Lo que hace posible todo el ciclo hidrológico son algunas curiosas propiedades de este “líquido elemento”.

El agua es capaz de adoptar tres estados físicos (líquido, sólido y gaseoso) a las temperaturas habituales que se dan en la Tierra. Los mares, los glaciares y las nubes son claros ejemplos de estos tres estados diferentes.

Sin embargo, semejante característica es algo extraordinario e inusual entre los miles de sustancias existentes en el planeta.

No se conocen otros compuestos de la corteza terrestre, ni de la atmósfera, capaces de adoptar estos tres estados de la materia en las condiciones ambientales propias del planeta azul.

Las rocas y los minerales siempre suelen estar en estado sólido a temperatura ambiente. Nunca se las ve derretirse o evaporarse. Lo mismo pasa con otros gases atmosféricos, como el oxígeno o el nitrógeno, que no se condensan ni solidifican a las temperaturas propias de la Tierra.

Sólo las moléculas de agua (H2O) son capaces de adoptar estos tres estados a temperatura ambiente y por tanto permitir el ciclo hidrológico en la biosfera.

Se ha calculado que, gracias a tal fenómeno natural, cada día se evaporan alrededor de 875 kilómetros cúbicos de agua oceánica en el mundo y que en unos 3000 años toda el agua de los océanos atraviesa la atmósfera y regresa de nuevo a las cuencas oceánicas, por medio de la evaporación y la precipitación.[1]

Nunca llega agua del espacio exterior. El agua terrestre es siempre la misma y se recicla continuamente. La que bebemos nosotros hoy, ya la bebieron también nuestros antepasados. ¿No es esto algo sorprendente?

Es poco viscosa

Una segunda propiedad del agua es su baja viscosidad. Se llama “viscosidad” de un líquido a la resistencia que éste opone a deformarse.

Por ejemplo, la miel, el aceite o los champús son mucho más viscosos que el agua porque oponen más resistencia a la deformación. Se mueven con dificultad, mientras que el agua es mucho más fluida, se adapta rápidamente a cualquier superficie o continente y se desplaza rápidamente.

Esta alta movilidad del agua permite que circule velozmente por los arroyos y torrentes de las montañas hasta llegar al mar, cerrándose así el ciclo.

Pero, a la vez, gracias a esta baja viscosidad del agua, que también forma parte de los fluidos corporales, la sangre puede desplazarse eficazmente por el torrente sanguíneo y por los órganos de animales y humanos.

Se trata de una propiedad física que tiene numerosas consecuencias para la vida.

Si la viscosidad del agua fuera algo mayor de lo que es, su poder erosivo sobre las rocas se vería notablemente disminuido y no sería eficaz.

Sin embargo, cuando todas estas propiedades del agua actúan juntas, la erosión y meteorización que producen resultan notablemente eficientes. El ejemplo más significativo del poder erosivo del agua es el de las famosas cataratas del Niágara (entre Estados Unidos y Canadá).

Se cree que hace unos 12.000 años, este salto de agua estaba situado unos 11 kilómetros río abajo, en la localidad de Lewiston.[2] Lo cual indica que el río erosiona unos 30 centímetros de roca cada año.

En el siguiente artículo seguiremos explorando las maravillosas propiedades del agua para hacer posible la vida en la Tierra.

1. Denton, M. 2022, The Miracle of Man, Discovery Institute Press, Seattle, pp. 33-34.