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Protestante Digital

 
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A veces hay que decir no y quiere decir no

Un estudio novelado de Génesis 39.

AHONDAR Y DISCERNIR AUTOR 793/Roberto_Estevez 23 DE ENERO DE 2022 13:10 h
José huye, aunque dejando en manos de Potifarsa sus ropas íntimas. / [link]Free Bible images[/link]

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La esposa del capitán era bastante más joven que él. Tendría unos veinte y pocos años. Era una de esas que de haberse presentado a un concurso de belleza se llevaba el primer premio.



Era elegante y hermosa. Se vestía con ropas que resaltaban su hermosura, y tratándose de vestidos el precio no importaba. Después de todo ¿para qué se había casado con el capitán de la guardia personal del Faraón?



El dinero nunca fue un problema en esa mansión. Pero lo que más nos llamaría la atención eran esos perfumes exóticos que cuando ella pasaba perduraba el hálito de su aroma.



Los sirvientes de la casa podían seguirle el rastro: decían que tales fragancias  tenían poderes mágicos. Temida como esposa del famoso y valiente militar Potifar, los sirvientes, en secreto, entre ellos, la llamaban Potifarsa, destacando su cualidad de farsante.



El capitán le doblaba la edad; bastante calvo y de grisácea barba; estatura mediana, musculoso,  de mirada penetrante y parco para la sonrisa.  Se había destacado brillantemente en muchas acciones militares.



Era hombre de confianza de Faraón. Cada vez que el emperador se ausentaba -y a veces lo hacía por varias semanas-, siempre requería la compañía de Potifar. No había sustituto.



José era un joven que acababa de cumplir 18 años.  Era un esclavo. Se decía que había sido vendido por unos madianitas. Hablaba muy poco  de su familia. De muy buen parecer, llevaba una abundante cabellera negra y ojos inquisidores.



Era elegante, inteligente, y  parecía  extraño que su educación fuese muy superior de lo que se podía esperar de un esclavo. En la casa de Potifar había tenido un “ascenso meteórico”.



Rápidamente se ganó la confianza de sus jefes inmediatos. Siempre se le veía bien dispuesto y todo lo que hacía le salía bien. Nunca se quejaba. A poco de llegar, el capitán -que tenía buen “ojo clínico”- se dio cuenta que este joven era de mucho “potencial”.



En forma progresiva le fue dando más y más responsabilidades en la casa y en sus negocios incluyendo la administración de  sus posesiones de ganados y cultivos.



El militar vio con agrado que por primera vez en su vida podía ver un aumento constante con sus crías  y cosechas, y sus posesiones incrementadas.



Potifar había notado que este esclavo era muy distinto a cuantos antes había tenido. Era un creyente en una deidad que en Egipto no se conocía mucho y que se llama Jehová.



Cuando su amo lo interrogó, José  con todo respeto le explicó  quien era ese Dios Eterno que él adoraba.



Potifarsa pensó que ese era el día perfecto. El capitán había salido y no volvería hasta el siguiente día. Era de tardecita. Ella se ingenió para que uno a uno todos los criados se fueran de la casa o estuvieran en la parte alejada de la mansión separada de los aposentos privados.



Ella se quedó sola con aquella nodriza que conocía desde niña y que siempre estaba dispuesta  a complacer a su ama en todo lo que a ésta se le ocurría.



Esa tarde Potifarsa se había hecho maquillar  cuidadosamente. Se había perfumado con esas esencias que excitan los sentidos.  Llamó a la niñera y le ordena  que llame a José, pues tiene que hablarle privadamente.



Cuando pase, que cierre ella la puerta, asegurándose que nadie pueda entrar. La ama de cría se sonríe con una mueca  maliciosa como si entendiera perfectamente lo que su patrona  está tramando.



José entra en la habitación. Potifarsa, como si fuera ascendiente directa y con las mismas mañas de nuestra conocida Dalila, trata de seducirlo con esas frases de amor como las que abundan en las  telenovelas de la tarde.



El muchacho sabe que está en una posición peligrosa. La mujer se le acerca atrevidamente. Por unos segundos parecería que José titubea. Ella percibe y aprovecha su confusión:



- Te quiero mucho; no hay peligro. Mi marido está lejos y no hay nadie en la casa.



