Algo que le encantaba a los Trenchard de la vida en las aldeas de España era que se podían ver reproducidas fielmente muchas de las escenas bíblicas.
Por Benji Gálvez
Ernesto seguía escribiendo sus experiencias en el campo misionero. Le gustaba anotar detalles que otros hubieran pasado por alto. La pobreza general que reinaba en aquellos años hacía que las gentes tuvieran que vestir la misma ropa, remendada una y otra vez. A pesar de la escasez y el hambre, la mayoría de los aldeanos tenían terrenos donde plantaban patatas, alubias… Los que no tenían terrenos podían sembrar en los de otros a cambio de compartir la cosecha con el dueño. Pero había un tiempo especial en las aldeas que se tornaba propicio para que los Trenchard pudieran compartir el Evangelio con los aldeanos, se trataba de “La matanza”. Casi todos cuidaban cerdos en sus propias casas y cuando llegaba el invierno se enviaban invitaciones a familiares y amigos. De esta forma el tiempo de comer se convertía en una fiesta llena de alegría. Don Ernesto aprendió a disfrutar de la carne, los guisos, el vino, las alubias, y el arroz con leche aderezado con canela. Así lo anotó Trenchard:
Con cada plato, el anfitrión nos incitaba a comer hasta el límite de nuestra capacidad. Si uno protestaba, utilizaba su último argumento terrible: “Tú desprecias mi comida”, en cuyo caso, para evitar ofenderle, uno debía ponerse manos a la obra otra vez. No suena muy ortodoxo hablar de comer de más por amor al evangelio, pero esto es precisamente lo que hemos tenido que hacer en más de una de estas ocasiones […]. Tales acontecimientos servían muy bien para hacer contactos; y en las casas de los creyentes siempre era posible terminar el día cantando algunos himnos y dando una palabra a los invitados. (1)
Los Trenchard iban visitando aldeas como Casavieja, Guisando o Arenas de San Pedro compartiendo la Palabra de Dios. Poco a poco fueron obteniendo frutos de su trabajo. En cierta ocasión quedaron para hacer una comida campestre con los Señores Buffard y su grupo de la Misión Evangélica Española. Percy Buffard hizo varios viajes con su coche Morris hasta el lugar que habían elegido, donde además de la comida pudieron tener un culto de bautismos en un precioso paraje junto a un río. Trenchard pidió a Buffard que se encargara de celebrar el bautismo. Don Ernesto escribió:
Tales acontecimientos no pueden celebrarse en España fuera de capillas autorizadas; sin embargo, la soledad del lugar que habíamos escogido nos dio una libertad que no necesitaba ningún permiso humano, y ningún templo gótico podía compararse con la belleza de la cúpula azul del cielo, y ningún órgano con la orquesta de la naturaleza. (2)
Ernesto y Gertrudis visitaban las aldeas con su motocicleta con sidecar. Una de esas ocasiones recordaron con cariño a su antigua cabalgadura. Así lo anotaría Don Ernesto:
Honramos la memoria de ‘Evangélico’ porque nos ayudó a pasar sobre muchos escollos hasta que llegaron los días de la motocicleta. Los viajes en moto entre las aldeas son experiencias bastante emocionantes cuando todo va bien… dejo a los aficionados a las motos con el trabajo de imaginar visiones de bujías y pinchazos, roturas y reparaciones […]. (3)
En cierta ocasión se encontraba Don Ernesto compartiendo la Palabra de Dios en casa de unos creyentes humildes, mientras la señora cocinaba y el humo le enrojecía los ojos, recordó las palabras del misionero al África, Robert Moffat, que tanto influenciaron en David Livingstone: “Veo el humo de millares de aldeas a las que nunca ha ido un misionero”. (4) Una leve sonrisa se dibujó en sus labios mientras venía a su memoria uno de sus muchos viajes cuando vivía en Madrid, en aquella ocasión fue a Soto Serrano donde tuvieron un tiempo muy bueno predicando y teniendo comunión con los hermanos. Mientras regresaba a Madrid, atravesaba Cepeda, donde fue retenido por unos guardias civiles que, instigados por el cura de Soto, le prohibieron predicar. A pesar de todas las vicisitudes Ernesto se sintió agradecido a Dios y así lo anotó, “porque algo más de luz había brillado en una de las miles de aldeas que reposan en la sombra de la muerte”. (5)
