Podemos dejar de existir de un momento a otro para volver al polvo del cual fuimos hechos.
Tristemente, vivimos en un mundo donde espectáculos tan impactantes como el edificio en ruinas de Miami Beach nos sobrecogen, pero no tanto. Para escribir esta nota, mi mente se ha trasladado a la Segunda Guerra Mundial y, específicamente, a la película “El pianista” (Roman Polanski, 2002) que muestra a toda una ciudad, Varsovia, en ruinas (foto). Allí no hay unos cuantos muertos y unos pocos desaparecidos (lo escribo con el mayor respeto por las víctimas de la tragedia que comentamos). Allí hay miles y hasta millones de muertos y desaparecidos. Observen la foto y piensen; y al pensar, sentirán cómo el corazón se les encoge y algo como un dolor inexplicable les sube por la garganta y les humedece los ojos.
La vida es bella; la muerte está en las antípodas. Al otro lado de la vida, está la muerte. La muerte es el lado oscuro de la vida. Una noche cualquiera, de esto hace poco más de una semana, personas llenas de vida y posiblemente después de un día pleno de actividades, se fueron a la cama. Plácidamente. Como nosotros cuando llega la hora de dormir. Jamás despertaron. Para ellos, sin haberse dado cuenta y sin haberlo pensado nunca, la vida terminó cuando cerraron los ojos para entregarse al sueño. Al día siguiente había muchas cosas que hacer. Planes trazados con anticipación por quienes habían viajado a Miami a hacer unos días de turismo no se cumplieron. La muerte los truncó.
El pianista de la película sobrevivió gracias a la ayuda que un capitán alemán le brindó después de haberlo oído tocar en un piano que permanecía intacto en medio de las ruinas. El capitán murió. Ironías de la vida. En Miami Beach, cientos de rescatistas tanto estadounidenses como venidos de otros países trabajan día y noche buscando sobrevivientes. No los encuentran. Enterrados debajo de los escombros que un día fueron un edificio de departamentos, hay cuerpos; pero también hay sueños, planes, hay ganas de vivir. Han pasado nueve días y hasta hoy, viernes 2 de julio, solo se han encontrado dieciséis cuerpos y permanecen desaparecidos ciento cuarenta y cinco. Ni familiares, ni rescatistas, ni policías, ni autoridades quiere pensar en detener la búsqueda. Hacerlo equivaldría a “apagar e irnos”. Y nadie desea apagar e irse. El sentido común dice que todos los esfuerzos que se están haciendo y se harán, son infructuosos. Pero seguirán buscando.
La vida es bella decíamos. El cuerpo humano es la más maravillosa creación. ¿Y sabes por qué es la más maravillosa creación? Porque Dios lo hizo a su imagen y semejanza. Hay en el ser humano un parecido admirable con Dios. Nada de todo lo creado fue hecho por Dios a su imagen y semejanza. Solo el ser humano. Pero así como nuestros cuerpos y nuestras mentes son admirables desde el ángulo que se los mire, somos tan frágiles que podemos dejar de existir de un momento a otro para volver al polvo del cual fuimos hechos. Al cuerpo le sobrevive el alma, que en un momento de la eternidad, tendrá un encuentro con Dios, su Creador.
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