reconocemos que nuestra permisividad es el origen de costumbres, hábitos y tradiciones que van en contra de Dios, detengamos nuestro andar. Reflexionemos aferrados a la Palabra de Dios; la que sale pronto¹² de la boca del Señor Jesucristo como espada de dos filos, lista para separar a justos de injustos. Demos la bienvenida a los incrédulos que ven coherencia entre nuestra conducta y el Evangelio que predicamos. Por supuesto, que deseamos que ellos sean redimidos por el Señor; tanto, como que los creyentes pecadores reciban Su gracia y perdón.

Pero, si somos permisivos estamos en un grave doble peligro. No solo el peligro de ser invadidos por la cultura dominante, sino el peligro de recibir el castigo del Señor. No lidiar con la mundanalidad, ser tolerantes con ella, es dar lugar al juicio del Único Justo Juez.

Padre eterno: ayúdanos a no caer en seductoras tentaciones; a no tolerar a los que practican celebraciones satánicas. Haznos fieles testigos de tu santidad, justicia, amor y gracia.  Que Tu santa voluntad sea hecha en nosotros, como lo es en el Cielo. Para gloria de Jesucristo. Amén.

-------ooooooo0oooooo-------

Referencias

1.    Apocalipsis 2: 14-15.

2.  Tal territorio abarcó, en su máximo momento de esplendor, las cuencas de los mares Mediterráneo y Negro (excepto las estepas rusas) y amplias zonas del Próximo Oriente (con presencia difusa y hasta Asia Central y la India) y Europa Occidental (hasta el Rin).

3.    Ibíd. 1; versículo 15.

4.    Apocalipsis 2: 6. El escritor chino Watchman Nee (1903-1972) sostuvo que así se llamaba a quienes establecieron el domino de las jerarquías sobre la iglesia; en referencia a un grupo de personas que se consideraban a sí mismas superiores a los creyentes comunes

5.    Hechos 6: 5.

6.    Ireneo, nacido en Esmirna, es conocido como Ireneo de Lyon (130 – cerca de 202) y reconocido por su lucha contra las herejías propias de las sectas gnósticas, que asumían tener un conocimiento intuitivo y misterioso de las cosas divinas.

7.    Clemente, nacido en Atenas,  es conocido como Clemente de Alejandría (150 – entre 215 y 217) y reconocido por su controvertido enfoque del Evangelio desde la cultura grecorromana en la cual había sido formado.

8.    Apocalipsis 2:16.

9.    Matthew Henry (1662 – 1714) autor galés.

10.  Albert Barnes (1798 – 1870), autor estadounidense.

11.  John Macarthur; expositor bíblico; iglesia “Gracia para Ti” en Panorama City, LA, Ca. EUA.

12. El adverbio de tiempo PRONTO está al inicio de este libro: “La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto”. Apocalipsis 1: 1a.