Algo que le encantaba a los Trenchard de la vida en las aldeas de España era que se podían ver reproducidas fielmente muchas de las escenas bíblicas, ya que el país tiene mucha afinidad con Tierra Santa, puesto que está en el extremo opuesto del mismo Mar Mediterráneo. Los olivares les recordaban a Getsemaní; la vendimia y el lagar le traían a la memoria la ilustración de Isaías 63:2-3; los hombres arando con el yugo y los bueyes les remitían al llamamiento de Eliseo; la cosecha a base de aplicar la hoz, las gavillas de trigo, la paja, el tamo, la luna de la cosecha… era una perfecta imagen del idilio de Rut o del Salmo 126:6. (6)
[photo_footer]Arenas de San Pedro en 1929.[/photo_footer]
Desde noviembre de 1928, los Trenchard hospedaron en su casa de Piedralaves a Francisco Fernández. Este se había convertido a la fe evangélica en las clases de inglés de Don Ernesto en Madrid, en el año 1925. Francisco fue creciendo en la fe y llegaría a ser una gran ayuda para la asamblea. La llegada de Francisco animó a los misioneros a continuar ampliando el área de misión. Así, en agosto de 1929, los Trenchard se mudaron a Arenas de San Pedro, una localidad más al oeste, a unos 40 kilómetros de Piedralaves. (7) Allí habían estado visitando a algunos creyentes aislados, que habían depositado su fe en Cristo gracias al trabajo de los colportores, como Julián García y Andrea. La idea de los Trenchard fue instalarse en Arenas y desde allí ir hacia el otro lado del Valle del Tiétar. En diciembre ya habían comprado un terreno para edificar una capilla con la debida autorización, cosa difícil porque el juez de Arenas era un adversario del Evangelio. Las obras comenzaron en enero de 1930. Fruto del fanatismo los problemas no tardaron en llegar y se organizaron turbas para insultar a los protestantes, además se intentó boicotear los negocios de los evangélicos y que no se les vendiera comida. A pesar de todo la obra continuó adelante. Ernesto anotó en su libreta:
En los cambiantes corazones humanos de los que residen en las casas y caminan por las calles se libra una gran batalla: la lucha entre la verdad y el error, la luz y las tinieblas, la vida y la muerte.
El enemigo reúne sus fuerzas de ignorancia, error y odio, para apagar la luz puesta para salvación, con el propósito de atraer las almas de los hombres contra los escollos de la muerte. Pero esa luz ha sido ya prendida como faro fiable para que cualquier alma pueda guiar el barco de su vida hacia el puerto celestial. (8)
[photo_footer]La capilla en Arenas de San Pedro.[/photo_footer]
La capilla se inauguró el 27 de abril de 1930 en Arenas de San Pedro, capital de la comarca homónima, también conocida como la comarca del Valle del Tiétar. (9) A mediodía del domingo le entregaron el último documento con el permiso de apertura, y a las cuatro de la tarde abrieron la capilla al público. Ernesto miró a su amada Gertrudis y le dijo:
—Después de todo lo que hemos sufrido y tras todo tipo de atropellos fruto del fanatismo, finalmente lo logramos, por fin habrá un lugar donde poder adorar al Señor y proclamar las riquezas de su gracia.
—Claro que sí, Dios es bueno. Querido, ¿qué te parece si entonamos unos himnos de alabanza en agradecimiento a Dios? A ver si así empieza a llegar la gente —contestó Gertrudis, siempre amante de la música y la himnología.
