Se trata de hablar con inteligencia social y espiritual como hábiles pescadores de hombres y mujeres del siglo XXI.
¿Qué pasaría si a las iglesias les cambiáramos el nombre de Iglesia por embajadas del Reino de Dios? ¿Dejaría de ser Iglesia por eso? Por supuesto que no. Tengamos en cuenta que el nombre de Iglesia está muy desacreditado por el funesto testimonio histórico de "la santa madre iglesia". Y esto, sin duda, ha producido un repudio y un anticlericalismo muy fuerte en amplios sectores de la sociedad española.
¿Qué pasaría si al pecado le cambiáramos el nombre de pecado “por estar en falta con Dios" y, por ejemplo, demostrar la realidad del pecado por algo tan universalmente reconocido como es la mentira en sus múltiples expresiones, tema sobre el que existe un gran consenso social que demuestra nuestra maldad personal y que pone de manifiesto "el pecado humano" de forma muy evidente, entre otras cosas? Cierto es también que el pecado es el asesino invisible del alma humana y debemos de avisar a todos de este gran peligro que acecha a toda la humanidad.
¿Puede tener menos fuerza espiritual decirle a la gente que se vuelvan a Dios antes de que sea demasiado tarde o invitarles a reconciliarse con Dios a través de Jesucristo? ¿O necesariamente hay que decirles que se arrepientan al estilo de Juan el Bautista o quizás, más persuasivamente, al estilo de Jesús que usaba, ocasionalmente un lenguaje directo de arrepentimiento, “Arrepentíos y creed en el Evangelio”, o veamos también el siguiente ejemplo diferente, "Venid a mí TODOS los que estáis trabajados y cargados que yo os haré descansar"? ¿Ésta no era una llamada implícita al arrepentimiento tan válida como la explícita "Arrepentíos y creed..."? Las siguientes Escrituras son un claro ejemplo de lo que venimos diciendo: “Esta es la palabra de fe que predicamos: que, si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás salvo… porque todo el que invoque el nombre del Señor será salvo”. Deducimos que esta sencilla declaración de fe incluye, por antonomasia, el arrepentimiento personal de nuestros pecados.
La que era conocida como la predicación patética en el tiempo de los puritanos ya no resulta tan impactante en este tiempo, debido a la anestesia espiritual de las conciencias y a esta especie de hipnotismo colectivo que observamos en la gran masa social. ¿Quién o qué produce la convicción de pecado? ¿Cierta agresividad en el tono de voz, determinada fraseología bíblica o, en definitiva, la acción del Espíritu Santo en la conciencia de las personas?
Tampoco pretendo ignorar que un lenguaje inapropiado podría inducir al error a nuestros receptores, pero deduzco perfectamente el sentido correcto de las palabras y sus sinónimos, sin querer desnaturalizar su esencia. No se trata de planteamientos humanistas en absoluto, se trata de inteligencia social y espiritual como hábiles pescadores de hombres y mujeres del siglo XXI.
¿Y qué decir tiene la puesta en escena de nuestras iglesias evangélicas con respecto a la decoración y la estética de nuestros lugares de culto y a la forma de vestir, hablar y actuar de nuestra gente en nuestros centros de reunión? Tenemos que reconocer que, más que conservadora, todavía existe entre nosotros una cultura antigua, reduccionista y aldeana, en muchos casos, lo cual no quiere decir que debemos de contemporizar con todas las modas de turno ni tampoco anatemizar ciertas formas de vestir contemporáneas, porque nos estaríamos equivocando completamente. Tenemos que reconocer que hemos perdido el tren de las nuevas corrientes sociales en muchos aspectos y también la falta de empatía con nuestro entorno social nos ha desconectado de muchas y complejas realidades humanas. Tenemos que saber dar respuestas inteligentes a las nuevas generaciones, con la Biblia en una mano y con el periódico en la otra, para interpretar correctamente los signos de los tiempos y dar respuestas bíblicamente relevantes a la necesidad espiritual del mundo de hoy.
Finalmente, se despide de ti alguien conceptualmente trifásico; me declaro un conservador, un renovador y, a su vez, un innovador, para servir al mundo y a usted, [email protected]
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