Charles Plumb: Olvido de gratitud

“Un hijo de Dios de felicidad, y una doxología viviente de gratitud y adoración”. Charles Spurgeon

“Y la paz de Dios gobierne en vuestros corazones, a la que asimismo fuisteis llamados en un solo cuerpo; y sed agradecidos”. Colosenses 3:15.

De todos es bien conocida la historia de Charles Plumb, pero hace unos días recibí algo de forma muy bonita con algo muy importante de la historia de su vida.

Por alguna razón me arrancó lágrimas, tal vez estuviera demasiado sensible en aquel momento; pero me hizo muchísimo bien, y ni me acordé de que la conocía desde hace muchísimo tiempo.

Vamos a refrescarla juntos:

Charles Plumb, era piloto de un avión de combate en la guerra de Vietnam, después de muchas misiones de combate, su avión fue derribado por un misil.

El Capitán Plumb se lanzó en paracaídas, fue capturado y pasó seis años en una prisión vietnamita.

A su regreso a Estados Unidos daba conferencias relatando su odisea y lo que aprendió en la prisión.

Un día estaba en un restaurante y un hombre se acercó y lo saludó:

Le dijo: Usted es Charles Plumb, era piloto en Vietnam y lo derribaron ¿verdad? Y usted, ¿cómo sabe eso?, le preguntó Plumb.

Él le respondió: “Porque yo empacaba su paracaídas, parece que le funcionó bien, ¿verdad?

Plumb casi se ahogó de sorpresa y con mucha gratitud le respondió: ¡Claro que funcionó, sino, no estaría hoy aquí!

Aquella noche, Plumb no pudo dormir meditando en todo lo sucedido y se preguntaba: ¿cuántas veces vi en el portaviones a ese hombre y nunca le dije ni un buenos días? – Yo era un arrogante piloto de combate y él era un humilde marinero.

Pensó también en las horas que ese marinero pasó en las entrañas del barco enrollando los hilos de seda de cada paracaídas, teniendo en sus manos la vida de alguien que no conocía.

A partir de entonces, cada vez que Plumb comienza sus conferencias lo hace preguntándole a su audiencia:

¿Quién empacó hoy su paracaídas?

Aquella noche en la que alguien me hizo recordar esta historia que casi había olvidado, mis ojos se empaparon en lágrimas, en lágrimas de muchas clases.

No ha sido un año maravilloso el que acabamos de pasar para casi nadie, tampoco para mí, entonces comencé a echar la vista atrás, mucho más allá de estos últimos tiempos o de este año… ¡mucho más atrás! Y comencé a hacerme la misma pregunta… ¿Quién empacó mi paracaídas cada vez que lo necesité?

Han sido muchas las veces a lo largo de mi vida en las que necesité de alguien que empacara mi paracaídas… situaciones complicadas, pruebas duras…. pero en cada ocasión, además de mi propio Señor siempre a mi lado, dándome fuerzas y aliento, siempre mi Dios me ha provisto de algún modo de alguien que me ayudara.

Muchas veces sin saberlo, una palabra de aliento, un... estoy orando por ti. Hoy quiero dar las más profundas gracias a cada empacador de mi paracaídas, sabiéndolo o sin saberlo, Dios ha utilizado verdaderos ángeles que me han sostenido, y hoy puedo decir… ¡Gracias por haberme ayudado y sostenido cuando más lo necesité!

Y quiero pedirle a mi Padre celestial que siempre me dé palabras dulces, dulces como miel, una sonrisa de afecto sincero, lo que haga falta en su perfecta voluntad para sostener y empacar el paracaídas de cualquiera que me pueda necesitar, ese es mi mayor anhelo…. ¡Servir a Dios a través del servicio a los demás!

Hay un texto de la Palabra que siempre me ha encantado, y hoy se hace más que vida en mi corazón…

“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” Santiago 1: 17.

Cualquiera puede fallarme, yo misma puedo fallarle a quien sea, pero ese maravilloso Dios que cada día de mi vida empaca mi paracaídas, no me fallará jamás

Hoy quiero despedirme con una canción que en los últimos tiempos llena mi vida, una y otra vez, una canción que ha recorrido el mundo; pero que cuando miro a mi alrededor y me parece que las pruebas y circunstancias son duras, puedo ver que mi Señor está detrás de cada una, enviando su ayuda, sus ángeles en forma de “empacadores”; pero muy por encima de todo, siendo maravilloso conmigo en cada situación en la que me coloca… y por mucho que pueda rodar sobre mi, el poder descansar en ese abrazo eterno suyo, me hace cantar… “Dios ha sido bueno… y siempre lo será”.