Gracias al círculo Bienaventurado el que lee ha crecido mi convicción que es más enriquecedor leer un libro comunitariamente.
La lectura comunitaria es aleccionadora y estimulante.
Leer es una actividad que se realiza en solitario, que adquiere mayor relevancia cuando junto con otros y otras se lee el mismo libro, para semanalmente conversar sobre el autor(a) y la obra seleccionada. Esto es lo que hacemos en el círculo Bienaventurado el que lee.
El director de la librería Papiro 52, Aarón Cortés Herrera, aceptó con entusiasmo cuando le propuse iniciar Bienaventurado el que lee, cuyo propósito era, y es, invitar a posibles interesados para que leyéramos juntos un libro e intercambiar opiniones sobre lo leído.
Fue así que en febrero del año pasado iniciamos el experimento. El primer libro fue No creáis a todo espíritu. La fe cristiana y los nuevos movimientos religiosos (Editorial Mundo Hispano, 2010), de Justo L. González.
No sabíamos si la convocatoria tendría respuesta, ya que leer despierta escaso entusiasmo no solamente entre la población en general sino también entre la población evangélica.
Después de la primera reunión escribí: “Fue pequeño el número de asistentes a la sesión inaugural. Tal vez se agreguen unos cuantos más, aunque no creo que tantos como para no caber en la sala de reuniones. Estoy consciente que eso de invitar a leer y conversar sobre lo leído atrae poca gente. Sin embargo, es necesario intentar contagiar el gusto de la lectura, a la vez que en algo se contribuye al objetivo de no ser, como escribió el apóstol Pablo, ‘zarandeados por las olas y arrastrados a la deriva por cualquier doctrina seductora, a merced de esa gente maestra en las artimañas del error’ (Efesios 4:14, La Palabra)”.
El grupo inicial se mantuvo y cada lunes de 7 a 8:30 pm tuvieron lugar animadas conversaciones, acompañadas de café. En cada ocasión llegó un buen amigo/hermano desde los años universitarios, Eugenio Aquino. Él estaba muy comprometido con el trabajo de la Unión Nacional de Traductores Indígenas, agrupación que traduce la Biblia a las distintas lenguas originarias de lo que ahora es México.
Fue un golpe muy duro cuando supe que el apreciado Eugenio debió ser hospitalizado por haberse contagiado de Covid-19 y, días después, a principios de diciembre del año pasado, falleció.
Cada semana conversaba por celular/móvil con Eugenio. Comentábamos las noticias y cada quien compartía su punto de vista sobre diversos asuntos. Durante los meses de confinamiento expresamos la esperanza de viajar a Oaxaca, compartir allá la mesa y charlar de la diversidad étnica de la entidad acompañados de las delicias culinarias oaxaqueñas.
Él me mantenía informado de los avances en la traducción bíblica a distintos idiomas y dialectos indígenas que se hablan en el territorio nacional.
Por su entrega a la causa bíblica, el estímulo de sus observaciones y agudas preguntas fue que le agradecí con las siguientes palabras en el prefacio de mi libro más reciente (Casiodoro de Reina, traductor de la Biblia del Oso publicada en 1569): “Eugenio Aquino Domínguez, amigo desde los años universitarios, y actual director de relaciones públicas de la Unión Nacional de Traductores Indígenas, escuchó diligentemente mis dudas y hallazgos durante el tiempo que me llevó escribir este libro”.
En una de las reuniones presenciales tuvimos la visita de don Eliseo Vila, director de CLIE, quien nos compartió generosas palabras de ánimo y su deseo de que Bienaventurado el que lee creciera y se replicara en otros lugares. Entonces él no sabía que en unos días iniciaría el confinamiento por la pandemia y tendría que permanecer en el país por medio año, junto con su esposa e hija.
A fines de marzo de 2020 dejamos de reunirnos físicamente y mudamos las sesiones a la plataforma Zoom. Nuestra incertidumbre, la mía y de Ángel Barrón Munzuri (a quien Aarón Cortés encargó la logística del círculo de lectura), nos hizo estar inquietos sobre qué respuesta habría para participar en la nueva modalidad.
Para nuestra sorpresa tuvimos mayor número de asistentes y no nada más de una zona de la Ciudad de México, la cercana a Papiro 52, sino de otras partes de la urbe y del país. Se nos agregarían lectore(a)s de diversos países latinoamericanos.
Hemos leído nueve libros en el círculo. La obra que ahora estamos abordando es de Dietrich Bonhoeffer, El costo del discipulado. La dicotomía entre gracia barata y gracia sublime (Editorial Peniel, Buenos Aires, 2017).
La edición más conocida en castellano es la publicada por Sígueme, con el título El precio de la gracia. El seguimiento. Sígueme dio a conocer el libro de Bonhoeffer en 1968, y la ha republicado en distintos años.
El volumen fue publicado originalmente en alemán en 1937 y desde su primer párrafo es contundente: “Resulta natural en los periodos de renovación eclesiástica que la sagrada Escritura se nos vuelva mucho más rica. Tras las indispensables órdenes del día y consignas de combate de las controversias eclesiásticas, bullen una búsqueda e investigación intensas referentes a lo único que nos interesa: Jesucristo mismo. ¿Qué ha querido decirnos Jesús? ¿Qué quiere hoy de nosotros? ¿Cómo nos ayuda hoy a ser cristianos fieles?”.
Para cada libro seleccionado, la primera sesión la ocupamos en conversar sobre antecedentes del autor(a), contexto en el que escribió, nuestras impresiones acerca de motivaciones de haber escrito el libro en cuestión, comparaciones y vasos comunicantes con obras similares, puentes con nuestro contexto, sugerencia de bibliografía adicional.
La obra que estamos leyendo es dividida en secciones, por Ángel Barrón, para ser analizadas semanalmente en el encuentro que tenemos vía Zoom. El tiempo de que disponemos en cada encuentro es de 90 minutos.
Me corresponde coordinar la conversación, hacer observaciones y preguntas. Ha sido muy gratificante que los participantes leen los capítulos correspondientes y opinan con fundamentos sus acuerdos/desacuerdos.
Así ha crecido mi convicción que es más enriquecedor leer un libro comunitariamente. Agradezco profundamente a la librería Papiro 52 y a quienes integran el círculo Bienaventurado el que lee por la experiencia de conversar sobre libros y tomar café, aunque, por el momento, lo hagamos virtualmente.
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