Muchos católico romanos (y también muchos observadores no católicos), están perplejos, si no consternados, por un Papa que parece decir y no decir, argumentar a favor de algo y socavarlo, afirmar una posición y contradecirla al siguiente suspiro.
Entre las muchas cosas desconcertantes introducidas por el Papa Francisco, su enseñanza (magisterio) es quizás el nivel que resultó más impactado por el Pontífice argentino. Los contenidos de sus encíclicas, exhortaciones apostólicas, bulas, discursos, entrevistas ocasionales, etc., han sido calificados como "inciertos", "en movimiento", "ambiguos", "matizados", a veces incluso "heréticos", ¡y por católicos romanos!
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Muchos católico romanos (y también muchos observadores no católicos), acostumbrados a asociar el magisterio papal con una forma autorizada, coherente y estable de enseñanza doctrinal, están perplejos, si no consternados, por un Papa que parece decir y no decir, argumentar a favor de algo y socavarlo, afirmar una posición y contradecirla al siguiente suspiro. Como jesuita, el Papa Francisco tiende a utilizar un estilo equívoco, una forma de argumentación dudosa e incompleta, una lógica "abierta", un tono coloquial, si no casual, y un rasgo pastoral que a menudo carece de claridad y coherencia. Oficialmente, la enseñanza del Papa se inscribe en el contexto de las tradiciones históricas de la Iglesia. En este sentido, nada cambia. Sin embargo, en realidad Francisco está acentuando la dinámica de desarrollo e inclusión del catolicismo romano tal como surgió del Vaticano II (1962-1965). De acuerdo con esta tendencia, si bien hay un sentido en el que nada cambia, todo se replantea, se reexpresa y se actualiza. El lado "romano" de la enseñanza no cambia, mientras que el lado "católico" sí lo hace.
Un libro reciente del teólogo católico romano siciliano Massimo Naro, Protagonista è l’abraccio. Temi teologici nel magistero di Francesco [2021: El Protagonista es el abrazo. Temas teológicos en el magisterio de Francisco] es una guía útil en el universo teológico del Papa Francisco. Desde el principio, Naro reconoce que la teología del Papa Francisco es "una propuesta innovadora" incluso si se compara con las tendencias de actualización del Concilio Vaticano II.
Sobre todo, hay que tener en consideración el vocabulario del Papa. Si quieres intentar entrar en el mundo de Francisco aquí están sus palabras centrales: "iglesia madre", "pueblo fiel de Dios", "espiritualidad popular", "misericordia", "sinodalidad", "eclesiología poliédrica", "procesos para iniciar", "periferias existenciales", "humanismo solidario", "conversión ecológica", "diálogo" y “fraternidad y hermandad" (p. 19). No todas las palabras son nuevas; algunas de ellas son términos que ya han sido utilizados en la enseñanza católica romana, pero que ahora reciben un nuevo matiz o un significado distinto por parte de Francisco.
Naro sugiere además que hay dos marcos teológicos que dan sentido a sus palabras, a saber, la "teología del pueblo" y la "teología de la misericordia". Para Francisco la teología no parte de la revelación bíblica ni de los principios abstractos de la enseñanza oficial de la Iglesia, sino de las historias comunes y cotidianas de los hombres y mujeres que deben ser acogidos y afirmados en sus contextos y recorridos vitales particulares. Esta atención al "interior" del mundo y al nivel en que vive la "gente" le empuja a elevar las formas de espiritualidad popular como auténticas experiencias religiosas. No se escandaliza por las situaciones "irregulares" de la vida en las que se encuentran las personas, por ejemplo, el divorcio, la cohabitación o las relaciones entre personas del mismo sexo. En lugar de enseñar una norma externa (en teología o en moral), el Papa comienza donde la gente está asumiendo que donde están, hay algo bueno que necesita ser afirmado.
Según Francisco, el "pueblo" no es el receptor pasivo y obediente de un magisterio eclesiástico de arriba abajo sino sujetos activos cuyas experiencias religiosas son verdaderas y reales (aunque no cuadren con los patrones tradicionales) y por tanto, deben formar parte de la propia enseñanza. El "pueblo" hace la enseñanza tanto como las autoridades eclesiásticas de la Iglesia romana la promulgan.
