Dentro de poco más de dos meses llegaré a los 88. Ochenta y ocho años es tiempo suficiente para cruzar el Jordán sin apuros ni zozobras.
De veras te aseguro que cuando eras más joven te vestías tú mismo e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te vestirá y te llevará adonde no quieras ir (Jesús a Pedro. Juan 21.18).
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Nos gusta pensar en la vida; muy pocas veces en la muerte. Fuimos creados para vivir; y vivir eternamente; sin embargo, algo que ocurrió en los orígenes de la raza humana, canceló ese plan, estableciendo en su lugar la finitud que dio origen al ciclo de: nacer, crecer, reproducirse y morir.
En estos días –y desde hace un tiempo—he venido pensando bastante en morir; morir a los ochentitantos; morir no como un fenómeno universal sino como algo a lo que tendré que enfrentarme en cualquier momento. Por supuesto, como ser vivo, no me gusta la idea, pero no tengo miedo. Y para no tener miedo, hay que estar preparado para cuando llegue el momento “del gran salto”.
En Israel hay un río muy mentado y que ha sido protagonista de muchas de las historias del pueblo hebreo: el Jordán. Cuando Dios llevó a los israelitas por el desierto desde Egipto hasta la Tierra Prometida, el último obstáculo que tuvieron que vencer para tomar posesión de aquel territorio fue cruzar el Jordán. Con el tiempo, se ha generalizado la idea entre creyentes del relato bíblico (yo entre ellos) de que cruzar el Jordán es pasar de esta vida temporal a la vida eterna; esa que no tiene fin. El cruce histórico de los israelitas, contado en forma admirable en el libro de Josué, pudo lograrse gracias a la relación estrecha que había entre Dios y su pueblo. Al otro lado del río estaba todo lo que Dios había prometido. Igual cosa ocurre en el cruce que tenemos que hacer todos los seres humanos: si Dios está presente en ese momento (el de la muerte), “al otro lado” encontraremos todo lo que Él ha prometido. ¿Y si Dios no está? ¡Buena pregunta!
Dentro de poco más de dos meses llegaré a los 88. Ochenta y ocho años es tiempo suficiente para cruzar el Jordán sin apuros ni zozobras.
El rey David, que compuso muchos de los salmos de la Biblia, escribió: “Los días de nuestra edad son setenta años; y en los más robustos son ochenta años. Con todo, su orgullo es molestia y pesar, porque pronto pasan, y volamos”.
¡Cuánta razón tuvo David al escribir lo que escribió!
Foto: Relevo generacional ineludible. El abuelo y dos de sus nietas adolescentes.
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Nota del autor
No acostumbro a pedir reacciones a lo que escribo. De todas formas, llegan de uno u otro lado. Siempre habrá alguien que quiera decir algo acerca de lo que lee. En esta ocasión, se me ocurrió la idea –que no es del todo mala—de enviar el artículo a un grupo selecto de mis amigos y pedirles que escriban algo sobre “Morir a los ochentitantos”. Entre a quienes pedí el favor hay evangélicos de diversos trasfondos, católicos, librepensadores. Son todos para mí personas muy especiales. Lo que cada uno dijo podrá leerse a continuación.
Reacciones
Sabemos lo que nos espera al otro lado1
Muy interesante, Eugenio. Cumplí 84 y el lunes empiezo los preparativos para la intervención en mi corazón, de manera que morir a los ochentitantos no es nada nuevo para mí. La Biblia es bien clara en que todos están condenados, no importa donde hayan nacido, no importa cómo se vistan o como hablan o lo que coman, solo hay una excepción: No hay condenación para los que están en Cristo Jesús. Así que cruzar el rio Jordán. para los que están en Cristo no debe ser ninguna aventura, pues sabemos lo que nos espera al otro lado. Excelente tu articulo Chico. Saludos, (TSV, Estados Unidos).
Espero ver al Señor cara a cara
Me gusta tu artículo pero a cualquier edad Dios puede llamarnos a pasar el Jordán. Hay que estar preparados siempre. Mi padre, que no era un hombre religioso, decía: Prisa no tengo pero la maleta la tengo hecha.
Yo también y espero ver al Señor cara a cara y disfrutar de su presencia (PGC, España)
Disfruta [la vida] con los tuyos
Tú lo dices: 88 años, tiempo suficiente para morir sin zozobras.
Es razonable suponer que a esa edad, el ser humano ha cumplido todas, o casi todas, sus metas en cuanto ente social. Lo haya hecho bien, regular, o mal, lo ha hecho. Ha sido su vida. Lo que le pudiera quedar por hacer es lo mínimo y por eso no debiera preocuparse. Si lo ha hecho mal, deberá responder por ello, y en 85, 88, o 90 años creo se adquiere la suficiente experiencia y el suficiente valor para enfrentar el crucial momento de atravesar el Jordán. Ahora, de cómo nos va a ir al otro lado, ya no es cosa nuestra. Simplemente nos dejaremos llevar. ¿Hacia dónde? Tampoco es cosa nuestra. Como siempre se dice: “Dios dirá…”.
Pero, por otra parte, si uno a esas edades se siente bien y con la cabeza aún pensante, ¿para qué partir? Es posible que aún queden cosas por hacer y de lo cual no nos hayamos dado cuenta. Que es necesario pensar en la muerte, sí lo es. Pero por ahora te aconsejo que mejor pienses en la vida. Disfrútala con los tuyos. Y no les digas que hoy has pensado en la muerte. ¿Tamos? (FAZC, Chile)
Tampoco le tengo miedo a morir
Leí con interés este texto…, pues yo ya dejé atrás los 86. Nuestra diferencia de edad no es tanta…
Comienzo diciéndote que tampoco le tengo miedo a morir. Sé que es el destino de todo ser humano, creyente (sin importar el nombre que le dé a su dios o a sus dioses) o no creyente (que probablemente sea creyente en un dios innominado) y al margen de las esperanzas que tenga (incluida la esperanza del nihilismo). Sí temo partir de esta vida sin terminar todo lo que me haya correspondido hacer.
