En Apocalipsis 3:20, Jesús no le está rogando a una persona para que sea salva; está buscando la entrada a una iglesia.
“He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo”.
Apocalipsis 3:20
“Quiero la presencia de Dios mismo, o no quiero nada que ver con la religión … Quiero todo lo que Dios tiene o yo no quiero nada.”
A W Tozer
Siempre me ha parecido una belleza la pintura alegórica La luz del mundo, que fue vista por millones de personas en su gira mundial de 1904.
En su momento culminante, a principios del siglo XX, esta conocida pintura, fue probablemente más famosa que cualquiera de las obras de los grandes maestros del Renacimiento, y fue creada por el artista inglés William Holman Hunt (Londres, 2 de abril de 1827 - íd, 7 de septiembre de 1910) que la comenzó a la edad de 21 años y la terminó cuando tenía 29 años. Millones de personas en todo el mundo se congregaron para ver lo que se conoció como el «sermón en un marco» y está basada en el conocido texto de Apocalipsis 3: 20, dejado más arriba.
Jesús, portando una linterna, está representado tocando una puerta sin pomo en el exterior. La puerta está cubierta de maleza, y los clavos y las bisagras están oxidados, lo que implica unas cuantas cosas que me gustaría considerar brevemente a vuestro lado.
A través del apóstol Juan en Apocalipsis capítulos 2 y 3, Jesús envió siete cartas a siete iglesias en Asia Menor; eran cartas personalizadas de instrucción, reprensión y estímulo a las congregaciones locales. A la última iglesia, la de Laodicea, Jesús le hizo un llamado urgente: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo". He conocido a muchos hermanos personalmente y sé que muchos a lo largo de la historia, que se han entregado al Señor escuchando predicar sobre este versículo, a mi entender de un modo totalmente erróneo.
Es frecuente, de modo especial en épocas pasadas, utilizar la idea de Jesús estando a la puerta y llamando como una ilustración del ofrecimiento para salvación, de una primera entrada para una relación personal con él; pero en Apocalipsis 3:20, Jesús no le está rogando a una persona para que sea salva; está buscando la entrada a una iglesia, para empezar; pero luego a algo que me parece tremendamente hermoso, la entrada al corazón de un creyente que ha dejado crecer demasiado la maleza de la relación muy cercana y la intimidad con el Señor. Es asombroso pensar que Jesús está parado en la puerta llamando suavemente. Está hablando a una iglesia; Laodicea había cerrado la puerta a la Cabeza de la iglesia; estaban presumiendo de su prosperidad, y Jesús se quedó afuera, era un extraño para los corazones de toda la congregación.
La mayoría de las siete cartas contenían un elogio, una queja o crítica, una orden y un encargo por parte de Jesús; sin embargo, los laodicenses eran culpables de autosuficiencia, autojustificación e indiferencia espiritual. Todavía más, la iglesia no era consciente de ser miserable.
A la congregación de la que estamos comentando, Jesús le hizo esta dura crítica: "Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente, ¡ojalá fueras frío o caliente! Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca. Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo" (Apocalipsis 3:15-17).
El llamado de Cristo fue sincero y urgente para aquella iglesia, pero lo que más me emociona es la súplica del Señor personal a cada uno de sus miembros. Estaba invitando a todos en la iglesia a experimentar una comunión íntima con Él. Y aunque Su deseo era que toda la iglesia respondiera y le abriera la puerta, en última instancia, era la persona la que decidía.
Creo sinceramente que el mensaje a Laodicea es un mensaje que tendríamos que escuchar y hacer nuestro muchas iglesias, demasiadas, y también la mayoría de sus miembros.
Subimos, bajamos, en una época como la que estamos viviendo, corremos de acá para allá, en ocasiones considero que trabajando el doble. Ya sé que no nos queda otra, y que el Señor ha abierto una puerta fantástica para poder comunicarnos, estar cerca cuando no podemos físicamente, llevar el mensaje del evangelio por todos los lugares… En ocasiones me parece que algunos piensan que han descubierto la pólvora. Yo soy la primera que utilizo estos medios, pero muchas veces me siento agotada y extraño el abrazo de mis hermanos, y sobre todo, más tiempo con mi Señor.
Si no paso el suficiente tiempo a sus pies, todo lo que dé en cualquier forma, puede ir bien presentado…. pero carecerá de todo poder.
Son muchas las veces que entro en alguna red social, y lo primero, segundo y tercero son notificaciones al instante de alguien que está transmitiendo en vivo y demás, os aseguro que me dan ganas de salirme al momento. Quiero elegir lo que quiero ver y en el momento oportuno, quiero dar para mis hermanos y para quien no conoce al Señor. Pero no quiero ni puedo darme el lujo de dar absolutamente nada de valor, si antes no he estado un tiempo con mi Señor.
Me encanta la figura de la cena…. CENANDO CON ÉL… esto implica cercanía, intimidad profunda, horas de escuchar a sus pies, horas de gozar de su presencia, incluso lenguaje sin palabras, implica nutrirme, implica llenarme más y más del Espíritu Santo…. Implica muchísimas cosas que necesitamos para conocerle, seguirle y servirle mejor.
Llevo tocada por este tema hace demasiado tiempo, realmente siempre me ha tocado y me parece, hasta poético.
Vivo en el tiempo presente, y sé lo necesario, las cosas que tienen que dar paso a otras; pero creo que ese llamado suave del Señor a la puerta de nuestro corazón, ese solo poder abrirle por dentro, esa cena que tiene que repetirse muchas veces, están desapareciendo demasiado rápido, y lo que es yo, no puedo vivir sin algo tan precioso e imprescindible.
¡Perdóname mi Señor por las veces que me he agotado de subir y bajar, de ir de un lado a otro sin pasar el suficiente tiempo contigo, dando en mis propios dones y fuerzas! Hoy quiero hacer un alto en mi caminar contigo y mi servicio hacia ti. No quiero ser yo, quiero que seas tú a través de mí. Y llevar al mundo tu Gloria.
En el Nombre de Jesús y siempre solamente tuya, Beatriz.
Os dejo para terminar, una preciosa canción que siempre toca mi alma, es René González cantando… “Mi Señor y yo”… Tu presencia
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