A pesar de nuestros fallos para con nuestro Señor, nos sigue amando, y nos acompaña en cada tramo de nuestro difícil caminar.
“Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo;
Porque fuerte es como la muerte el amor;
Duros como el Seol los celos;
Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama……………………..
Las muchas aguas no podrán apagar el amor, ni lo ahogarán los ríos………….”
Cantares 8: 6-7
Como bien sabemos todos, el príncipe Felipe, duque de Edimburgo, fallecido a los 99 años, el 9 de abril de este mismo año 2021 en el Castillo de Windsor. Sus funerales fueron llevados a cabo el sábado 17 de abril en la Capilla de San Jorge, ubicada dentro del propio castillo, después de haber acompañado como esposo a la reina Isabel II durante más de siete décadas; una larga convivencia en la que el protocolo le mantuvo siempre tres pasos por detrás de la soberana británica. Pero hoy quiero retomar todo este tema, como lo que en realidad fue, a pesar de tantos pesares…. Una historia de amor hasta el final.
Conocido por su particular sentido del humor y su fuerte carácter, Felipe de Mountbatten, nacido con el título de príncipe de Grecia y Dinamarca, ha sido el consorte más longevo en la historia de la monarquía británica.
Durante décadas cumplió la misión de acompañar a su esposa con tal celo, que llegó a caer enfermo en 2012, cuando cerca de los 91 años resistió durante hora y media el frío y el viento en una procesión fluvial por el Támesis que celebraba el 60 aniversario de la ascensión al trono de la reina.
Ataviado con su uniforme militar de gala, sin abrigo, el duque se mantuvo en pie durante todo el desfile, pero al día siguiente fue ingresado por una infección, estuvo cinco días hospitalizado y se perdió el resto de las celebraciones por el jubileo de diamantes.
Para la gran mayoría, esos tres pasos por detrás entre otras muchas cosas, daba como muestras de un matrimonio político, por intereses en ese sentido y en el que jamás existió el amor. ¡Nada más lejos de la realidad!
La preciosa historia de amor comenzó cuando la Reina Isabel II tenía solamente 13 años, en una visita familiar a la Universidad Naval Real Británica. La joven Princesa, en realidad una adolescente, se enamoró completa, profundamente y a primera vista, del apuesto cadete rubio, alto y atlético de 18 años de edad, que fue el encargado de ‘entretener’ a Isabel II y a la Princesa Margarita, mientras sus padres (el Rey Jorge VI y la Reina Isabel) cumplían con sus deberes reales.
Desde su primer encuentro, Isabel II no pudo desprenderse del amor que sentía por el guapísimo Príncipe griego. Quien sería su esposo era heredero al trono griego, hasta que su familia fue desterrada del país. A pesar de que la Reina fuera tan solo casi una niña y Felipe un hombre, la pareja mantuvo correspondencia durante toda la Segunda Guerra Mundial, mientras él servía en la Marina Británica. Fue así que la heredera al trono no aceptó a otros pretendientes, porque ella esperó hasta el regreso de su amado de Asia, en 1946.
Recordemos que antes se acostumbraba que los miembros de la familia real se casarán únicamente con miembros de la realeza de otros países, es así que ellos eran primos terceros (por medio de la Reina Victoria). Aunque Felipe era mayor que Isabel tan sólo 5 años, y ya no tuviera ningún privilegio como heredero al trono, el gran amor de la Reina Isabel por él era tan fuerte, que logró soportar la barrera del tiempo y finalmente en 1947, la joven pareja contrajo matrimonio, cuando ella tenía 21 años y él 26.
Felipe de Edimburgo no tuvo una vida fácil, con la disolución de la monarquía griega, la trágica historia de madre con problemas mentales, un padre ausente, y la estrecha relación de sus hermanas con los altos mandos nazis; el joven Príncipe se vio obligado a mantener una vida como rechazado social. Tristemente, al llegar a la monarquía británica la historia no mejoró del todo. La Reina Isabel II y el Duque de Edimburgo tuvieron algunos años de relativa paz y felicidad, pero todo se vio seriamente afectado cuando Isabel II ascendió al trono en 1952.
Sabemos que la pareja acordó que, aunque Isabel II fuera la monarca de todo el país, aunque en realidad sería Felipe quien tomaría las decisiones con respecto a la familia; pero sus hijos no pudieran llevar su apellido.
Fueron múltiples las razones por las cuales la relación de la Reina Isabel II y el Duque de Edimburgo se vio envuelta en muchísimos problemas por la posición de él en la vida de la familia, y a pesar de los múltiples escándalos de dominio público, hoy quiero pensar que todo fue fruto de que aquel esposo que tenía que ir siempre tres pasos por detrás, y necesitaba reforzar muchas cosas en su vida….. Creo que a pesar de todo, el amor de los dos sorteó multitud de dificultades demasiado grandes; aun así, se mantuvieron hasta el final ….74 años de matrimonio, 4 hijos, 8 nietos, y 11 bisnietos, de momento…
Todo esto, me lleva de algún modo al maravilloso amor de Dios por cada uno de nosotros, Él tomó la iniciativa y la sigue tomando cada día de nuestras vidas, y a pesar de nuestros fallos para con nuestro Señor, nos sigue amando, y nos acompaña en cada tramo de nuestro difícil caminar, hasta llegar a nuestra Patria Celestial.
Hoy os dejo para terminar con una poesía que escribí hace algún tiempo, y que fue publicada en el libro Los frutos del árbol a través de Tiberiades, Red Iberoamericana de Poetas y Críticos Literarios Cristianos.
Entre lirios
Mi rosa de Sarón y el lirio de mis valles,
prendiste todo mi ser con tu dulzor.
tu suave voz y todos tus aromas,
enredaron mi alma como hiedra prendida en amor.
Tu nombre es como suave ungüento derramado.
Atráeme una y otra vez en pos de ti.
¡Hazme saber, amor, cuánto me amas!
Y correré en tu busca, como paloma en mes de abril.
Tu fruto es tan dulce amado mío,
que estoy enferma de amor si no estás tú.
Abrázame con fuerza y con ternura,
y haz de tu amor bandera de transparente luz.
Llega la primavera amor, marchó el invierno,
y suave canción de tórtola susurra por ahí.
Apacientame entre lirios hasta que apunte el alba
y huyan todas las sombras que hay en mí.
Ponme como un sello sobre tu dulce alma,
Como una marca eterna sobre tu brazo y corazón.
No dejes que este amor se acabe nunca,
Y enrédame en tu seno con pasión.
Porque este amor es fuerte así como la muerte,
sus brasas como fuego que me hace enardecer.
No podrán apagarlo ni las muchas aguas,
ni ríos caudalosos de eterno atardecer.
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