[photo_footer]David Sholin y Percy Buffard en el centro junto a estudiantes del Instituto Bíblico de Valdepeñas, 1930.[/photo_footer]
El pequeño grupo de creyentes ya había llegado, y también lo habían hecho los hermanos de Valdepeñas junto con Don Percy Buffard y el Reverendo David Sholin en el vehículo de Percy. Tras la primera reunión, Don Percy guardó el violín con el que había acompañado los himnos, y junto a David y Ernesto se relajaron tomando un té y unos dulces, que les supieron a gloria. Se enzarzaron a hablar sobre la situación que atravesaba España. El señor Buffard explicó que el ambiente estaba cambiando, había agitación en varias ciudades y, más pronto que tarde, parecía que España se iba a convertir en una república. Se preguntaban en qué podría afectar esto a la Iglesia y al trabajo de los misioneros. Compartieron la idea que ambos tenían de preparar cursos bíblicos de cortos períodos, donde los jóvenes pudieran formarse en el estudio de la Palabra de Dios. Don Percy quería preparar evangelistas a toda costa en el Seminario que estaba construyendo con el apoyo del Reverendo Oswald J. Smith y los Mensajeros Cristianos Mundiales de América. (10) Ernesto ponía más el énfasis en la necesidad de establecer unos fundamentos bíblicos robustos, basándose en el estudio concienzudo de la Biblia, para que los creyentes nacionales pudieran tomar las riendas de las iglesias. No era bueno, según Trenchard, que los misioneros tomaran la autoridad en las iglesias. Ernesto tragó saliva recordando la mala experiencia en Málaga. Evidentemente Buffard coincidía en esta idea y juntos recordaron las revolucionarias ideas de Roland Allen acerca de que el propósito misionero debe ser llevar a las iglesias a autosostenerse, autogobernarse y autopropagarse adaptándose a las condiciones locales y culturales de su propio entorno. (11) También estaban de acuerdo en el poder de la página impresa, como también corroboraba Oswald J. Smith.
—No entretengas más a nuestros amigos, deben marchar hacia Valdepeñas para que no se les haga noche cerrada en la carretera —interrumpió Gertrudis a su esposo—. Además debemos prepararnos para dar inicio al siguiente servicio.
Ernesto intentó tomar otro dulce, pero su mano recibió un manotazo y una reprimenda de Gertrudis.
—Ya has comido suficientes dulces por hoy, a ver si vas a desarrollar una diabetes como la de Beethoven.
—¡Mi amada siempre pensando en la música sacra! —rio Ernesto dirigiéndose a sus amigos, pero sin quitar un ojo a Gertrudis por si volvía a “atizarle”.
Como buena profesora y madre, Gertrudis controlaba los horarios como nadie. Don Ernesto apenas tuvo tiempo de abrazar a sus amigos y dirigirse hacia el interior del local para dar comienzo a un nuevo culto. Era un día primaveral pero caluroso y los efectos del sudor se dejaban entrever en su camisa. Por un momento pensó en un hipopótamo retozando en un río de agua fresca. Al momento le vino a la mente algo que había leído en los boletines de Scripture Union, la historia de “Hipo”, quien no era un hipopótamo, sino el primer obrero a tiempo completo de la Unión Bíblica para Sudáfrica. En los campamentos su forma de saltar a la piscina le valió el sobrenombre de “Hipo”. Cuando Frank Millard, así se llamaba, tenía que subir a un estrado para compartir el Evangelio con estudiantes, lo hacía subiendo sobre sus manos, para asombro y admiración de los jóvenes. Era un hombre fuerte, alegre y divertido, que irradiaba y contagiaba gozo. Tenía un don maravilloso con niños y jóvenes. (12) Hipo se oponía tenazmente a manipular a cualquiera a responder superficialmente al Evangelio, y sin embargo llevó a cientos de personas a los pies de Cristo. Para Hipo el evangelismo era un estilo de vida. Sus métodos fueron tan originales, frescos y libres que “Millardino” llegó a ser la antítesis de “Victoriano”. Don Ernesto dio inicio al culto dando gracias a Dios por todos aquellos que en todos los rincones del mundo se esforzaban por llevar las Buenas Noticias de salvación en Jesucristo. Como no, en su mente estaban Buffard y los hermanos de Valdepeñas, y también “Hipo” y el ministerio global de la Unión Bíblica. (13)
Notas
(1) Escenas de la vida misionera en España, por Ernesto H. Trenchard (CEFB; Madrid, 2011), pp. 57-59. Publicado originalmente en 1934 por Marshall, Morgan & Scott en Inglaterra, bajo el título Sketches from Missionary Life in Spain.
