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Protestante Digital

 
 

La asombrosa historia de la Unión Bíblica (15)

El ministerio de los Trenchard poco a poco iba adquiriendo mayor extensión, gracias a la naciente libertad religiosa.

KALEI2KOPIO AUTOR 949/Mati_Sanchiz_y_Benji_Galvez 06 DE FEBRERO DE 2022 13:20 h
Luke Stackpoole . / Unsplash.

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Los Trenchard trabajaban en los pueblos y aldeas del valle del Tiétar, pero no por ello quedaban incomunicados ministerialmente hablando, sino que hacían lo imposible para no dejar escapar la oportunidad de tener entre ellos a misioneros, evangelistas, pastores… todos aquellos ministerios probados de los que tuvieran conocimiento y que estuvieran en las cercanías ejerciendo sus trabajos. De esta manera, con el fin de enseñar un curso de estudio bíblico para jóvenes en Arenas de San Pedro, invitaron al misionero Federico H. Gray y al evangelista Don Miguel Aguilera. (1) Los tres hombres saborearon un tiempo agradable de camaradería. Don Miguel y Don Federico, disfrutaron del ambiente campesino y sintieron aire fresco en su vivir espiritual. Los jóvenes que recibieron las clases también se vieron impulsados a amar y servir al Señor. Trenchard, que no desaprovechaba ni los descansos para conocer mejor a sus colegas, preguntó a Aguilera cómo llegó a conocer a Jesús como Salvador, a lo que el encuestado respondió con cierto salero andaluz:

—Querido Don Ernesto, será un placer contarle cómo fue mi conversión. Me encontraba en mi pueblo, en Guarromán. Allí mis padres tenían un molino de aceite en el que yo también trabajaba como buen mozo que soy —dijo marcando músculo, mientras sonreía.



Ernesto que era hábil con las ironías propias y ajenas, enseguida captó la broma, mientras que Federico tardó algo más en entenderla.



—En aquel tiempo —continuó Aguilera— los protestantes empezaron a tener cultos en una casa del pueblo, a la que asistían algunos vecinos interesados. Un domingo los mozos del pueblo holgazaneábamos, hasta que se nos ocurrió llenarnos los bolsillos de piedras y entrar en la reunión evangélica con el claro propósito de crear problemas. El predicador, que hablaba en ese momento sobre la mujer adúltera que trajeron a Jesús para que la juzgara y así poder apedrearla, levantó sus ojos de la Biblia que tenía abierta en sus manos y mirándonos fijamente dijo: “El que de vosotros esté sin pecado, arroje la primera piedra”.



»Nos miramos entre nosotros confusos y sintiéndonos descubiertos, aguardamos hasta el final de la predicación. Nos acercamos al predicador y confesamos nuestras malas intenciones, mostrándole las piedras que llevábamos, reconociendo que habíamos declinado nuestras perversas intenciones y que ahora solo queríamos saber más del Evangelio. Luego varios de nosotros fuimos abriendo el corazón a lo que Dios tenía preparado para nosotros y que revolucionó por completo nuestras vidas.





[photo_footer]Miguel Aguilera (izquierda) y Agustín García (sentado), que fueron dos de aquellos jóvenes. Sebastián Villar (derecha), de la Misión de Valdepeñas. Tomada de Semblanzas, p. 78.[/photo_footer]



Don Ernesto quiso viajar con Aguilera y Gray hasta una de las aldeas cercanas para saludar a unos hermanos y tener un tiempo de comunión. Gertrudis le despidió con un beso en la mejilla al tiempo que le advertía contra los bandoleros. A lo que Ernesto contestó:



—Tranquila, cariño, —dijo sonriendo, a la vez que comenzaban a caminar— ya sabes que el último bandolero murió ya hace unos años. Pero tendremos cuidado, no querríamos sufrir un secuestro como el que tuvo que padecer Don Arturo Haselden allá por 1874.



La cara del misionero Federico H. Gray cobró un tono blanquecino, a la vez que sus ojos se abrieron considerablemente, por lo que el resto del camino, Trenchard le resumió aquel famoso secuestro tratando de calmar su preocupación. (3) Miguel Aguilera intentó ayudar a Trenchard en el arte curativo de quitar desasosiego a Don Federico.





