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La dignidad no es negociable

Tenemos el deber y la obligación de luchar por los que sufren abusos.

FOLLAS NOVAS AUTOR 49/Beatriz_Garrido 04 DE JULIO DE 2021 16:00 h
Imagen de [link]Tasha Jolley[/link] en Unsplash.

“Cuando hablamos de dignidad humana, no podemos hacer concesiones”.



Angela Merkel.



 



“Son elocuentes aquellos que pueden hablar de cosas sencillas con profundidad, de grandes cosas con dignidad, y de cosas moderadas con templanza”.



Cicerón.



 



“Ninguna raza puede prosperar hasta aprender que existe tanta dignidad en labrar el campo, como la que existe en escribir un poema.”



Booker T. Washington.



 



“El hombre ideal asume los accidentes de la vida con gracia y dignidad, sacando el mejor provecho de las circunstancias”.



Aristóteles.



 



“La dignidad de la naturaleza humana requiere que enfrentemos las tormentas de la vida”. Mahatma Gandhi.



 



“Cualquier hombre o institución que trate de despojarme de mi dignidad, fracasará.” Nelson Mandela.



 



Por alguna razón, hoy necesito escribir de la absolutamente imprescindible dignidad humana, de los que soportan la injusticia, de como la enfrentan quienes sufren toda clase de abusos en todos los sentidos que podáis imaginar, ver como podemos aportar nuestro granito de arena en este sentido, y ¡por supuesto! Saber lo que dice Dios al respecto.



Hoy quiero traer a la memoria una tremenda barbarie que sucedió hasta hace relativamente pocos años en Chile, la brutal historia de La Colonia Dignidad, la tomo de las palabras de Abril Palomino: “La Colonia Dignidad es recordada no solo como el área geográfica en la que durante años se asentó una comunidad, sino como uno de los episodios más violentos y oscuros de la historia de Chile. La Colonia Dignidad era una sede de una especie de culto religioso totalitario, cientos de crímenes y abusos se dieron bajo el techo y el resguardo de su líder, Paul Schafer, ex nazi. Fue precisamente aquí donde se llevaron a cabo torturas para la policía secreta del ex dictador chileno Augusto Pinochet.”



Paul Schafer, un predicador laico acusado de abuso sexual de niños en Alemania, fundó la colonia con ideales utópicos en 1961 después de buscar refugio en Chile al final de la Segunda Guerra Mundial. Schafer, encontró y compró una localidad del 10 mil hectáreas, un pintoresco pueblo que ofrecía a la población local servicios esenciales con su hospital y escuelas.



Poco antes, la policía de Siegburg, Alemania, inició una investigación de las denuncias de abuso infantil contra Paul, en ese entonces un trabajador de bienestar juvenil y predicador laico, por lo tanto, huyó a Chile. Muchos de sus seguidores se unieron voluntariamente a él, aunque también se sabe que 150 hijos de miembros de la secta y huérfanos fueron llevados a Chile en circunstancias legalmente dudosas. Schafer prometió a sus seguidores una vida cristiana tradicional en una tierra prometida.



En una finca remota a 350 kilómetros al sur de Santiago de Chile, Schafer creó una dictadura totalitaria a pequeña escala, que pronto llegó a ser conocida como “Colonia Dignidad”. La vida cotidiana estuvo marcada por cantos germánicos, adiestramiento militar, el trabajo en el campo, la vigilancia constante y la violencia física y psicológica.



La vida entre los habitantes transcurrió bajo un angustiante silencio por años. Las acusaciones de abuso sexual, encarcelamiento, medicación y trabajos forzados, surgieron desde el principio, pero fueron ignoradas, hasta que se hizo completamente inútil levantar cualquier tipo de queja. Después de que Pinochet tomó el control de Chile en 1973, la Colonia Dignidad vivió bajo “protecciones” especiales para proporcionar armas al régimen y la ubicación de un centro de tortura.



La historia real de la Colonia Dignidad en Chile…. Toda la comunidad se encontraba bajo el estricto control de Schafer, quien separaba a los hombres de las mujeres y los niños de sus padres, aunque muchas mujeres también eran obligadas a abortar. No existían las familias. Se dice que también se acostumbraba adoptar a niños chilenos de familias pobres quienes necesitaban los servicios de salud de la colonia o se les engañaba para firmar papeles de adopción, todo esto para proporcionarle nuevas víctimas de abuso sexual a Schafer, a quien se le llamaba “tío Paul”.



Las mujeres eran vistas como objetos de pecado, sufrían de torturas, abusos y explotación en el campo, cubriendo jornadas de hasta 24 horas. Era imposible escapar de la Colonia Dignidad, sus habitantes eran constantemente drogados con barbitúricos, además de que el territorio se encontraba amurallado con vallas electrificadas de dos metros, minas en los alrededores, torres de vigilancia, hombres armados y perros adiestrados.



Durante 30 años, innumerables niños fueron violados y obligados a trabajar en la Colonia Dignidad detrás de vallas de seguridad. Schafer reprimió y controló brutalmente a sus seguidores, utilizando medios que incluían lavado de cerebro, castigos draconianos y haciendo cumplir un voto de secreto. El dictador militar chileno Augusto Pinochet utilizaba este espacio para esconder armas y trabajos secretos de la DINA. Cerca de 350 miembros de la oposición fueron torturados en Colonia Dignidad, que Schafer operaba como su propio feudo opresivo personal. Cuando triunfó Pinochet, el alemán ofreció sus instalaciones al régimen militar y Colonia Dignidad se convirtió en un elemento clave en la estructura represiva de la dictadura. Decidieron convertir la colonia en un centro de inteligencia, entrenamiento, tortura y exterminio y aunque no existen cifras exactas se estima que la mitad de los prisioneros que eran llevados allí fueron asesinados. Décadas después, las autoridades chilenas encontraron fosas comunes en el sitio.