(2) Escenas… p. 67.
(3) Escenas… p. 49.
(4) Hasta lo último de la tierra- Historia biográfica de la obra misionera, por Ruth A. Tucker (Ed. VIDA; Deerfield, 1983), p. 169.
(5) Escenas… pp. 74-75.
(6) Escenas… pp. 87-90.
(7) Ernesto y Gertrudis Trenchard-La enseñanza que permanece, por Tim Grass (Comisión de publicaciones del Centro Evangélico de Formación Bíblica CEFB; Madrid, 2019), p. 40. Escenas… pp. 91-92.
(8) Escenas… pp. 93-98.
(9) Ernesto y Gertrudis Trenchard-La enseñanza… p. 41. Nota: Si bien Don Ernesto tenía motivos para sentirse contento, el hecho de tener un lugar específico y tan llamativo para tener los cultos, con una capacidad para 120 personas, también le dio una visibilidad pública que provocaría más oposición.
(10) Don Percy- Un hombre enviado por Dios a nuestra tierra- La historia de Percy J. Buffard, fundador de la Misión Evangélica Española, por Winifred M. Pearce (Iglesia Cristiana Evangélica de Valdepeñas en colaboración con Editorial Peregrino y la Concejalía de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Valdepeñas; 2007), pp. 100-103. Nota: Oswald J. Smith (1889-1986) ejerció un poderoso ministerio como defensor de las Misiones. Su obra más conocida tal vez sea “Pasión por las almas”. Una de sus famosas máximas para defender las Misiones fue “Debes ir tú o enviar a un sustituto”. Fue pastor, autor y defensor de Misiones. Escribió 35 libros que han sido traducidos a 128 idiomas. Predicó durante 80 años más de 12.000 sermones en 80 países (Ver aquí).
(11) Don Percy- Un hombre… p. 99. Nota: En realidad, la idea de las tres identidades propias de las Misiones (autogobierno, autosostén y autopropagación) ya estaba siendo trabajada por Henry Venn y Rufus Anderson en el sentido de que la obra misionera debía tener la meta de asistir a la iglesia en cada país hasta que esta obtuviera la autonomía. Venn comenzó a hablar de una iglesia “nativa”. Venn y Anderson ordenaban las tres identidades de manera diferente. Para Venn la primera era el autosostén, mientras que para Anderson era la autopropagación (evangelismo). Para ambos la autonomía final de la iglesia nativa era el último punto de un proceso largo de educación y supervisión del misionero. Pero para John Nevius y Roland Allen un prolongado dominio misionero era en realidad un estorbo al crecimiento y a la multiplicación de la iglesia, y por tanto un inconveniente para su madurez. Allen confiaba en la dinámica del Espíritu Santo en las nuevas comunidades de creyentes. [Ver Introducción a Misiones - Guía de estudio, por Paul A. Pomerville (ICI University; Irving, Texas, 1994), pp. 199-201]. Aunque Allen tenía su modelo en el apóstol Pablo, es probable que haya tomado parte de su ideario de Anthony Norris Groves (1795-1853), “el padre de las misiones de fe”, cuya fórmula de simplificar la tarea, ayudando a los convertidos nativos a formar sus propias iglesias sin dependencia extranjera tuvo buena acogida entre los evangélicos de su tiempo. Groves fue cuñado de George Müller [Ver aquí].
(12) The Church Jesus Prayed for: A Personal Journey Into John 17, por Michael Cassidy (Monarch Books; Oxford, UK & Grand Rapids, Michigan, USA; 2012), p. 79-80 [Consultado en línea].
(13) La Historia de dos visiones- La historia de la Unión Bíblica en todo el mundo, por Michael Hews. Traducción de Ernesto Zavala, abril 2001. (Documento pdf), p. 16.
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