Jaqueline poseía esa extrañeza de vivir por un reino que no era de este mundo, pero trabajaba para su venida, sembrando en los ambientes tanto culturales como eclesiales. Por Marcelo Gatica Bravo.
“Muy personal” es el título del blog de Jaqueline Alencar en P+D, quien ha partido con su amado Galileo, y desde ese espacio íntimo escribo esta crónica. Cuando pienso en mi querida hermana, me viene su sonrisa del año 2008 cuando llegué a Salamanca a estudiar un doctorado en un frío enero. Pienso en sus brazos y su espíritu quebrado por los más necesitados. Su corazón una especie de radar dispuesto a mirar como Jesús.
La conocí en la Iglesia Evangélica de Paseo de la Estación, una comunidad que se transforma en la casa de muchos estudiantes evangélicos de todo el mundo. En efecto, allí también nos flechamos con mi esposa proveniente de Estonia. Jaqueline fue la primera persona de la iglesia que me habló, estaba en la puerta anotando todos los nombres los rostros nuevos que llegábamos para que en el tiempo de los avisos se nos diera la bienvenida. Junto Alfredo abrían su casa para almorzar cada domingo, como si fuera un refugio. Cuando eres inmigrante una invitación a una comida es un gesto de un valor incalculable.
Recuerdo durante ese diciembre en la iglesia preparaban un mercadillo de navidad junto a Alianza Solidaria para recaudar fondos para los niños de una asociación peruana llamada Turmanyé, arco iris en la bella lengua quechua. Luego de algunos años, en la iglesia El Faro de Luxemburgo, y a través del contacto de Jaqueline con Turmanyé, participamos dos años seguidos en un Feria de Inmigrantes de Luxemburgo que tiene como objetivo recaudar fondos para Ong que trabajan en el mundo. Los cruces de camino no son casualidades en el reino del Galileo.
Cada vez que iba a Salamanca por mis asuntos del doctorado, Jaqueline estaba sembrando alguna iniciativa, sea en la comunidad local, sea con algún lúcido artículo en P+D, o en algún congreso de mujeres de la iglesia española, en algún stand de Alianza Solidaria con algún número nuevo de la tremenda revista Sembradoras o repartiendo abrazos gratis al frente de la Biblioteca de las Conchas.
Jaqueline poseía esa extrañeza de vivir por un reino que no era de este mundo, pero trabajaba para su venida, sembrando en los ambientes tanto culturales como eclesiales. Estaba siempre con un radar para darse por los otros. Como no podía ser de otra manera, siempre estaba en el momento y lugar indicado, sacando fotos con su diminuta pero efectiva cámara azul en los encuentros literarios organizados por Alfredo. Pero también en momentos invaluables para mí como aquella mañana de febrero en mi defensa del doctorado el año 2016. Su cálida y dulce sonrisa la tengo marcada en mi corazón como la honesta felicidad por los logros de otros, como si fuera una especie de hijo o hermano menor. Una mujer piadosa, que sentía sinceramente el dolor por los otros, y al mismo tiempo portadora de esperanza. En el 2017 le dediqué un poema en Anclado al pescador de mares. En la que destacaba la esperanza como virtud de los discípulos que siguen a Cristo.
[photo_footer]Marcelo Gatica, Jacqueline Alencar y Alfredo P. Alencart.[/photo_footer]
Mi última conversación con ella fue sobre la esperanza enfrentada al dolor. Hablamos sobre el cáncer que se llevó a mi padre el año anterior, y sobre la esperanza que tenemos pese a lo duro del Covid-19. Le hablé sobre el origen de mi libro El mar ya no es, título sacado literalmente del Apocalipsis. Hablamos sobre una esperanza viva, porque nuestro Padre nos limpiará las lágrimas y que la muerte no existirá más. Le hablé de mis luchas y cuestionamientos sobre el propósito de Dios con mi hijo Lukas, que tiene síndrome del espectro autista. Le conté que aunque pongo todo de mi parte, muchas veces pero muchas veces….. me siento impotente y miro (desolado) al cielo como pidiendo alguna explicación. Su oído siempre atento ¿Cuánto nos cuesta escuchar en la época de las imágenes? Su oído atento y su corazón lleno del Espíritu Santo en esos momentos que ella también transitaba horas oscuras. Hablamos sobre la esperanza viva, sobre la promesa que Cristo nos acompaña cada día hasta al fin pese a lo complejo de las circunstancias.
El último artículo que escribió en Protestante Digital fue “Camino uno de los nombres de Cristo”. Lo leí y me inspiró su visión por lo cual escribí un poema. Le quería contar esa pequeña anécdota, de lo bien que me había hecho su reseña. Por el momento no alcancé. Vuelvo al significado de Turmanyé, y recuerdo que el primer arco iris fue un pacto de Dios. Y nuestro Padre cumple las promesas. En el tiempo de Dios la muerte es un espejismo, un tránsito, porque nos veremos nuevamente. Sólo te has ido un poquito antes como diríamos en Latinoamérica.
Los últimos días he estado haciendo arqueología en tus artículos, que en su conjunto forman un pensamiento vital sobre la estrecha relación entre una escritura viva y la misión. Vale la pena releerlos porque son joyas y un trabajo por visibilizar. Pienso en la frase de Søren Kierkegaard inspirada en Lucas 6: 44-46 que dice: “El árbol se conoce por los frutos. Es cierto que además se le puede conocer por las hojas. Pero el fruto es desde luego, la señal esencial”. Y agradezco que tuve la alegría de conocer a una mujer piadosa cuya humildad y amor (sin hojas aparentes) marcó mi vida, porque ella perseguía sembrar en lo esencial. Y en los últimos días he visto en las redes sociales la bella cosecha que aparece en el mundo de una mujer que sigue dando frutos por su amado Galileo.
[photo_footer]Jacqueline Alencar en un colegio colombiano patrocinado por Turmanyé.[/photo_footer]
SEMBRADORA
¡Qué hermosos son los pies de los
mensajeros que traen buenas noticias!
Romanos 10:15
Jaqueline, sabías que la zarza permanece intacta
que el carpintero sigue tallando esperanza
en los ojos de los pequeños.
En pleno naufragio de las palabras
sembraste vida desde tu piso en la ribera del Tormes.
Con Alfredo esparcieron versos luminosos
en la viña que les entregó el Galileo.
Jaqueline, veo el eco expansivo en tu sonrisa vertical
multiplicado 70 veces por 7 como los frutos de tu vid
por los senderos de la tierra.
En tu corazón cabían todos los niños del mundo,
Jaqueline me hablaste de Turmanyé
-Arco iris en quechua-
(Un refugio para niños y mujeres del Perú)
Ahora Turmanyé se repite como un oleaje
como un pacto donde nos esperas
con tu cartel de abrazos gratis.
en aquel tiempo donde el mar ya no es.
Por Marcelo Gatica.
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