Fue hasta el año de 1997, cuando fiscales chilenos presentaron cargos contra Schafer, quien huyó a Argentina y logró escapar de la justicia hasta el año 2005, cuando fue arrestado y condenado un año después, tan solo por el abuso de 25 niños. Finalmente murió en el año 2010, a la edad de 88 años en una prisión chilena.



Hartmut Hopp, fue un médico y portavoz de la Colonia Dignidad, muchos testigos aseguran que era él quien ayudaba a Schafer a obtener niños, medicarlos con drogas psicoactivas y abusar de ellos. En 2011, fue sentenciado a cinco años de prisión por 16 cargos de complicidad ante abuso sexual de niños durante varias décadas. Pero, huyó a Alemania donde fue protegido de la extradición. Chile presionó para que los tribunales alemanes hicieran cumplir su sentencia y se inició un caso. La justicia alemana ahora está considerando presentar nuevos cargos, no solo acusándolo de ayudar en el abuso infantil, sino de complicidad en el asesinato en 1973 de tres activistas de la oposición en Chile.



Cuando voy a la Palabra de Dios me encuentro con diferentes textos bíblicos que nos hablan de la dignidad de una persona, algo que no tiene que ver con el orgullo, de como tenemos que tratar con ella, y como tenemos el deber y la obligación de luchar por los que sufren abusos en este sentido:



 



Gálatas 3:28…



“No hay Judío, ni Griego, no hay siervo, ni libre, no hay varón, ni hembra: porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús”.



 



Juan 13:16 …



“De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el apóstol es mayor que el que le envió.”



 



Génesis 1:27…



“Y crió Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo crió, varón y hembra los crió.



 



Mateo 7:12…



“Así que, todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas”.



 



1ª Juan 3:17…



“Mas el que tuviere bienes de este mundo, y viere a su hermano tener necesidad, y le cerrare sus entrañas, ¿cómo está el amor de Dios en él?”



 



Jeremías 1:5…



“Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que salieses de la matriz te santifiqué, te dí por profeta a las gentes”.



 



Mateo 10:24…



“El discípulo no es más que su maestro, ni el siervo más que su señor.”



 



Quiero terminar con una historia completamente anónima tremendamente ilustrativa, que lleva por título el mismo que el de este artículo:



“En el primer día de clase, el profesor de “Introducción al Derecho” entró al aula y lo primero que hizo fue pedir el nombre de un estudiante que estaba sentado en la primera fila:



—¿Cuál es su nombre?



—Mi nombre es Nelson, Señor.



—¡Fuera de mi clase y no vuelva nunca más! —Gritó el maestro desagradable.



Nelson estaba desconcertado. Cuando volvió en sí, se levantó rápidamente recogió sus cosas y salió del aula.



Todo el mundo estaba asustado e indignado, pero nadie habló.



—¡Muy bien! Vamos a empezar, dijo el profesor.



—¿Para qué sirven las leyes? preguntó el maestro —los estudiantes seguían asustados, pero poco a poco empezaron a responder a su pregunta:



—Para tener un orden en nuestra sociedad.



—¡No! – Respondió el profesor.



—Para cumplirlas.



—¡No!



—Para que las personas equivocadas paguen por sus acciones.



—¡No!



—¿Alguien sabe la respuesta a esta pregunta!



—Para que se haga justicia – una muchacha habló con timidez.



—¡Por fin! Es decir, por la justicia.



—Y ahora, ¿qué es la justicia?



Todos empezaron a molestarse por la actitud tan vil del profesor.



Sin embargo, continuaron respondiendo:



—A fin de salvaguardar los derechos humanos…



—Bien, ¿qué más? —preguntó el maestro.



—Para diferenciar el bien del mal, para recompensar a aquellos que hacen el bien…



—¡Okey!, no está mal, pero respondan a esta pregunta:



— “¿Actué correctamente al expulsar a Nelson del aula?”



Todos estaban en silencio, nadie respondió.



—¡Quiero una respuesta por unanimidad!



—¡No! —Todos contestaron con una sola voz.



—¿Se podría decir que he cometido una injusticia?



—¡Sí!



—¿Y por qué nadie hizo nada al respecto? ¿Para qué queremos leyes y reglas si no tenemos la voluntad necesaria para practicarlas? Cada uno de ustedes tiene la obligación de hablar cuando es testigo de una injusticia. ¡No vuelvan a estar en silencio, nunca más! Vayan a buscar a Nelson —dijo. Después de todo, él es el maestro, yo soy un estudiante de otro período.



Aprendan que cuando no defendemos nuestros derechos, se pierde la dignidad y la dignidad no puede ser negociada.



 



Pido al Dios de mi vida, no solo no dejarme avasallar por todos aquellos que quieran hacerlo, tengo toda la dignidad, la más alta como persona humana, ser hija de Dios y del mismo modo del Rey de Reyes; sino tener todas las fuerzas del mundo para luchar con todas las armas correctas y necesarias, por todos los oprimidos que sufren de algún modo y necesitan de mi ayuda.



En palabras de la propia Escritura:



 



“El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí,



por cuanto me ha ungido



para anunciar buenas nuevas a los pobres.



Me ha enviado a sanar los corazones heridos,



a proclamar liberación a los cautivos



y libertad a los prisioneros”



Isaías 61: 1.



 



¡Ayúdame Señor, a cumplir con tu mandato y todas las expectativas que tienes para conmigo! En el Nombre de Jesús, Amén.


 

 


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