El gran teatro del mundo

El 27 de marzo se celebra, entre otras cosas, el Día Mundial del Teatro. La primera obra de la que tenemos constancia en castellano en la literatura española es el Auto de los Reyes Magos (S. XIII), breve representación sobre la adoración que los sabios de Oriente rindieron al niño Dios.

[photo_footer]Ilustración de ArteMagaral.[/photo_footer]

En la actualidad, el teatro se ha desvinculado de la Iglesia pero en su origen, al menos en España, empieza a tener éxito dentro de la misma, cuando los únicos que sabían leer y escribir en latín eran los clérigos, quienes ante una población medieval analfabeta, intentaban escenificar a su manera algunos pasajes de las Escrituras con tal de que el pueblo llano se aproximara a las mismas. La cosa fue cogiendo tal calibre que algunas de estas representaciones “bíblicas” fueron introduciendo muchos elementos “mundanos” y se hizo necesario darle la primera patada al género para sacarlo a las puertas de las mismas iglesias. Así, ya no se representaba dentro sino fuera, y de aquellos pórticos, con el tiempo, se trasladó a la Plaza del pueblo, donde se introdujeron elementos tan importantes como el escenario. De aquellas plazas públicas medievales se pasó a los corrales de comedias en los Siglos de Oro y de ahí al teatro tal y como hoy lo conocemos desde el XVIII en adelante. Poco a poco, el teatro se profesionalizó como espectáculo centrado en el entretenimiento y la diversión, tanto como lo pudo ser el cine en el siglo XX. 

Entre nuestros dramaturgos clásicos más importantes tenemos a Lope de Vega y a Calderón de la Barca. Cervantes luchó por estar entre los mejores, pero no fue su fuerte. Volviendo al segundo, por ejemplo,  encontramos el tópico de la vida como representación en El gran teatro del mundo, y también la confusión y el desengaño entre lo que creemos y vivimos en La vida es sueño. 

De manual es que el teatro se escribe para ser representado, no leído. Unos actores interpretan personajes con los que nos podemos identificar, pero hoy el teatro está en crisis, a pesar de que nunca antes, como decía Calderón “fingimos lo que somos y seamos lo que fingimos” en nuestro espacio individual, nuestra red social que es al mismo tiempo escenario propio y platea universal desde donde los demás contemplan el papel que interpretamos.

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Jesús no hacía teatro, pero sí contaba historias al aire libre y utilizaba aquellos elementos sencillos que estaban a su alcance. Además, solía proponer siempre varios personajes también cercanos a su auditorio. Podríamos decir que era un gran contador de historias que al final, por un lado o por otro, desembocaban explicando algún principio del Reino de Dios. 

Nosotros hoy somos más de “stories”. Me pregunto qué pasaría si volviéramos más a aquel sencillo arte, dramático o no, del maestro… qué ocurriría si en lugar de hablar de nosotros mismos cada día en los medios digitales nos humanizáramos más contando las mismas historias que él contaba a un mundo que no sabe leer ni escribir el evangelio.