Me reconforta saber que en medio de todo y por encima de ello, existe un Dios, un Dios con mayúsculas.
“El hijo de Dios se hizo hombre, para que los hombres pudieran ser hijos de Dios”.
«Mi argumento contra Dios era que el universo parecía tan cruel e injusto ¿Pero de donde tengo yo la idea de justo e injusto? Un hombre no llama a una línea torcida a menos que sepa lo que es una línea recta”.
C. S. Lewis
Tan solo hace unos días y en medio de mucho movimiento en mi vida, una noche resonó con suavidad y fuerza al mismo tiempo dentro de mí, el título de una película que supongo que la mayoría hemos visto: Hijos de un dios menor. Estoy demasiado acostumbrada a que me ocurran cosas así, ni estaba buscando nada ni cosa por el estilo; pero supe reconocer la voz de mi Señor; quería que me parara en ella y en la temática que nos trae, triste, dulce, especial…
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Sarah Norman es una atormentada joven sordomuda que trabaja como limpiadora en una escuela para personas con problemáticas de esos modos en Nueva Inglaterra, en Estados Unidos. Un nuevo profesor de dicción, James Leeds, llega al centro y la anima a abrirse a los demás por medio del aprendizaje de la lengua hablada. Sarah, que utiliza únicamente el lenguaje de signos, se resiste al cambio, a pesar de lo cual surge una atracción entre los dos, que inician una relación profunda; aunque sus diferencias y la obstinación de ambos en mantener sus puntos de vista tensan tanto esa relación, que la sitúan al borde de la ruptura. James insiste en enseñarle a hablar y ella se siente muy presionada. Sarah toma la decisión de abandonarle y se marcha a vivir con su madre, con quien, gracias a este reencuentro, logra la reconciliación perdida.
James se enamora de una joven y preciosa sordomuda, a la que la sociedad no ha tratado nada bien. Sarah es tozuda y no quiere aprender. Prefiere seguir aislada, distanciada de todo y de todos, a pesar de que es muy inteligente. Gracias a su amor, James entenderá mejor el mundo de los sordos, y Sarah tratará de salir de su hermetismo. Esta historia me resulta de lo más emotivo, tierno y hasta convincente; una impresionante película, en la que los sentimientos siempre están en tensión y a flor de piel.
Este melodrama a la antigua usanza que obtuvo un gran éxito en su día, fue nominado para los premios Óscar a mejor película, actor principal, actriz principal y secundaria, y guión adaptado. De todos ellos, sólo consiguió la estatuilla la debutante actriz sordomuda Marlee Matlin, en una de las mayores sorpresas que se recuerdan en la historia de estos premios.
Cuando vivimos en un mundo y en una época tremendamente conflictivos, con una pandemia por terminar, pero que aún no se ha ido del todo, muchas personas con secuelas tremendas a causa de la COVID-19, mucho de lo cual no se dice ni se comenta, más bien trata de ocultarse; un mundo entre guerras y rumores de guerras, hambre, pobreza, nuevas enfermedades o variantes de algunas que creíamos erradicadas, ciclones, huracanes y volcanes que arrasan con todo, me acuerdo de la historia de James y Sarah, y pienso que en medio de todo lo que vivimos actualmente, todavía quedan problemas así, todavía existen amores de ese modo, y me reconforta saber que en medio de todo y por encima de ello, existe un Dios, un Dios con mayúsculas que quiere serlo de todos y no hace de menos a nadie; porque es el creador de los unos y los otros, sufre por personas como Sarah, sufre por cada una de sus criaturas que llora, se compadece de los que le temen, y en medio de tanta barbarie e incluso –siento si suena mal…- perversión de muchos modos, siguen existiendo historias y amores al estilo James y Sarah, con el triunfo de un amor muy fuerte, real y verdadero. Es bueno el título de la película, pero no es real, Dios es con mayúsculas, un Dios impresionante que nos ama a todos sin diferencias, y nos acoge a todos bajo la sombra de sus alas eternas, si se lo permitimos.
Las palabras que escuché aquella noche y que me llevaron a escribir esta pequeña reflexión, también me llevan a dedicar a todos aquellos que por alguna razón se sienten “Hijos de un dios menor”, una de las canciones más bellas escritas nunca: Solo pienso en ti, de Victor Manuel, cantada años después en directo con Miguel Ríos. Y mientras tanto, les hablo del Dios precioso del amor perfecto que bajó a este mundo para morir por todas sus criaturas y hacerlas sus hijos a través de la sangre de Cristo.
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