Esta pregunta no la hace un secularista amargado ni siquiera un avezado corredor de apuestas sino el devoto erudito católico romano George Weigel, antiguo biógrafo de Juan Pablo II.
Existe la percepción generalizada de que el pontificado del Papa Francisco ha entrado en una fase de declive irreversible, una especie de otoño tardío que es el preludio del final de una temporada. No es sólo una cuestión de edad: sí, el Papa Francisco es anciano y tiene mala salud. Pero, aparte del envejecimiento, el pontificado se encuentra navegando en una parábola descendente. Comenzó con el lenguaje de la ‘misión’ y la ‘reforma’. El reinado de Francisco, que ya lleva casi 10 años, se vio inmediatamente envuelto en mil dificultades, sobre todo dentro de la Iglesia católica. Muchos de estos problemas fueron causados por las ambigüedades del propio Francisco, hasta el punto de que el empuje previsto al principio quedó roto, si no totalmente inconcluso.
Dado el previsible final de un período, la pregunta es, por tanto, legítima: después de Francisco, ¿quién es el siguiente? ¿Quién será el próximo Papa? Esta pregunta no la hace un secularista amargado ni siquiera un avezado corredor de apuestas sino el devoto erudito católico romano George Weigel, antiguo biógrafo de Juan Pablo II (Witness of Hope. The Life of John Paul II, 1999) y autor, entre otras cosas, de un libro en el que propone un cambio en el significado del término ‘evangélico’: de descriptor de la fe protestante basada en la Sola Escritura y la Sola Fe pasaría a ser un adjetivo que detalla un catolicismo romano de orbe completo (Evangelical Catholicism. Deep-reform in the 21st Century, 2013, [Catolicismo evangélico. Reforma profunda en el siglo XXI], 2013, ver mi reseña aquí). Weigel es un intelectual brillante y un exponente del catolicismo romano conservador estadounidense que a menudo se ha manifestado en contra de Francisco.
En su libro The Next Pope. The Office of Peter and a Church in Mission (San Francisco, CA: Ignatius Press, 2020), Weigel dibuja un retrato robot del nuevo papa[1]. El próximo papa será un hombre que era un niño o muy joven durante los años del Concilio Vaticano II (1962-1965). Por primera vez, Roma tendrá un papa más ‘alejado’ de las polémicas de los años 1960-1970. Por esta razón, quizás estará más libre de las guerras interpretativas sobre el Concilio, es decir, si fue un Concilio que continuó con la tradición o rompió con ella. Sin embargo, como admite Weigel (pero no hace falta ser muy perspicaz para reconocerlo), “hay profundas divisiones sobre la doctrina y la identidad católica, la praxis y la misión, dentro de la propia Iglesia” (p. 9). El Papa venidero encontrará estas divisiones sobre su mesa. ¿Cómo las afrontará?
Según Weigel, el futuro Papa deberá inspirarse en León XIII (1810-1903), cuyo papado desde 1878 hasta su muerte en 1903 generó un fermento en la vida de la entonces atormentada Iglesia; León ancló su vida y su pensamiento en la filosofía tomista, desarrolló su doctrina social y lanzó un desafío al mundo moderno en el plano cultural en lugar de adoptar una actitud defensiva frente a él. Las repercusiones de esta vitalidad fueron canalizadas después por Juan XXIII al convocar el Vaticano II y por Juan Pablo II en el Gran Jubileo del año 2000. Para el académico estadounidense, éste es el catolicismo romano militante que el próximo Papa deberá encarnar y promover: fiel a su doctrina tradicional, íntegro en su enseñanza moral, coherente en sus prácticas eclesiales y formado por católicos devotos. Para Weigel, inspirándose en León XIII y Juan Pablo II, la agenda del nuevo Papa debe ser la “nueva evangelización”. Así lo expresa: el nuevo Papa “tendrá que dedicarse plenamente a la nueva evangelización como la gran estrategia de la Iglesia del siglo XXI” (p. 23).