José se ha repuesto de su instante de debilidad y le responde:



- Mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa y ha puesto en mi mano todo lo que tiene. No hay otro mayor que yo en esta casa y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto  tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios? (vs.8, 9).



Ella ahora se acerca osadamente, lo abraza y lo trata de arrastrar. José forcejea, se libra de ella y huye, aunque dejando en manos de Potifarsa sus ropas íntimas que ella consigue retenerle.



La mujer empieza a gritar ordenando a su nodriza que busque y traiga a todos los de la casa. Ya tenía su teatro bien montado.



A media mañana del siguiente día vuelve Potifar. Su esposa le cuenta su historia con detalles, lloriqueos y escenas de teatro callejero. Potifar se enfurece. Es un hombre que sabe que no hay que tomar decisiones precipitadas pero ordena que José sea arrestado.



Dos de sus soldados lo buscan y se lo traen. Potifar ni lo mira ni le habla. Tampoco le da oportunidad de defenderse. Los esclavos no tienen ese derecho. Ordena que sea encarcelado.



Esa misma noche en la celda José se pregunta por qué Dios ha permitido esto. Si él hubiera sucumbido a la tentación ahora estaría disfrutando de una buena cena y un lugar limpio y confortable para el descanso.



Podía salir y mirar las estrellas del cielo todas las veces que quisiera. Pero ahora solo tiene el derecho de ver esa ventanita pequeña y alta que apenas le permite ver algo de luz.



Esa misma noche el  capitán no puede dormir. Tiene en su mente la mirada triste de José en el momento en que es encarcelado por sus soldados. El oficial  se pregunta cómo es posible que un hombre que habla tanto de su Dios que es santo, lo haya traicionado de esa manera.



Una duda empieza a asomar en su mente: ¿Y si mi esposa me estuviera mintiendo…?



Pasan las semanas y las dudas le siguen persiguiendo.



Varios meses  han transcurrido. Las cosechas ahora son pobres como antes. El ganado ya no crece como lo venía haciendo. La producción lechera ha bajado mucho. El capitán ha puesto a otra persona en  el puesto de José pero no es lo mismo.  



Ya ha cambiado varias veces de mayordomo pero estos nuevos empleados no se pueden comparar con aquel joven que había comprado de los ismaelitas.Potifar se da cuenta  que desde que José salió todo funciona como antes, a duras penas.



Recuerda aquella vez que le preguntó a José por la causa de su éxito y él sencillamente respondió que era la bendición de su Dios.



 



La historia bíblica y nosotros



Por un lado esta es una historia de pasión pecaminosa, calumnia, crueldad, despecho.



Por el otro lado vemos en José el joven con integridad, pureza, fidelidad a su superior y temor reverencial de Dios.



Nos preguntamos  por qué Dios permite que los creyentes rectos  sufran injustamente.



José  ha pasado de una crisis a otra. Sus hermanos casi lo matan y al final deciden venderlo como esclavo a una caravana de ismaelitas  que pasan por allí.  



¡Quién iba a pensar que ese esclavo iba a llegar a ser el segundo en poder en el imperio más grande  del momento!



¿Cuál es la clave del éxito de José? El texto lo establece claramente: "Mas Jehová estaba con él" (v.2).



A pesar de todas las dificultades que le sobrevenían  esta  palabra "mas"  hace una diferencia  muy grande. "Jehová estaba con él".



No solamente el Eterno  estaba con José sino que el  joven  lo sabía y actuaba de acuerdo al hecho de reconocer  la presencia y la soberanía de Dios en su vida.



Potifar  se daba cuenta de las cualidades extraordinarias de este muchacho. Lo nombró encargado (mayordomo) de toda su casa y posesiones.



El militar nunca ha tenido un empleado como éste. Desde que José está a cargo de sus negocios las cosechas son copiosas. La calidad de los productos es excelente. Los ganados de vacas y ovejas se multiplican de una manera nunca vista.



Las transacciones  que emprende el joven esclavo son todas con mucho provecho. Se han comprado nuevos campos para el ganado y los cultivos.



El capitán - que no es un hombre de fe en el Dios de Abraham- se da cuenta que hay algo muy distinto en este muchacho.  Le ha inquirido varias veces  a José cuál es el secreto para su éxito. La respuesta  era sencilla: -Jehová en su gracia está conmigo.



