La historia de Shivani no es única. Muchas mujeres como ella se encuentran atrapadas entre la violencia doméstica que sufren y la opresión por causa de su fe por parte de sus parientes y comunidades.
Shivani es un ejemplo de lo que significa sufrir la persecución por razón de su sexo y su fe en India. Además de sufrir la discriminación por ser mujer, sufre el rechazo por ser cristiana. Sin embargo, se mantiene firme, consciente de que es Dios quien cuida de ella.
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Shivani no ha tenido una vida fácil. Siendo una joven madre de dos hijos, ha sufrido un nivel extremo de violencia doméstica y, además, la oposición por parte de su comunidad por razón de su fe.
“Mi matrimonio fue concertado por mi familia”, dice Shivani. A los pocos meses de casarse, descubrió que su marido era muy diferente a lo que ella conocía de él: era un hombre alcohólico y extremadamente agresivo.
Eran muchas las noches en las que el marido de Shivani no regresaba a casa, pasando las horas con sus amigos en los bares, bebiendo y gastando el dinero de la familia en apuestas y alcohol. “Tenía trabajos esporádicos, pero el dinero que ganaba no cubría las necesidades de la familia. Dependíamos de mis suegros”, cuenta Shivani.
Peores eran las noches en las que el marido sí volvía, ya que, cuando llegaba, estaba borracho y regañaba a Shivani por cuestiones insignificantes para, posteriormente, maltratarla físicamente. La vida de Shivani era un auténtico infierno.
Los años pasaban, y Shivani no lograba quedarse embarazada, lo cual suponía una vergüenza para la familia. Además del abuso constante por parte de su marido, comenzó a ser presionada por la familia, quienes deseaban tener un heredero.
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En aquella época, alguien compartió sobre Jesús a sus suegros.“Mi suegro fue el primero que creyó en Jesús, y quiso que toda la familia se convirtiera al cristianismo. Decía que solo así podría quedarme embarazada. Al principio me negué, pero tuve varios abortos y oré: Jesús, si existes, dame un hijo”.
Dios no tardó demasiado en responder aquella oración y, al poco tiempo, Shivani tuvo un precioso bebé. “Jesús me demostró que estaba vivo y que se preocupaba por mí, así que le entregué mi vida”.
[photo_footer]Shivani en su salón de belleza.[/photo_footer]
Desgraciadamente, la felicidad no duró demasiado. Los suegros de Shivani se apartaron de la fe y trataban de impedirle que asistiera a la iglesia. La situación ahora era peor que antes de la conversión, ya que, a la situación de maltrato que vivía en casa se le sumaba la persecución religiosa que sufría por parte de sus parientes y su comunidad.
Poco tiempo después Shivani volvió a tener otro bebé. Aquello no hizo sino agravar la situación económica de la familia. La comunidad y los parientes culparon a Shivani: “Dijeron que había robado el dinero y me había hecho cristiana. Difundieron rumores sobre mí, mancillando mi reputación, e incitaron a mis suegros a que me presionaran más. Mis propios hijos comenzaron a odiarme”.
No es casualidad que se dijeran esas cosas de Shivani. Es una de las estrategias de los que quieren obligar a los cristianos de trasfondo hindú a volver a su religión natal. Añadidas a las que dijeron sobre Shivani, dicen que un ciudadano indio no puede ser cristiano, porque esa religión es extranjera, cuando la fe cristiana ha estado presente en India desde el primer siglo. Por lo tanto, cristianos como Shivani necesitan buenas armas para protegerse de estos ataques.
Shivani prosiguió orando, rogando a Dios que la ayudara: “No tenía tiempo ni privacidad para orar, así que oraba dentro de mi corazón mientras hacía las tareas del hogar. Le pedía a Dios que me ayudase y proveyese un medio con el que cubrir las necesidades familiares”.
Finalmente, la respuesta llegó: “Dios abrió un camino. Una de mis amigas tenía un salón de belleza; al ver mi situación, tuvo compasión y me ofreció un curso de formación gratuito para poder gestionar un salón de este tipo. Iba allí y aprendía todo lo que podía; a cambio, la ayudaba”.
Fue en aquel momento cuando los colaboradores de Puertas Abiertas se pusieron en contacto con Shivani y supieron de sus dificultades, ofreciéndole apoyo económico para montar un pequeño salón de belleza. “Al principio, el negocio se vio afectado por la pandemia, pero ahora está empezando a ir bien. Llegan nuevas clientas a las que les gusta mi trabajo y se convierten en habituales”.
“A pesar de mis aflicciones estoy llena de esperanza. Dios se acuerda de mí y, en mi interior, yo sé que me guarda como a la niña de sus ojos. Mis hijos también me apoyan ahora, y me tranquilizan diciéndome que están conmigo a pesar de que todos los demás estén contra mí. Eso me da fuerza”.
La forma en que Shivani reconoce a Dios en medio de sus dificultades es algo que podemos aprender de ella. No han desaparecido todos sus problemas. Sigue sufriendo el desprecio de su familia y vecinos. Sin embargo, Dios ha provisto para cubrir sus necesidades económicas por medio del salón de belleza y ella reconoce su mano en ello. Es precioso ser inspirado a creer en la provisión de Dios cuando se ven brotar pequeños atisbos de esperanza.
La historia de Shivani no es única. Muchas mujeres como ella se encuentran atrapadas entre la violencia doméstica que sufren y la opresión por causa de su fe por parte de sus parientes y comunidades. Gracias a la colaboración de los Compañeros de Oración de Puertas Abiertas, Shivani tiene ahora un futuro. Hay muchas como ella. Nuestra labor es encontrarlas y devolverles un futuro y una esperanza.
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