[photo_footer]Federico Gray y Ernesto Trenchard.[/photo_footer]



—No se inquiete usted, mi hermano. Algunos de los bandoleros eran muy religiosos… Bueno, a su manera, claro está. Tenían por costumbre llevar medallas y escapularios, aunque mucho me temo que más que por piedad, en realidad era para que no los mataran si los apresaban. También repetían devotamente oraciones para hacerse invisibles de la gente armada. (4) —Miguel rio a carcajadas por un momento— Dicen que incluso José María el Tempranillo llevaba una estampa religiosa. Pero tranquilo Don Federico, ya no hay que preocuparse, porque bandoleros ya no hay, aunque es posible encontrar ladrones, eso sí.



Federico paró en seco y a punto estuvo de desmayarse. Poco habían servido las buenas intenciones de Don Miguel para traer desasosiego al misionero. Ernesto dirigió una mirada con ceño fruncido a su amigo Miguel.



—¿Bandoleros no, pero ladrones sí? —dijo Trenchard susurrando en tono recriminatorio a Aguilera— pero, hombre de Dios, así no va usted a conseguir animar a nuestro colega.



—¿Le hemos contado ya que los Haselden eran fieles creyentes? —exclamó Aguilera tratando de salvar la situación— Pues sí, sí… Mary Ethel Haselden, hija de Don Arturo Haselden, el gran emprendedor de las explotaciones mineras, visitaba al personal de la empresa minera. Doña Eze, como la llamaban, ayudaba a las familias en sus necesidades y les leía pasajes de la Biblia. Disfrutaba cantando salmos y hablándoles de la fe en Jesucristo. No fueron pocos los que encontraron consuelo y salvación por medio de ella. El caso más sonado fue el de Raimundo Parrilla, el practicante del pueblo, quien era persona idealista y de abiertas convicciones. Uno de sus hijos acabaría marchando a Londres a estudiar Teología y a ejercer como pastor protestante. Poco a poco se fue formando una Capilla protestante en El Centenillo. (5) Algunos de los Haselden son miembros activos de las Asambleas de Hermanos en Barcelona.





[photo_footer]Percy Buffard (izquierda) junto a Miguel Aguilera (derecha).[/photo_footer]



Finalmente llegaron los nuevos aires con la II República en abril de 1931. Apenas un mes antes, el 9 de marzo, los Trenchard habían sido padres de nuevo. En esta ocasión llegó el regalo de una hermosa bebé a la que pusieron por nombre Frances Muriel, y que sería más conocida como Paqui. Con la República se respiró hasta cierto punto una mayor libertad religiosa. El nuevo gobierno dio libertad de cultos, siempre y cuando no se amenazara el orden público. Trenchard consiguió dar una conferencia pública en Arenas ante unas 400 personas y el Alcalde le dio permiso para celebrar una reunión al aire libre en una plaza pública, donde unas 300 personas escucharon el mensaje del Evangelio. Poco después Ernesto alquiló un cine con idénticos resultados. Meses después celebró una nueva reunión en un teatro de Ávila junto a Carlos Araujo. Los avances en la libertad de culto y de expresión también contaron con la oposición del clero que continuó su persecución contra los evangélicos. (6) Por el mismo tiempo, llegaron dos jóvenes colportores y evangelistas al pueblo de Alhambra de La Mancha, donde tras repartir tratados y conversar sobre la Palabra de Dios con los vecinos, se hospedaron en la posada. Pero al caer la noche un tumulto de jóvenes, incitados por el cura, llegaron a la posada con palos para arremeter contra los “herejes protestantes”. Pero el posadero se interpuso con su escopeta de caza y se disolvió el gentío. Una semana después los dos colportores fueron a por un permiso del gobernador de Ciudad Real y volvieron al pueblo, y durante quince días celebraron reuniones multitudinarias en la Casa del Pueblo de los socialistas que estos les ofrecieron de buena gana. El Evangelio se iba abriendo camino a pesar de la oposición. (7)





[photo_footer]El posadero y otros frente a la posada. Tomada de Semblanzas, p. 37.[/photo_footer]