Dos observaciones se me vienen a la mente en relación con tu texto.
La Primera tiene que ver con la pregunta que haces y con la exclamación que añades (“¿Y si Dios no está? ¡Buena pregunta!”). Creo que con ella dejas “la puerta abierta”, con lo que me parece que reflejas una actitud no dogmática. Y considero que ello es bueno.
La Segunda está en relación con tu referencia a la interpretación que han hecho algunos (muchos) evangélicos del cruce del río Jordán como imagen del “otro cruce” que todos tenemos que hacer. Tal interpretación no toma en cuenta que los hebreos de aquellos tiempos no creían en vida después de la muerte. (La referencia directa a la resurrección, en Daniel, corresponde a una etapa muy tardía. Ese libro fue escrito apenas unos siglos antes de nuestra era, y por ello, en la clasificación que los judíos hacen de las Escrituras Hebreas, tal libro no aparece entre los Profetas –Isaías, Jeremías-Lamentaciones, Ezequiel y los 12 profetas menores–, sino entre los Escritos). Por tanto, aquel uso se debe, como señalas, a una interpretación cristiana (o de algunos sectores cristianos), no judía. La preguntas es esta: ¿es legítima? Creo que no. Y lo creo por dos razones: una, porque la promesa de la dación de la tierra al otro lado del Jordán estaba condicionada a la acción de los propios israelitas. Dios le dijo a Josué: Esta es la tierra que te doy. Levántate y tómala; y dos, porque “al otro lado” los israelitas se encontraron con un montón de problemas a los que tuvieron que hacer frente…, lo que me parece que inhabilita ese “escenario” como símbolo del “cielo cristiano”.
Bueno, esa es mi interpretación del relato de las Escrituras. Si crees que estoy equivocado, me gustaría escuchar tu opinión. (PBA Costa Rica).
La esperanza no avergüenza
Querido Eugenio:
Gracias por habernos dado a leer tu valiente escrito, y por el mismo hecho de haberlo escrito. No estamos ante una teorización de quien ve la muerte como en un futuro muy lejano, sino ante la visión realista de quien, como dices, lleva tiempo pensando en ello. Quienes vamos en la misma dirección, aunque unos pocos años después, valoramos tu entereza al plantarle cara al tema y ser capaz de verbalizar tus pensamientos y sensaciones al respecto.
Valoro tu frase “no tengo miedo” como la de mi padre a las mismas puertas de su muerte con noventa y dos años: “Señor, tengo miedo”. No es que me dé lo mismo una afirmación y su contraria. La una y la otra las valoro por su autenticidad y sinceridad, cuando uno ha dejado muy atrás la época de los disimulos. Mi padre añadió: “Hace cuarenta años que confié en ti, y ahora sigo confiando en ti”.
¿Y si Dios no está? Te preguntas y nos preguntas. Hasta parece una pregunta impropia y prohibida, indigna de un creyente. La pregunta escuece porque todos, de una manera o de otra, en un momento u otro de la vida, nos la hemos formulado y, siendo sinceros, no tenemos una respuesta concluyente para ella. Solo puedo decir una cosa: la esperanza no avergüenza. Si Dios no está, tampoco nosotros estaremos.
Te deseo de todo corazón que la distancia entre la despedida y la materialización sea todavía muy grande y dilatada.
Un abrazo muy grande. Dios te bendiga (LRD, España).
Eppur si muove
Interesante y provocativo artículo, el suyo, colega. Sin embargo, y, aún con fecha de expiración, hacemos nuestro el texto: "Él ha hecho todo apropiado a su tiempo. También ha puesto la eternidad en sus corazones; sin embargo, el hombre no descubre la obra que Dios ha hecho desde el principio hasta el fin", de Eclesiastés.
Yo, como racionalista al fin y al cabo hago mía la frase de rebeldía de Galileo "eppur si muove" para protestar, decente, y, con respeto ante el hecho que, mientras más avanzamos en edad, descubrimos que quisiéramos hacer más en el tiempo que tenemos por delante... pero lo intentamos. (GS, Estados Unidos)
Nos aferramos a la vida con dientes y muelas
Acabo de leer el documento. Igual que tú, pienso bastante en la muerte, no es que quiera morir, como me dicen a veces los coristas, porque canto muchos himnos sobre el tema. No, nos aferramos a la vida con dientes y muelas, pero llegará el día de mojar las patitas en el Jordán. Pido al Señor que sea en paz con Dios y los hombres. Un abrazo y, ánimo, te queda mucha soguilla todavía. Me gustó. Un abrazo. (EHJS, Chile).
¿Y tú que lees, qué opinas?
Notas
1 Justo momentos antes de enviar este material a Protestante Digital, recibí el siguiente mensaje de mi amigo TSV:
“Se me ha complicado la existencia ya que la cauterización de mi corazón no se llevó a cabo debido a que encontraron tres de las arterias bloqueadas en un 90%. Se ha programado de urgencia una cirugía de corazón abierto para el martes 2 de marzo. No voy a decir que no estoy asustado pero, en realidad, estoy agradecido a mi Dios que me trajo hasta aquí a través de tantos problemas médicos. Creo que de esto me va a sacar otra vez. Ya hice una reunión familiar y les informé de los planes finales. En tanto pueda mover los dedos te escribiré sobre los resultados; o si no, nos veremos en la presencia de nuestro Dios y Padre Celestial. Gracias por tu amistad. Y chao, por ahora.
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