En el mundo hay millones de madres se enfrentan diariamente a grandes dificultades para atender las necesidades de sus familias por el hecho de seguir a Cristo.
¿Puede una mujer olvidar a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Aunque ellas se olvidaran, yo no te olvidaré.
Isaías 49:15
Conociendo el vínculo que se forma entre una madre y su hijo o su hija mientras está embarazada se entiende lo difícil que es para ella olvidarse de él. Es un vínculo único. Un hijo no deja de ser hijo ni siquiera cuando tiene sesenta años. Las madres quedan conectadas a sus hijos de por vida y hay pocas cosas más duras para ellas que ver a uno de ellos morir antes que ellas.
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Charity es una madre nigeriana de un pueblo del noroeste de Nigeria llamado Guyaku. Se estaba bañando por la tarde preparándose para descansar después de un día duro de trabajo. Los niños estaban fuera jugando cuando llegó su hermano avisando del ataque de Boko Haram. No había tiempo para pensar. Había que huir inmediatamente porque los integrantes de Boko Haram no dejaban con vida al que se quedara en la aldea.
Charity y su familia huyeron al bosque en busca de un lugar de refugio para esconderse de los terroristas. Ella creía que sus hijos le habían seguido hasta la cueva donde se encontraba, pero cuando empezó a llamarlos, no hubo respuesta. Su hija pequeña iba cogida de su mano cuando huyeron, así que ella no se había separado de su madre, pero los dos mayores, en algún momento de la huida, tomaron otra dirección y acabaron en otro lugar. Charity no sabía qué les había pasado.
Finalmente, los disparos, los fuegos y el ruido de los terroristas se fue alejando por el camino. Dejaron atrás destrucción y cenizas. Lo que cabía en sus vehículos, se lo llevaron, y lo que no cabía, lo destruyeron. Quemaron las casas. Derruyeron el templo de la iglesia. La aldea quedó arrasada.
Charity volvió al montón de cenizas que representaba lo que había sido su casa. Estaba desesperada. No le interesaba la comida porque sus hijos mayores estaban desaparecidos. Otros jóvenes habían muerto y temía que sus hijos estarían entre ellos.
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Al cabo de una semana o dos, preparando algo de comer, Charity oyó unas voces conocidas gritando su nombre. ¡Eran sus hijos! ¡Estaban vivos! Corrió hacia ellos y los abrazó recobrando la esperanza. Había recuperado lo que temía haber perdido, a su hijo y su hija, los dos mayores. Su tesoro más preciado.
Su historia no acaba allí porque tenía que enfrentarse a la ruina en la que se había quedado su casa y todas sus pertenencias. Todo lo que había tenido fue robado o destruido por Boko Haram. La intención de este ataque era desalentar a Charity para que escogiera vivir en otro lugar más seguro facilitando el establecimiento de un califato islámico en la región.
Puertas Abiertas se enteró del ataque y acudió al lugar con ayuda humanitaria para Charity y las otras familias afectadas por el ataque. Ayudaron a reconstruir el templo de la iglesia. Pero había otra necesidad menos visible que tenían las personas de Guyaku.
Tenían una herida interna. El trauma. Todo lo sufrido por el ataque les hirió en su interior. Sin ayuda, no serían conscientes de esa herida y tampoco sabrían tratarla. Especialistas en tratamiento postraumático fueron a Guyaku a ayudar a Charity y a otros a tratar sus heridas del alma. Charity sanó muy bien y estaba tan agradecida por lo que había recibido que quería ofrecérselo a otros que habían sufrido como ella.
Así que, fue entrenada para tratar el trauma de otras personas. Un día, Charity se fijó en una niña que no jugaba con el resto de los niños y se acercó a ella para preguntarle cómo estaba. Sin decir nada, empezó a dibujar algo parecido a una pistola en el polvo del camino. Charity le preguntó qué significaba ese dibujo y la niña le dijo que, si le dejaban unirse a los militares, ella sola se encargaría de matar a todos los que habían causado estos destrozos.
Charity le dijo que lo que sentía era normal pero que el odio y el rencor no son la mejor respuesta ante incidentes de este tipo. Lo único que sana las heridas de nuestro corazón es el perdón. Cuando perdonamos a los que nos atacan, sanamos en nuestro interior. Eliminamos el odio y el rencor y lo cambiamos por amor.
Charity sigue viviendo en Guyaku. Ha vuelto a construir su casa. Sus hijos viven con ella y pueden trabajar juntos, gastarse bromas y reír.
Ella es una madre que ha sufrido los estragos de la persecución a causa de su fe en Cristo. Hay madres que han pasado por situaciones aún más difíciles y otras que no han sufrido tanto como ella. Sin embargo, es importante saber que, en el mundo hay millones de madres se enfrentan diariamente a grandes dificultades para atender las necesidades de sus familias por el hecho de seguir a Cristo.
Cristo les ha dado esperanza de vida eterna. Esta esperanza vale más que cualquier comodidad física que esta vida pudiera dar. La inmensa mayoría de estas madres, con tan solo abandonar su fe cristiana, podrían mejorar su vida física. No están dispuestas a sacrificar la vida eterna por un bocado de pan. Han entendido que, al morir a esta vida, salvarán su vida para siempre.
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