Andando el tiempo los Trenchard volvieron a celebrar un nuevo natalicio. En esta ocasión nació Douglas Martin el 13 de mayo de 1932. Don Ernesto viajaba periódicamente al Instituto Bíblico de Valdepeñas invitado por la Spanish Gospel Mission (Misión Evangélica Española) y sus colegas Buffard y Sholin para dar clases bíblicas intensivas formando a obreros nacionales. Buffard y Trenchard tenían una cosa clara, si querían ver progresar el Evangelio en España había que trabajar en la formación de un liderazgo e iglesias nacionales. (8) Era precisamente esto lo que Kenneth Grubb y Carlos Araujo García habían criticado de las Asambleas de Hermanos en su investigación, publicada en 1933 titulada Religion in the Republic of Spain. Trenchard estuvo de acuerdo en que la crítica tenía fundamento.



Los hijos seguían llegando, y el 17 de agosto de 1933, tuvo lugar el nacimiento de la pequeña Freda Grace, que sería más conocida como Poohsie.



Ernesto y Gertrudis se mudaron de nuevo, Arenas de San Pedro se les quedaba pequeña para un ministerio que poco a poco iba adquiriendo mayor extensión gracias a la naciente libertad religiosa. En 1934 se trasladaron a la Travesía San Torcuato nº 10 en Toledo. Enseguida comenzaron a dar clases de inglés y francés estableciendo así nuevos contactos. Trenchard comenzó en este tiempo a preparar su primer curso por correspondencia sobre la Carta a los Romanos usando como referencia el libro de W. E. Vine, Outline Notes on the Epistle to the Romans (1929). Vine también pertenecía a las AAHH. Ernesto logró contactar con Scripture Union de Londres, preparando una visita en los siguientes meses, y consiguiendo el permiso para traducir y publicar sus Notas Diarias. Los libritos serían de carácter mensual y para recibirlos habría que pagar una suscripción anual de 1,50 pesetas.



El matrimonio Trenchard ya tenía entre sus hijos a dos madrileños (John y Amelia), una piedralaveña (Gertrudis Felisa), cuatro arenenses (Ernesta, Frances, Douglas y Freda) y el 28 de marzo de 1935 les nacería un toledano, Frederick Stanley, quien sería más conocido como Bico.



En julio de 1935 la familia hizo un nuevo viaje a Inglaterra por varios motivos, aunque quizás el más importante era el de dejar a John con su tío Fred Crane (9). Allí podría entrar ya en la secundaria y aprendería el correcto inglés. Fred era profesor de matemáticas y tenía dos hijos, aunque mayores que John. Otro de los objetivos del viaje era, como es natural, visitar las Asambleas que apoyaban a los Trenchard. Las visitas eran el momento óptimo para dar cuenta de cómo iba la obra en España. La familia regresó a España en octubre, pero Ernesto se quedó un poco más en Inglaterra, pensando en regresar hacia final de año. Continuó con sus visitas a las iglesias del sur y puesto que había determinado visitar Londres, hizo los preparativos necesarios para realizar los más de 250 kilómetros. Una vez en la capital londinense consiguió visitar la sede de Scripture Union (Unión Bíblica) para terminar de formalizar su colaboración con el movimiento. Allí se llevó una cálida sorpresa.



—Joven, ¿es usted Mr. Trenchard? —le interpeló una voz adulta sosegada y dulce—



Ernesto se giró para atender a la señora.



—Para servirla, señora. ¿Con quién tengo el gusto de hablar? ¿Nos conocemos?



—Usted a mí no, pero yo a usted sí. He sabido de su trabajo como misionero en España donde yo trabajé también como misionera. Mi nombre es Beatrice Jessie Porri, sobrina del fundador de esta bendita institución de la Unión Bíblica, Josiah Spiers, y mi esposo es Mr. Charles C. Porri —dijo con una voz cálida.



Ernesto se quedó con la boca abierta, mientras sus ojos se abrían hasta lo imposible y su semblante se llenó de admiración.