El “mayordomo” sabe muy bien que no son sus dones naturales o habilidades propias sino la bendición de Dios.



Como resultado de su éxito ha mejorado la "calidad de vida" del joven.



El  mozo reconoce que su amo le tiene confianza total y todo lo ha dejado para que disponga. Todo, menos -por  supuesto- su esposa.



Y ese sentido de responsabilidad es tan profundo que él no lo cambiará por nada. En la primera parte del capítulo 39 todo parece ir marchando bien.  Esta es la calma antes de la tempestad.



Potifarsa lo invita quizás amparándose en su estado social más alto. Ella cree que tiene todo tipo de derechos sobre ese esclavo.



Ella lo ha intentado en numerosas oportunidades y en cada una de ellas José se rehúsa.



La mujer estaba acostumbrada a  dar órdenes y ser obedecida. Encuentra aquí a un joven que está dispuesto a decir ¡no!



Y esto es lo mismo que hoy necesitamos: jóvenes que sean fieles al Señor y que estén dispuestos a decir ¡no! cuando corresponde.



¡Qué fácil le hubiera sido a José haber cedido y después echarle la culpa a las circunstancias!



Algunos de los psicólogos modernos hubiera dicho que si José hubiera consentido no estaría mal porque era la "voluntad consensual" de dos personas. Pero para José pecar contra Dios era algo muy serio.



La mujer lo toma por las ropas para arrastrarlo al lugar para cometer el pecado y José huye.



La Palabra dice:“Honroso es en todos el matrimonio y el lecho sin mancilla pero a los fornicarios y adúlteros los juzgará Dios” (Heb 13:4).



Nos podemos imaginar el enojo de esta mujer. Seguramente piensa que el joven la ha "despreciado" y muchas veces se ha repetido a sí misma que “¡a ella nadie la desprecia!”. 



El amor fingido y sensual de la mujer se ha transformado en pocos minutos en un odio mortal. José le da argumentos  por su rechazo. Noten que las causas  por la cual la desecha no es porque ella no sea lo suficiente bonita o atractiva. Por supuesto que lo era.



Las razones de la negativa son morales y espirituales:



1) "tú eres su mujer" (v.9). Es decir: perteneces a tu esposo.



2) mi amo me tiene confianza absoluta y no voy a defraudarlo (v.8)



3) Tal adulterio sería una gran maldad. Notemos que no dice "yo no haría eso" sino a  lo malo lo llama por su nombre.



4) El argumento final: "¿Cómo pecaría yo contra Dios?". Nos llama la atención en José ese temor profundo y reverencial al Todopoderoso".



Dios le ha salvado la vida, le ha bendecido y por encima de todo él sabe que el Señor es Santo.



Hoy  vivimos en una sociedad con una tendencia a minimizar las cosas. Minimizamos las cosas, les restamos importancia, las hacemos aparecer como menos peligrosas o menos serias que lo que son.



A lo que nuestros abuelos  llamaban robo ahora se le llama abuso de confianza o "apropiación indebida".Si bien los “Diez Mandamientos" todavía no habían sido dados oficialmente,  sus principios eran aplicables desde el comienzo de la creación.



Es interesante que José preserva su pureza.  La castidad no es una virtud que sólo las mujeres deben ejercer. La pureza es exigida al hombre de la misma manera que a la mujer.



¡Para José pecar contra Dios era algo grave! (v.9).  ¡Por supuesto que lo es!



Al principio se defiende con argumentos morales. Pero esto no es lo suficiente para la esposa de Potifar. Cuando ella físicamente trate de arrastrarlo consigo él no tiene más remedio que huir.



Con el paso de las horas, lo peor del enojo de Potifar tiene que haber cedido para volverlo sumamente intrigado.  ¿Cómo pudo ser posible que un hombre probadamente fiel, y temeroso de un Dios santo, pudiera cometer tal maldad?



En 1Co 3:16 leemos: "¿no sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Si alguno destruyere el templo de Dios,  Dios le destruirá a él, porque el templo de Dios, el cual está en vosotros, santo es".