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No hace falta ser un teólogo entrenado para captar cómo esta versión de la "teología del pueblo" está lejos de la creencia evangélica de que la Escritura, como Palabra inspirada de Dios, es la fuente por la que Dios enseña, reprende, corrige y entrena. ¿Y a quién entrena? No a los que quieren afirmar sus propias experiencias y estilos de vida sino a los que desean arrepentirse del pecado y reformar sus vidas siguiendo el camino indicado por la Biblia. Desde una perspectiva bíblica, la "teología del pueblo" de Francisco no tiene el criterio externo de la Palabra de Dios, que cuestiona los corazones, las prácticas, los hábitos pecaminosos, etc. y forja una nueva humanidad siempre abierta a la renovación en un proceso de santificación permanente.
La misericordia es otra palabra clave en el magisterio del Papa. En su forma de expresarlo, la misericordia es "el puente que une a Dios y al hombre, abriendo nuestros corazones a la esperanza de ser amados para siempre a pesar de los límites de nuestros pecados" (Bula de Indicción del Jubileo Extraordinario de la Misericordia Misericordiae Vultus, n. 2, 2015)[1]. En esta densa frase hay un punto teológico estratégico. Entre otras cosas, como escribe el cardenal Matteo Zuppi en la introducción, el Papa quiere decir que "en el centro del mensaje bíblico no está el pecado, sino la misericordia" (p. 16). En palabras de Naro, la teología cristiana debe liberarse del "hamartiocentrismo" (p. 93), es decir, de la centralidad del pecado. El pecado debe ser sustituido por la omnipresencia de la misericordia de Dios que "puede ayudarnos a liberarnos del hamartiocentrismo y a redescubrir la ternura de Dios" (p. 114). En su opinión, el Papa Francisco ha sustituido el pecado por la misericordia en el centro de su mensaje.
En la teología del Papa, el pecado es a lo sumo "el límite humano" (p. 91), pero no la ruptura de la alianza, la rebelión contra Dios, la desobediencia a sus mandamientos o la subversión de la autoridad divina que da lugar al justo y santo juicio de Dios. Si el pecado es un "límite humano", entonces la cruz de Cristo no expió el pecado sino que sólo manifestó la misericordia de Dios de forma ejemplar. Las palabras utilizadas por el Papa son las mismas que las de la fe evangélica (por ejemplo, misericordia, pecado, gracia, evangelio), pero se les da un significado diferente al del evangelio.
[destacate]Si el pecado es un "límite humano", entonces la cruz de Cristo no expió el pecado sino que sólo manifestó la misericordia de Dios de forma ejemplar.[/destacate]Francisco lo ve todo desde la perspectiva de una metafísica de la misericordia que se traga el pecado sin pasar por la propiciación, la expiación o la reconciliación, que la cruz de Jesucristo realizó para dar la salvación a los que creen en Él. Si todo es misericordia y el pecado es sólo un límite, el mensaje resultante es fundamentalmente diferente del evangelio bíblico.
La enseñanza tradicional católica romana (desde el Concilio de Trento hasta el Catecismo de la Iglesia Católica de 1992) entra en conflicto en puntos cruciales con la fe evangélica resumida en los lemas de la Reforma "Sólo Cristo", "Sólo la Escritura" y "Sólo la Fe". El relato "popular" y "misericordioso" del evangelio que enseña el papa Francisco es otra variante "católica" de la desviación sobre la que se estableció la iglesia de Roma y sobre la que, tristemente, sigue avanzando.
Notas
[1] La traducción al inglés del texto papal en el sitio web del Vaticano es borrosa e incorrecta. Dice "el puente que une a Dios y al hombre, abriendo nuestros corazones a la esperanza de ser amados para siempre a pesar de nuestra pecaminosidad" (cursiva añadida). Sin embargo, el texto oficial en latín dice "praeter nostri peccati fines", que debe traducirse como "a pesar de los límites o fronteras de nuestros pecados", como traducen correctamente las versiones italiana, francesa y española.
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