—¡Es increíble, hace poco comentaba con mi esposa que sería maravilloso poder conocerla a usted y a su esposo! —Su alborozo iba en aumento—. Esto es un regalo divino, sin duda. Conocer a misioneros de su talla y valía es más de lo que podría haber siquiera imaginado. Cuénteme, por favor.



Caminaron hasta un Café cercano y ocuparon una de las mesas de la terraza con vistas al Támesis. Extrañamente ese día un pletórico sol se dejaba ver. Parecía como si el cielo se hubiera encargado de todos los detalles para que la veterana misionera y el joven Ernesto se conocieran. Tras hacer su pedido a un camarero con un gran mostacho continuaron con su conversación.





[photo_footer]Vistas desde el Támesis.[/photo_footer]



—Mis oraciones están con usted y su familia, Mr. Ernesto, así como con la de todas aquellas familias que abandonando su comodidad partieron a sitios lejanos, y en especial a una tierra tan preciosa y necesitada como España. —Beatrice también se mostró radiante de alegría de poder conocer a Mr. Trenchard.



—¿Y cómo es que está usted por aquí? ¿Y su esposo Mr. Charles? —indagó Ernesto.



—Tengo amigos entre las Asambleas de Hermanos… —paró de hablar un momento porque el camarero llegó con el pedido.



Ernesto no podía quitar sus ojos del enorme mostacho negro que lucía el camarero. Por un momento temió que algún pelo del bigote cayera en su oscuro café. Beatrice se sirvió su té con miel, mientras que Ernesto comenzó a dar pequeños sorbos a su café… intentando asegurarse de que no tuviera visitantes peludos.



—Como decía, —continuó Beatrice— mis amigos de las AAHH son los que me ponen al día de todo lo referente a España. Así supe que iba a venir usted y que se acercaría hasta la sede de Scripture Union (Unión Bíblica). Esperaba conocer a su esposa también. Imagino que otra vez será. Y sobre mi esposo Charles, tras nuestra etapa como misioneros en España, ingresó como capellán en las Fuerzas Británicas en El Cairo. De regreso a Inglaterra daba charlas sobre sus experiencias en todos los países donde estuvo, incluida España. En ese tiempo fue ministro residente en la Capilla Wesleyana en Tondu y participaba en el circuito de predicación de varias zonas. Ahora Charles está delicado de salud.



Ernesto le contó cómo iba la obra misionera en España, el cambio que había llegado con la República, y su preocupación al ver que la sociedad estaba muy polarizada en dos bandos. Por supuesto que las iglesias evangélicas habían aprovechado la libertad religiosa para predicar, pero le inquietaba ese aparentemente e irreconciliable enfrentamiento entre unos y otros. Beatrice le animó a confiar en Dios y a utilizar los materiales de la Unión Bíblica que sin duda serían de gran bendición para España. Además, le entregó un sobre con una ofrenda y le prometió que seguirían orando por su ministerio. Ante la preocupación de Trenchard, Beatrice decidió dejarle un texto bíblico para animarle:



—Mr. Trenchard, nunca olvide las palabras de nuestro Señor Jesús: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33).





 





  1. http://archivohistoricodemadrid.blogspot.com/2011/




  2. Semblanzas- Relatos anecdóticos de protestantes españoles en los años 1917 a 1936, por Francisco García Navarro (Terrassa; CLIE, 1982), pp. 77-78.




