Presidentes atípicos

El siglo 21 ha sido pródigo en darnos, en esta parte del mundo, una cantidad de presidentes que podríamos calificar de atípicos por haber surgido, algunos de ellos, desde suelos poco abonados por la mezcla político-académica.

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Para señalar solo algunos, podríamos comenzar mencionando al ex presidente de la República Oriental del Uruguay, don José Mujica Cordano quien hizo sus primeras armas revolucionarias siendo aun un muchacho, militando en el movimiento Tupamaro. Estuvo preso, soportó la represión,  ganó las presidenciales en 2010 y cuando cumplió su periodo de mandatario, abandonó la casa de gobierno, salió a la calle, se subió a su viejo escarabajo VW el que echando humo por la mufla, lo llevó a su casita de campo que nunca abandonó y allí reanudó su vida de hombre frugal satisfecho con casi nada. Casi nada de bienes materiales pero multimillonario en sabiduría y humildad.

Se afirma –aunque hay quienes lo desmienten—que alguna vez Fidel Castro dijo: “Cuando en los Estados Unidos haya un presidente negro y en el mundo un papa latinoamericano, Estados Unidos vendrá a hablar con nosotros”. Contra todos los pronósticos, el 20 de enero de 2009 Barack Obama, de la raza negra, asumía la presidencia de los Estados Unidos como el mandatario número 44. Y el Papa latinoamericano se aposentó en el Vaticano el 2013; sin embargo, el pronóstico de Fidel no se ha cumplido e incluso con los dos presidentes que lo han heredado en la Casa Blanca, esa esperanza del líder cubano pareciera haberse alejado.

En el Perú acaba de asumir la Presidencia otro hombre humilde, tipo José Mujica o incluso Evo Morales. Pedro Castillo, surgido de los estratos más humildes de la sociedad peruana arrastra con él una prolongada y nada fácil carrera política. Con una preparación académica que lo habilita para ocupar cargos públicos, debe moverse en aguas políticas muy revueltas que amenazan a cada paso dar al traste con sus mejores planes para beneficiar a las grandes mayorías pobres de su país. Se ha hecho famoso, a nivel internacional, por su sombrero “chocano” que lo acompaña adondequiera que vaya.

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Y finalmente, tenemos en Chile al presidente más joven de la historia del país. Con sus 36 años, Gabriel Boric Font ha ido de salto en salto hasta llegar a donde está ahora. Partió con la “revolución de los pingüinos” acompañado por un puñado de líderes estudiantiles que hoy algunos ocupan cargos de ministros, llegó a la Cámara de Diputados y de ahí, a la Presidencia de la República. Aparentemente enemigo de la corbata y de los trajes elegantes que caracterizarían a cualquier ciudadano “normal” en llegar a la Presidencia, pareciera empeñado en otras cosas. Con Boric, está a punto de comenzar una nueva etapa de la sociedad chilena. Esperemos a ver qué pasa.