Salomón enseña claramente sobre el tema: "el marido no está en casa... lo rindió con la suavidad de sus muchas palabras ...va como el buey al degolladero… como el ave se apresura a la red, y no sabe que es contra su vida, hasta que la saeta traspasa su corazón" (Pr 7: 19-23).



Observemos la secuencia de los ataques. A la primera invitación José dice no. Luego las “invitaciones” se repiten y las negativas también se reiteran.



Por fin sucede la circunstancia “ideal”. El marido no está en la casa y no hay nadie alrededor. Para la esposa del capitán no hay nadie observando, pero para José, Dios es “el que todo lo ve”.



Las Escrituras nos enseñan "huid de la fornicación. Cualquier otro pecado que el hombre comete, está fuera del cuerpo; mas el que fornica, contra su propio cuerpo peca" (1Co 6:18).



José, acusado injustamente, es encarcelado. Está de nuevo en la parte más baja de esa " montaña rusa" que ha sido su vida con altos y bajos.



Pero  no es el fin de la historia, dado que  "Jehová estaba con él y le extendió  su misericordia y le dio gracia en los ojos del jefe de la cárcel" (Gn 39:21).



No olvidemos que más vale estar en la cárcel siendo fiel al Señor y con su bendición, que vivir en el pecado en la mansión de Potifarsa.



Al pasar el tiempo y por la misericordia del Eterno, José llega a ser la persona de más importancia en el imperio, después del faraón.



Las pruebas y dificultades Dios las ha permitido y orquestado, todo para su bien. Sin embargo, no  todos los que sufren injusticias y pruebas,  pasándolo mal aquí, siempre llegan a puestos  de honor y prominencia,  con los cuales -como José- quizás hayan soñado.



Dios tiene un propósito que puede ser muy distinto para cada persona. Pero si en la vida nos tocara la parte de sufrimiento y pruebas no hay que desmayar. El Apóstol lo resume así: "Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera  que en nosotros ha de manifestarse" (Ro 8 18).



“No es algo nuevo que los mejores hombres hayan sido acusados falsamente de los peores crímenes por aquellos mismos que son los peores criminales.  De la manera que vemos esta historia uno pensaría que el honesto y puro José era un  hombre malo y que esta mujer pecaminosa era una mujer virtuosa” (*2).



Es maravilloso que en el plan de Dios, para poder llegar al palacio real era necesario pasar antes por la cárcel real.



Para poder salvar a todo un gran país de una hambruna tremenda, fue necesario que un hombre se mantuviera fiel a su Dios y que estuviera dispuesto a pagar el precio, cueste lo que cueste: en este caso la prisión.



Es sin duda en la casa de Potifar donde José aprende mucho de  la cultura de los egipcios, lo que le va a resultar después tan útil en el palacio imperial.



Desde ese lugar, donde se encuentran "presos políticos", va a ser catapultado hasta las esferas más altas del poder.



El enemigo de los creyentes siempre trata de perjudicarnos pero Dios es quien tiene la última palabra.



Quizás José podía decir como muchas centurias después lo haría el apóstol Pablo: ”Quiero que sepáis hermanos que las cosas que me han sucedido han redundado más bien para el progreso del evangelio, de tal manera que mis prisiones se han hecho patentes en Cristo en todo el pretorio y a todos los demás” (Flp 1:12, 13).



Nos llama la atención  que José  ha sido condenado sólo a la cárcel en vez del castigo habitual muchísimo más severo de cientos de latigazos o aún la muerte.



Es probable que se dio cuenta que su esposa le ha mentido. Algunos comentaristas como Keil y Deitzch (*1) comparten esta opinión.



Aún en el día de hoy, un delito como el que José fue acusado podría determinar la pena de muerte en muchos países del mundo.



El texto nos muestra  que Potifar se enfureció, lo cual fue posiblemente  su natural reacción primaria.



Quizás el capitán tiene que "salvar las apariencias" y no le queda otra que dejar a José en la cárcel. Aquí vemos nuevamente la mano de Dios con su plan perfecto.



Esta prisión parecería que sería semejante a la que hoy llamaríamos para "presos políticos"; mientras  se decidiera su destino final.



 



Ideas para predicadores o estudios bíblicos



Las ropas distintas de José



1- las ropas del amor paterno: demostrado en las prendas de muchos colores (Gn 37:23).