  3. El Centenillo, un pueblo andaluz y minero, por Luis García Sánchez-Berbel (Madrid, 1993), pp. 57-66. Resumimos a continuación la versión de García sobre el secuestro de Arturo Haselden en el capítulo titulado “Estampa de un secuestro”. En 1865 el inglés Mr. Arturo Haselden encontró yacimientos en El Centenillo y Cielo Abierto, en los antiguos pozos romanos, y se estableció en España. En 1874 trabajaban en las Minas de El Centenillo gentes de diversa procedencia, así como de La Mancha. Sierra Morena era zona de bandoleros en aquella época. El amanecer del día 2 de julio se dirigía Haselden hasta Linares para presentar el estado de cuentas a la Junta General acompañado por uno de sus capataces. Fueron encañonados por salteadores que los llevaron campo a través hasta cierto lugar donde quisieron que Don Arturo firmara un documento exigiendo 50.000 libras en oro a cambio de su rescate. El inglés se negó a firmarlo, por lo que fue vejado con insultos y amenazas de fusilamiento. Once días después los bandoleros recibieron el pago del rescate, por lo que entregaron seis libras esterlinas en oro a Don Arturo y lo dejaron en libertad. El mismo día de su liberación, Haselden se dirigió a Linares para averiguar las incidencias del secuestro. Supo que se pagaron 5.900 libras esterlinas por su liberación. Presumiblemente el Gobierno Español devolvería el rescate por medio del cónsul inglés en Málaga, Sir Henry Lavard, pero no fue así. El cónsul era de edad avanzada y parece que hizo poco o nada por Mr. Haselden. Con ayuda de lo que recordaba la víctima, pudieron realizarse detenciones que destaparon una larga lista de implicados en el secuestro, desde guardas forestales hasta ediles, desde empleados hasta un capitán del ejército y jefe de las fuerzas de escopeteros de Ciudad Real. Haselden llevaría el asunto hasta el Parlamento inglés con todas las costas que le supuso (1.200 libras esterlinas), pero nada dio resultado. El autor García menciona brevemente otras dos versiones que encontró después de haber completado su investigación (pp. 67-68) en alguna los bandoleros tratan con más decoro al inglés: (a) La de G. Asensio Muñoz en Glosa e historia de las minas de El Centenillo, Diario Jaén, 6 de diciembre de 1955. (b) La de Alfonso de Urquijo en Los Serreños. Relatos cinegéticos y camperos de Sierra Morena, Madrid, 1988, pp. 80 y ss. Por su parte Santiago Giordano, emparentado con los Haselden, lo narra escuetamente: “En aquella época, Sierra Morena era tierra de bandidos y esos bandidos secuestraron al patriarca de los Haselden, quienes, para que lo liberasen, tuvieron que pagar un importante rescate. Esto arruinó a la familia Haselden y les imposibilitó continuar con la explotación de las minas, por lo que tuvieron que asociarse con otras familias, con la condición de que solo dos miembros de cada familia podrían trabajar en la empresa de las minas de El Centenillo” (Memorias de Santiago Giordano, un pastor protestante -Impresiones, 2011, pp. 38-39).




  4. Los cementerios civiles y la heterodoxia española, por José Jiménez Lozano, (Ed. TAURUS, 1978), p. 19, nota al pie nº 3. Explica el autor que Lope de Vega dedicó precisamente una de sus obras a “Pedro Carbonero” que en tiempo de la reconquista tenía una banda de salteadores con los nombres de los doce apóstoles. Jiménez Lozano cita también a Cervantes, quien ponía en boca de Rinconete y Cortadillo este saludo:





¿Es vuesa merced por ventura ladrón?



Sí —respondió él— para servir a Dios y a las buenas gentes.





  1. El Centenillo, un pueblo andaluz y minero, p. 77.




  2. Ernesto y Gertrudis Trenchard-La enseñanza que permanece, por Tim Grass (Comisión de publicaciones del Centro Evangélico de Formación Bíblica CEFB; Madrid, 2019), pp. 41-42.




  3. Semblanzas- Relatos anecdóticos de protestantes españoles en los años 1917 a 1936, por Francisco García Navarro (Ed. CLIE; Terrassa, 1982), pp. 36-37. Uno de aquellos jóvenes llegaría a ser el pastor de la Iglesia Bautista de Lorca (Murcia).




  4. Ernesto y Gertrudis Trenchard-La enseñanza que permanece, pp. 45-46, y nota al pie nº 113.




  5. Nota: Los gemelos John y Amelia eran hijos del primer matrimonio de Gertrudis con el misionero John Crane, quien murió a los pocos meses de la boda en 1923.





Fuentes:



1- Ernesto y Gertrudis Trenchard-La enseñanza que permanece, por Tim Grass (Comisión de publicaciones del Centro Evangélico de Formación Bíblica CEFB; Madrid, 2019).



2- La Historia de dos visiones- La historia de la Unión Bíblica en todo el mundo, por Michael Hews. Traducción de Ernesto Zavala, abril 2001. (Documento pdf).


 

 


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