Dios fue el primero en perdonarnos a nosotros en Cristo.
“El que es incapaz de PERDONAR es incapaz de AMAR”.
Martin Luther King
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No hace mucho leí algo que me pareció precioso, era algo referido a una mesa y las muchas cosas que nos podemos encontrar y vivir en ella, hasta llegar a la gran mesa celestial.
Lo cierto es que era no era exageradamente temprano en la mañana, y no pude detenerme a leerlo con todo el regusto que hubiera querido en aquel momento; pero me hizo un bien infinito, y precisamente pensando en nuestra mesa en estos días, una mesa que siempre estuvo llena de gente, niños llorando o riendo, varias generaciones disfrutando… y tantas y tantas cosas bonitas, algo que en los últimos años parece haber desaparecido del planeta y de nuestro pequeño mundo familiar, me paré a pensar en estos días, en nuestra mesa para cenar en plan… “lareira”... Está más llena de lo habitual, y aún cuando para mí el trabajo es doble y va a trocitos, todo se convierte en una especie de maravilloso lujo, algo como tener con nosotros a uno de nuestros hijos que vive lejos, y después de haber acostado a mi mamá, que si no fuera porque se le hace muy tarde se uniría a la fiesta, hacemos lo posible por dejar a un lado lo más rápido que podemos los trabajos habituales. El tener hambre o no tenerla no importa demasiado, aparece de repente estando juntos. Los saludos y demás a través de red de mensajería -a no ser que sean urgentes- se “aparcan” y nos sentamos con mucha gana para tomar lo que sea, felices por el simple motivo de estar juntos, charlar mientras comemos, y lo que normalmente se haría en poco tiempo, para muchas otras veces seguir trabajando, se alarga y se alarga…
Al pensar en reconciliación y perdón, uno de los temas que tocaba aquello que había leído, repasé con calma una despedida donde se arreglarían cosas muy duras, precisamente en una mesa, y después de unas cuantas cosas no demasiado hermosas, vino el abrazo de perdón y las preciosas lágrimas de la reconciliación.
Como todos sabéis, estoy pensando en Jacob y su tío Labán, cuando Jacob huye de allí con sus dos esposas. En el momento en el que Labán se entera, corre a perseguir a su familia y se encuentran al séptimo día en Galaad; y Dios, como hizo en otras ocasiones, habló y previno en sueños a Jacob en cuanto a la huida y a su comportamiento.
Habían ocurrido episodios muy dolorosos; pero después de muchos tira y afloja, discusiones, preguntas, respuestas, defensas… en el fondo se quieren, se perdonan y le ponen nombre al lugar donde ocurrió algo tan precioso.
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En el sitio del encuentro, construyen una especie de montecito de piedras para que quedara como recuerdo y señal; Labán le da nombre en arameo, su lengua; Jacob en hebreo, la suya, y a nosotros llega como, “Montículo de testimonio” Galaad. Sus vidas discurren separadas; pero a pesar de esa preciosa mesa de perdón, y de que tanto tío como sobrino… venían de una misma casta de engañadores, había algo que los diferenciaba de modo muy importante: Jacob había conocido a Dios de un modo especial, no el que le había transmitido su madre, en aquella tremenda noche de sueños y realidad bajo la luz de la luna y las estrellas, en Betel; y pese a todo lo sucedido con Rebeca e Isaac, Jacob y Esaú, Dios cumplió con lo prometido que se manifiesta de un modo tremendo y poderoso en Peniel.
Podríamos estar horas analizando todo esto, pero no es mi intención. Comenzamos con algo que me encantó de un escrito de lo que puede suceder alrededor de una mesa, he pasado por mi vida personal y mis alegrías alrededor de nuestra mesa, pero desde un principio, quiero llegar al tema de la reconciliación y el perdón, imprescindibles en nuestro andar cristiano y en nuestro caminar hacia el cielo.
Permitid que os traiga algunos beneficios espirituales que trae consigo el perdón:
- Nos sana.
- Nos libera.
- Libera a quien nos ha herido o hecho daño de algún modo.
- Nos rescata a nosotros mismos de rencor, raíces de amargura…
- Nos lleva a recuperar a nuestros hermanos.
Y aunque os pueda parecer poco espiritual, considerad unos cuantos beneficios sicológicos del perdón:
- Relaciones más sanas.
- Mejor salud mental.
- Menos ansiedad, estrés, y hostilidad.
- Presión arterial más baja.
- Menos síntomas de depresión.
- Un sistema inmunitario más fuerte.
- Mejor salud cardíaca.
- Mejor autoestima.
Permitid también que recapitule un poco…. Mesa, problemas, enemigos, acusaciones, verdades y mentiras... sobre o, según la versión bíblica o fuente que leamos, al lado de una mesa de piedras. Pero lo importante es que hubo perdón y también reconciliación. Luego os he dejado beneficios de todo esto; pero no puedo terminar sin ver algunas cosas que nos dice la Escritura sobre este tema:
“El que perdona la ofensa cultiva el amor; el que insiste en la ofensa divide a los amigos”. (Proverbios 17:9)
“Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo”. (Efesios 4:32)
“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial.” (Mateo 6:14)
Me encanta este tema y el Señor nos lo recalca una y otra vez en su Palabra, conoce bien todo lo que se desprende de ello, Dios fue el primero en perdonarnos a nosotros en Cristo.
¡Y para cuánto nos dio todo lo que puede suceder en una mesa, de lo cual yo sólo tomé una parte!
Termino con la preciosa frase con la que comenzó este artículo: “El que es incapaz de PERDONAR es incapaz de AMAR”. (Martin Luther King)
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