El hecho de que Al Mohler diga que el catolicismo romano es una “tentación” es una señal de vigilancia espiritual que se agradece.
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El discurso presidencial de la Sociedad Teológica Evangélica es un barómetro útil para medir hacia dónde sopla el viento en la teología evangélica norteamericana. Este año (el 16 de noviembre), el presidente, Al Mohler, dedicó su discurso en la 73ª convención anual en Fort Worth (Texas) a las cuatro tentaciones para la teología evangélica contemporánea. En opinión de Mohler, la teología evangélica actual se enfrenta a estas tentaciones: fundamentalismo, ateísmo, catolicismo romano y liberalismo. Estas palabras no deben tomarse a la ligera; la trayectoria de la teología evangélica no siempre ha sido pacífica. Lo interesante es comprender los principales peligros que la rodean. Permítanme comentar brevemente tres tentaciones y luego centrarme en el catolicismo romano.
En cuanto al fundamentalismo, Mohler reconoció que los evangélicos son, en cierto sentido, fundamentalistas porque “sostienen doctrinas cristianas fundamentales tales como la inspiración y la inerrancia de las Escrituras, la persona y la obra de Cristo, y la Trinidad”. El fundamentalismo se convierte en una amenaza cuando crea una tendencia a apartarse de la cultura y a centrarse en las “excentricidades teológicas” más que en el evangelio.
En cuanto al ateísmo, Mohler observó que “el evangelicalismo no es una posición mediadora entre la creencia y la incredulidad”. O Dios existe, o no. Dicho esto, si bien la teología evangélica no puede coquetear con una forma de ateísmo duro, sí puede tener la tentación de “dar cabida a algún tipo de término medio en la cuestión para cortejar el respeto de las universidades seculares”.
Una tercera tentación es el liberalismo protestante. Según Mohler, “surge cuando los cristianos creen que deben intentar salvar la fe cristiana para hacerla palpable a la cultura. En las últimas décadas, el liberalismo protestante ha rechazado prácticamente todas las doctrinas centrales del cristianismo en un intento de hacer la fe más atractiva para una sociedad secularizada”. En nuestro contexto actual, el peligro es ver cómo la teología evangélica sacrifica la integridad del Evangelio en el altar de los ídolos culturales de nuestra generación.
El análisis de Mohler merece ser discutido en los círculos teológicos evangélicos. Las cuestiones planteadas son de crucial importancia. Sin embargo, lo más interesante de su discurso es la referencia al catolicismo romano como una de las principales tentaciones a las que se enfrenta la teología evangélica. Es un reconocimiento inesperado y bienvenido.
Durante siglos, el catolicismo romano fue considerado el antagonista teológico de la teología evangélica por excelencia. En las últimas décadas, sin embargo, esta percepción ha disminuido gradualmente y las líneas se han difuminado. Hoy en día, muchos evangélicos tienen una percepción muy “sentimental” del catolicismo romano. Algunos lo confunden con una de las muchas denominaciones cristianas (quizás un poco más “extraña” que otras); otros, asustados por los crecientes desafíos de la secularización, ven a Roma como un baluarte para defender los “valores” cristianos; otros, queriendo legitimarse en la mesa ecuménica e interreligiosa, pasan por alto las diferencias teológicas para destacar lo que parece unir a todos.
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El hecho de que Mohler diga que el catolicismo romano es una “tentación” (y, por tanto, un peligro del que hay que cuidarse) es una señal de vigilancia espiritual que se agradece. Indica que incluso en Estados Unidos -donde (en el mejor de los casos) la confusa iniciativa ‘Evangélicos y Católicos Juntos’ lleva en marcha desde 1994 y donde las diferencias entre católicos y evangélicos se consideran cada vez más una cuestión de matices más que de sustancia- todavía es posible encontrar voces evangélicas que piden un discernimiento teológico.
Estas son algunas de las declaraciones de Mohler sobre el catolicismo romano:
1. “Ser evangélico es entender que una de las preguntas que siempre tendremos que responder es por qué no somos católicos”.
Mohler sostiene con razón que ser evangélico significa no ser católico romano. Las dos identidades se excluyen mutuamente. O somos una o la otra. Las teologías y prácticas evangélicas y católicas surgen de convicciones básicas diferentes sobre Dios, la Biblia, el pecado, la salvación, la vida cristiana, etc. y, aunque utilizan las mismas palabras, se refieren a significados distantes, a veces opuestos. En los últimos años, en el lado católico, algunos han querido argumentar que es posible ser “católicos evangélicos” (por ejemplo, George Weigel), combinando las dos identidades y haciéndolas compatibles. Mohler dice que no. O somos una u otra, y si somos una no somos la otra. La tentación evangélica es meterse con la identidad evangélica, pero el resultado es negarla.
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2. “Creo que ir a Roma es abandonar el evangelio del Señor Jesucristo. Creo que es unirse a una iglesia falsa basada en presuposiciones falsas e idolátricas”.
El catolicismo romano no es una de las muchas opciones posibles para un creyente nacido de nuevo en Jesucristo que quiere permanecer fiel a la Palabra de Dios y crecer en la iglesia. Por el contrario, seguir el catolicismo romano es ir en contra del evangelio en algún sentido. El sistema de Roma es teológicamente defectuoso y su “iglesia” es espiritualmente engañosa. Estas son palabras fuertes de Mohler, en contraste con el lenguaje “ecuménicamente correcto” tan común hoy en día. Sin embargo, son palabras verdaderas que deben decirse y repetirse para evitar la tentación de desviarse y llevar a otros también por el mal camino.
3. “Ser evangélico es reconocer que no tenemos un respaldo. No tenemos ninguna alternativa. Solo nos queda la Biblia y la Biblia en su totalidad como Palabra de Dios”.
Para algunos evangélicos, la estructura de autoridad de Roma es una tentación en la que pueden refugiarse. En un mundo en el que las instituciones tradicionales se tambalean (por ejemplo, la familia, las naciones, las religiones) y en el que todo está en constante perturbación, saber que hay un magisterio, un papa, un centro estable puede ser un motivo de atracción. La fe evangélica, dice Mohler, si bien se siente totalmente parte de la historia de la iglesia fiel y cultiva un sentido de pertenencia a la iglesia global, se somete en última instancia sólo a la Escritura. La confianza inquebrantable en el Dios de la Palabra y, por tanto, en la Palabra de Dios es constitutiva de la fe evangélica. La falta de confianza en la Palabra de Dios no puede ser sustituida por Roma y no debe ser una tentación para aquellos cuya fe se basa solo en Cristo y en la Sola Escritura.
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