Nunca es tarde para regresar

“Si un problema nos lleva a buscar la ayuda de Dios en oración, ese problema es una bendición para nuestra vida”.

“Ningún ojo es más rápido para ver la misericordia de Dios que el ojo lavado con las lágrimas de arrepentimiento”.

“El Espíritu Santo viene sobre el elegido y lo transforma: su ignorancia es suprimida, sus afectos cambiados, su entendimiento es iluminado, su voluntad es sometida, sus deseos refinados, su vida es cambiada; de hecho, es como un recién nacido, para quien todas las cosas se han hecho nuevas”.

“Cuenta todo lo que Dios ha hecho contigo, pero no digas nada de lo que tú has hecho para Dios, no promuevas aplausos, promueve su gloria”.

Charles Spurgeon 

En su libro Cautivado por la Alegría, el gran autor C. S. Lewis recuerda su infancia y juventud, siempre rodeada de literatura y fantasía, con la inseparable compañía de su hermano Warren; pero entre otros muchos episodios tristes, nos narra su conversión al cristianismo, algo que sucedió cuando contaba con 33 años. En un momento escribe… “… Revolviéndome, luchando, resentido y mirando en todas direcciones buscando la oportunidad de escapar...” A pesar de todo ello, su resistencia, su dolor, su pasado lleno de cosas duras, Dios lo atrajo hacia sí, y se convirtió en un heraldo suyo desde el modo que mejor podía y sabía hacer, escribiendo.

Entre muchas frases que podría traeros de C. S. Lewis, hay dos que me parecen especiales en estos momentos:

“Mi argumento en contra de Dios fue que el universo parecía ser muy cruel e injusto. ¿Pero cómo conseguí esa idea de justo e injusto?, un hombre no puede llamar una línea torcida a menos que no tenga alguna idea de una línea recta. ¿Con qué estaba comparando este universo cuando lo llamaba injusto?”

“Aunque nuestros sentimientos van y vienen, el amor de Dios por nosotros, no.”

Clive Staples Lewis, mejor conocido como C. S. Lewis (29 de noviembre de 1898 – 22 de noviembre de 1963), fue un escritor, apologista cristiano y académico. Nació en Belfast, Irlanda del Norte. Su padre fue un abogado llamado Albert James Lewis y su madre fue Florence Augusta Lewis, hija de un sacerdote anglicano de la Iglesia de Irlanda. Clive ordenó a la familia que lo llamaran Jacksie en honor a su amado perro que murió arrollado por un coche. Posteriormente, fue llamado Jack, y cuando tenía alrededor de siete años se mudaron a una hermosa casa construida por su abuelo materno en el área de Strandtown, al este de Belfast.

La educación de Lewis estuvo entre tutores privados y en otro periodo ingresó a una escuela cercana, al Wynyard School en Watford, Hertfordshire, por aquel entonces su madre falleció a causa de un cáncer. Sumándose a la terrible situación, el colegio tuvo que dejar de funcionar poco tiempo después, debido a los desórdenes mentales del rector Robert «Oldie» Capron, quien fue enviado a una clínica psiquiátrica.

Lewis buscó otra alternativa y comenzó a asistir al Campbell College, ubicado a una milla de su casa, y después de un tiempo tuvo que parar sus estudios, debido a problemas respiratorios. Lewis hubo de ser trasladado a un lugar de clima más saludable, por lo que fue enviado al pueblo de Malvern, Worcestershire; allí mejoró su salud y comenzó a asistir al colegio preparatorio Cherbourg House.

En esta escuela Lewis afrontó varios cambios en su personalidad y mentalidad, a los 15 años de edad decidió convertirse al ateísmo, y se inmiscuyó en el mundo de la mitología y el ocultismo, y también tuvo acercamientos con la homosexualidad. Tras dejar Malvern, decidió estudiar de forma personalizada con William T. Kirkpatrick, el antiguo tutor de su padre y ex rector del Lurgan College. Con él desarrolló aún más la habilidad de escribir. Lewis tenía una gran pasión por antropomorfismo animal, por ello, leía todas las historias de Beatrix Potter y a menudo, se atrevía a ilustrar sus propias historias de animales. Él y su hermano Warnie crearon el mundo de Boxen, habitado y gobernado por animales. Lewis amaba leer, y la casa de su padre estaba llena de libros.

Posteriormente, ingresó a la Universidad de Oxford en 1917. Al recibir su título en literatura y filosofía, y gracias a sus excelentes notas, ejerció como profesor de lengua y literatura inglesa en dicha universidad. Ahora bien, Lewis conoció a J. R. R. Tolkien, autor de la saga “El Señor de los Anillos”, con quien fundó en 1939, junto a Charles Williams y Owen Barfield, el Club de los Inklings. La idea de este grupo era realizar tertulias para discutir temas diversos sobre literatura y filosofía. Sus disertaciones relacionadas con el agnosticismo fueron muy admiradas. También realizó varios comentarios magistrales sobre el libro “El Hombre Eterno”.