2- las ropas del engaño: las teñidas de sangre animal por sus hermanos para engañar al padre (Gen 37: 31).



3- las ropas de la calumnia: las que retiene la mujer de Potifar (Gn.39:15).



4- las ropas no mencionadas: a) las usadas en la cárcel.



5- las de su  dignidad como el segundo después del faraón.



 



Contrastes entre José y David (en relación a Betsabé)



(Génesis 39 y 2 Samuel 11)



José



Sufrió por su fidelidad



Tentación: la esposa de Potifar



La mujer lo tentó



Resultado: bendición del Señor



David



Sufrió por su pecado.



Tentación: la mujer de Urías



La mujer fue imprudente.



Resultado: disciplina



 



El líder que hay en cada uno



El dirigente tiene que poder decir un no rotundo cuando  corresponde.



Esta debe ser la respuesta frente a una situación  que afecte   lo moral, lo económico, lo ético o tenga que ser una posición contraria a las enseñanzas de las Escrituras.



El liderazgo de José se observa desde su temprana edad. Él sabe que ser un ejemplo de honestidad e integridad es esencial.



Dios en su misericordia borra los pecados de aquel que ha caído y se arrepiente, pero muchas veces las cicatrices que quedan en la familia o en la iglesia  son prácticamente  imborrables.



El Señor perdona al arrepentido pero muchas veces son los hombres los que nunca van a perdonar ni a olvidar.



El hijo del patriarca Israel (Jacob) no esperó al estar en la cumbre del imperio para hacer su trabajo con el máximo de responsabilidad y rectitud. Lo hizo tan bien cuando estaba de esclavo de Potifar, como preso en la cárcel, o en el consejo de ministros de Faraón.



El líder sabe decir no cuando debe decir no  aunque en ese momento parezca un error y que no le va a permitir seguir su "ascenso en la escalera de la organización".



 



Temas para discutir en grupo de estudio



1) ¿Qué elementos podemos ver en esta historia del carácter moral y ético de José?



2) ¿A qué atribuye usted que José tuvo la fuerzas para vencer la tentación?



3) ¿Cree usted que en el día de hoy Dios recompensa la fidelidad hacia El?



4) ¿Qué veían Potifar, el encargado  de la cárcel, y Faraón que les intrigaba en cuanto al carácter de José?



 



Bibliogafia



* 1 Keil & Delitzsch Commentary on the Old Testament vol.1 pag 222 Hendrickson 2006



Tomado del libro Probados y Transformados del mismo autor (2018)


 

 


3
COMENTARIOS

    Si quieres comentar o

 

Galo
26/01/2022
20:57 h
2
 
¿Betsabé imprudente? Por el relato se puede intuir claramente que David la forzó, aprovechando su situación de poder y prestigio. Por lo demás ese tipo tuvo una actitud muy displicente con tales hechos, como sucedería después en los casos de Abdón y Absalón
 
Respondiendo a Galo

EZEQUIEL JOB EZEQUIEL
28/01/2022
15:38 h
3
 
¿A que mujer se le ocurre bañarse desnuda justo donde el rey podía verla?. Eso hizo Betsabé, y todavía siendo casada. Pero el principio del pecado está en que el rey David se quedó por "ocioso" en el palacio, tomando siestas, porque era el tiempo en que los reyes salen a la guerra. "Si bien hicieres, ¿no serás enaltecido? y si no hicieres bien, el pecado está a la puerta", "Si fueres flojo en el día de trabajo, Tu fuerza será reducida."
 

EZEQUIEL JOB EZEQUIEL
24/01/2022
22:40 h
1
 
No hay dudas de que Dios probó a José. Si somos fieles en lo poco Dios nos dará lo mucho. Todos somos tentados como José: en ganancias deshonestas, sobornos, glotonería y excesos, vicios, iras y contiendas, odios y rencores, malas palabras, falta de fe en Dios, sexo, pornografía, etc., pero pasada la prueba y "aprobado el examen" viene la bendición y crecimiento. Dios busca que sus hijos sean íntegros y fieles al evangelio con limpia conciencia, para mostrar su poder a nuestro favor(2Cr16:9).
 



 
 
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