Para “evangelizar”, la Iglesia católica romana debe, según Weigel, recuperar su identidad como iglesia sacramental y jerárquica, combinándola con su consolidado conjunto de doctrinas y prácticas transmitidas por la tradición, o sea, la “plenitud de la fe católica”. Weigel advierte al catolicismo romano que no debe seguir el camino de la bancarrota del protestantismo liberal que, por adaptarse a los tiempos modernos, ha perdido sus convicciones y ha visto también sus iglesias vacías. Desde su punto de vista norteamericano, Weigel dice que “las ramas crecientes del protestantismo en el mundo son los evangélicos, los pentecostales o los fundamentalistas” (p. 56), todos ellos caracterizados por “una enseñanza clara y unas expectativas morales firmes”. Es como si se dijera: el catolicismo romano puede seguir el camino del protestantismo liberal, convertirse en light (es decir, confundido en la doctrina y mezclado con el mundo) y morir, o debe recuperar su identidad “plena” y volver a florecer. Para Weigel, “el catolicismo light conducirá al catolicismo cero” (p. 59), a la pérdida de la fe y a un proceso disolutivo. Por ello, espera que el próximo Papa sea la expresión de un catolicismo romano pleno, convencido y devoto, que aspire a “evangelizar” (o sea, a catolizar) el mundo en lugar de ser ocupado por el mundo.
Este lenguaje de catolicismo light frente a catolicismo “pleno” ayuda a explicar porqué Weigel es crítico con Francisco. Se considera que el actual papa está enfrascado en proponer una forma light de catolicismo romano: habla de ‘misión’ (por ejemplo, en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium), pero la desarrolla de una manera muy diferente a la “nueva evangelización”. Para Francisco, la misión consiste en salir al encuentro de “todos los hermanos” (es decir, el último argumento encíclico de Francisco a favor de una fraternidad universal) con misericordia, resaltando la unidad que ya existe entre todos los seres humanos sin detenerse en las diferencias. La estrategia es evitar enfrentarse a las disputas, no desafiar a nadie, y expresar la misericordia sin una columna vertebral doctrinal. Todo lo contrario de lo que espera Weigel. Está claro que el nuevo Papa de Weigel tendrá que dar un giro vigoroso para alejarse de la trayectoria de Francisco.
Weigel utiliza a menudo un tipo de lenguaje “evangélico” para describir al Papa de sus sueños. Habla de fervor de espíritu y de solidez de convicciones, todos ellos indicadores no tanto de contenidos doctrinales, sino de las experiencias de la fe evangélica. Al mismo tiempo, habla un lenguaje muy católico romano; se refiere a la salvación por el bautismo, a la jerarquía romana, a la primacía papal y a las devociones marianas. Como católico tradicionalista, Weigel cree que todo lo que el catolicismo romano ha recogido a lo largo de la historia (por ejemplo, el Concilio de Trento, el Vaticano I, los dogmas marianos, etc.) debe conservarse y no perder nada. Todo esto es muy católico. Quiere hacer creer que el catolicismo romano puede (de hecho, debe) ser también “evangélico” sin perder sus principios católicos. Tiene en mente un papa muy tradicional en doctrina (antievangélico), pero muy apasionado y comprometido como un “evangélico”. Este es el tipo de papa que espera.
Cuando fue elegido en 2013, también Francisco fue presentado como muy cercano al ethos “evangélico”. La oración espontánea, el lenguaje vivencial y un cierto fervor en la espiritualidad parecían hacer de él un Papa diferente. Muchos evangélicos quedaron impresionados, sólo para descubrir tiempo después que Francisco era y es también muy mariano, universalista, jesuita y antievangélico. Ahora Weigel, criticando indirectamente a Francisco, espera un papa católico “evangélico”, aunque sea un papa muy diferente al actual. Tanto Francisco como Weigel tienen en mente un significado experiencial (no doctrinal) de “evangélico”. Quieren apropiarse de las formas evangélicas de vivir la fe, sin dejar de estar anclados en la doctrina tradicional (Weigel) o “saliente” (Francisco) del catolicismo romano. Ambos distorsionan la fe evangélica y quieren disolverla en la síntesis dogmática-institucional del catolicismo romano.
Sea quien sea el elegido, es poco probable que el próximo Papa sea un “evangélico”, si es que la palabra “evangélico” conserva su significado doctrinal e histórico. El “evangel” no es el compromiso primordial de la Iglesia Católica Romana. Por lo tanto, su cabeza nunca será un papa “evangélico” si la Iglesia romana no se somete a una reforma según el “evangel”.
Notas
[1] He tenido acceso a la traducción al italiano del libro Il prossimo papa. L'ufficio di Pietro e la missione della Chiesa [El próximo Papa. El oficio de Pedro y la misión de la Iglesia] (Verona: Fede & Cultura, 2021) y las citas se tomarán del mismo.
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