Lewis sentía un gran aprecio por Tolkien por eso le apoyó en la creación de su “Tierra Media”. Del mismo modo, Tolkien animó a su amigo en la creación de varias obras conocidas actualmente como “Trilogía Cósmica”, que contiene las novelas de ciencia-ficción Más allá del Planeta Silencioso, Perelandra, Esa horrible fortaleza y, por supuesto, Las Crónicas de Narnia, su libro más conocido, una colección de siete novelas de fantasía. Tras su conversión, también escribió varias obras sobre el cristianismo. 

Claramente la relación con Dios fue algo muy importante en su vida, y esta se dejó ver en cada una de sus obras; aunque fue criado en una familia religiosa de la Iglesia de Irlanda, la mayor parte de su juventud y adultez se declaró agnóstico. Su separación del cristianismo se dio porque se cansó de sentir su religión como una tarea y un deber. También por el interés que desarrolló sobre el ocultismo, reforzado por su gran amigo Tolkien.

Tras de un largo periodo, en 1931 después de una larga discusión con Tolkien y otro de sus amigos cercanos como Hugo Dyson, Lewis les comunicó que volvería al cristianismo y, a pesar del desacuerdo de Tolkien, se unió a la Iglesia de Inglaterra. Se cree que esto ocurrió en gran parte justo en aquel momento, porque hacia poco que había muerto su mujer, Joy Gresham, a causa de un cáncer en los huesos, y comenzó a sentirse desamparado e infeliz. Existe una obra como hemos dicho al principio, que relata esta situación y este cambio en su vida… “... Entré al cristianismo pateando y gritando….” Realmente, en sus obras cuando fue agnóstico se continuó percibiendo su espíritu cristiano, por ejemplo, en su libro Cartas del Diablo a su sobrino. 

Su obra más exitosa, como también hemos dicho antes, es Las Crónicas de Narnia; escrita entre los años 1949 y 1954, y que consta de seis libros. Esta historia tuvo tanto reconocimiento y es tan atractiva que logró despertar la atención de los mejores guionistas y productores de cine y fue llevada a la pantalla gigante el 9 de diciembre de 2005 en los Estados Unidos. La historia se sitúa en un territorio de fantasía: Narnia, habitado por criaturas fantásticas y mitológicas y en el cual se desarrolla un enfrentamiento entre el bien y el mal. También fue adaptada a la radio, teatro y a la televisión. Con esto vemos la importancia de este escritor, quien falleció el 22 de noviembre del año 1963, en Oxford a los 65 años de edad.

Cada vez más me fascina la historia de la vida de C. S. Lewis; ya no solo por la calidad de su obra literaria; sino por ese cristianismo latente desde siempre, algo en lo que fue criado; pero algo contra lo que luchó por muchos motivos, y en esa lucha llegó a situaciones demasiado duras y alejadas de Dios. Pero me encanta la parte en la que ya con sus 33 años, y a causa de algo que le dolió demasiado, vuelve su vista hacia ese Dios que quería negar… y lo hizo; pero que estuvo ahí siempre, por mucho que quisiera negarlo.

Dios podría castigarlo, decirle unas cuantas cosas…. Pero igual que el padre del hijo pródigo de la parábola, no lo hace. Sus brazos siguen extendidos hacia él como si dijera… ¡por fin has vuelto!

Todavía recuerdo cuando vi el final de una de las películas sobre Las Crónicas de Narnia y pude ver al león Aslan, de modo muy especial al final de la película. En aquellos momentos, Lewis aún no había vuelto al cristianismo, pero ello está implícito en toda la película.

En una publicación, el escritor explica en una carta a un niño, que “la entera historia de Narnia se refiere a Cristo”. Personalmente siempre estuve de acuerdo con esta idea, y me hizo emocionar el final de aquella película, Aslan entrega su vida por sus amigos, y termina rugiendo resucitado; en el pensamiento de algunos, también en el mío propio, como el “León de la tribu de Judá”.

Me encantan y emocionan los versículos de la Escritura…

“Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de mis leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Más dijisteis: ¿En qué hemos de volvernos?

Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.

Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos.

Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos”.  (Malaquías 3:7-12)

Hoy he querido repasar la vida de un hombre tremendamente especial, al mismo tiempo que la de muchos otros, y también la mía propia.

La vida de C. S. Lewis es impresionante, dura, especial... y se refleja en toda su obra. ¿Pero acaso no es cierto que en otra escala, o tal vez igual, son muchas las personas que viven experiencias similares?.

Pues para los unos y para los otros, dice el Señor...

¡¡Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros!!