De guerra y paz

Por Mati Sanchiz

Si pensábamos que esto no podía empeorar, estábamos equivocados. Cuando la locura excede a todo lo que podemos entender, uno ya no sabe a qué atenerse, no se sabe a qué apelar, a quién dirigirse, no se sabe qué hacer o sentir...

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Lo que las guerras matan en las personas es más que solo cuerpos, matan familias, matan amistades, matan conciencias, matan sentimientos, matan sensibilidades, matan a la humanidad; se abren brechas que cuestan la vida cerrar, se abren heridas que difícilmente se curan, se abren odios que nunca debieron despertar. Las guerras nos matan un poco a todos, nos matan como seres inteligentes, dialogantes y compasivos. Las guerras matan a los muertos y a los vivos en vida.

El ser humano siempre me dio miedo, porque en él habita un monstruo que nos puede devorar. El hombre no ha cambiado, el mismo que desencadenó las cruzadas, las guerras santas y las profanas, las civiles y las mundiales, las tribales y las genocidas, las de seis días o de cien años, ese mismo es el que hoy nos declara la guerra a todos. Esta es una guerra contra la humanidad. Sé que este mensaje es una pequeña voz en el desierto, pero no puedo dejar de gritar llena de estupor, temores, incertidumbres y sentimientos encontrados que yo me declaro en contra de toda guerra.

Podemos sembrar PAZ… “La alegría de hacer bien está en sembrar, no en recoger” (Jacinto Benavente), y podemos sembrar AMOR… “El amor es una parte del alma misma, es de la misma naturaleza que ella, es una chispa divina; como ella, es incorruptible, indivisible, imperecedero. Es una partícula de fuego que está en nosotros, que es inmortal e infinita, a la cual nada puede limitar, ni amortiguar” (Los miserables- Víctor Hugo). “No nos cansemos, pues, de hacer BIEN; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos” (Gá. 6:9- Pablo de Tarso). Que estas semillas germinen hasta convertirse en un frondoso jardín cuyas flores impregnen nuestras vidas del aroma divino, para que podamos oler a Aquel que dijo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultrajan y os persiguen; para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos…” (Mt 5:44-45- Jesús de Nazaret).