Se han encontrado a veces pirómanos (personas que tienen la tendencia patológica a provocar incendios) entre los mismos bomberos. También durante las guerras se han encontrado soldados del enemigo infiltrados con el uniforme de rigor. Pero la concurrencia de un endemoniado adentro de una sinagoga parecería una contradicción.

Comienza la narración en el Evangelio de Marcos (1:21, 22) diciendo que cuando el Señor Jesús enseñaba lo hacía con poder. Sus argumentos eran basados en la Palabra de Dios.

Él no decía frases tales como: “a mí me parece”, o “podría ser”, o “no estoy seguro”. Él no tenía que citar un famoso maestro del pasado para demostrar que su posición era la acertada; él enseñaba con autoridad.

El relato bíblico nos sugiere que mientras Jesucristo enseñaba hubo una interrupción violenta.

Los versículos 23, 24 nos describen un día sábado en que sucede algo peculiar; un endemoniado exclamó, diciendo: “¿Qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? ¿Has venido para destruirnos? Yo sé quién eres: ¡el Santo de Dios!”.

Observemos el contraste entre el espíritu inmundo y el santo Hijo de Dios. La reacción del demonio nos ejemplifica la verdad de Santiago 2:19: “También los demonios creen y tiemblan”.

Notemos que el demonio dice: “eres el Santo de Dios”. Quizás haciendo una referencia al Salmo 89:18: “…¡Nuestro Rey es el Santo de Israel!”.

Remarcamos que el grito del espíritu inmundo no era por gracia y arrepentimiento sino que era como si dijera: “déjame solo, no queremos gracia”.

Matthew Henry nos dice que Jesucristo no acepta esta confesión porque procede del demonio: “Algunos confiesan que Jesucristo es el Santo de Dios, para poder llevar a cabo, bajo la capa de esa confesión, hechos maliciosos.

Pero este tipo de confesión es sin duda una abominación para el Señor Jesucristo”. El mismo autor señala que el hecho de que el demonio lo llama Jesús de Nazaret tiene una semilla de engaño, dado que si bien es cierto que así conocían a Jesucristo, la mayoría de los judíos esperaban al Mesías de Belén y no de Nazaret.

En el comentario de Jamieson y colaboradores, encontramos un pensamiento interesante: “Este y aun otros testimonios más gloriosos a nuestro Señor fueron dados no de buena voluntad sino con la esperanza de que, al aceptarlos, él aparecería a la gente como ligado a los espíritus malos; una calumnia que sus enemigos estaban listos para usar en contra suya”.

En una situación similar el apóstol Pablo es seguido por una pitonisa que daba voces diciendo: “¡Estos hombres son siervos del Dios Altísimo, quienes os anuncian el camino de salvación!”. Esto desagrada al siervo de Dios, quien mandó al espíritu salir de la muchacha (Hech. 16:17, 18).

Decimos entonces, que de alguna manera el demonio usa los labios de este hombre y dice: “¿Qué tienes con nosotros, Jesús de Nazaret? [Parece que algo tienes en común con nosotros] ¿Has venido para destruirnos?”.

Y esto es cierto, que el Señor Jesús vino a este mundo para destruir las obras del maligno. Jesucristo nunca tuvo una posición de tolerancia en relación con las huestes satánicas y los demonios.

En Hechos 10:38 leemos: “Me refiero a Jesús de Nazaret, y a cómo Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder. Él anduvo haciendo el bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.

En Hebreos 2:14, hablando del Señor Jesucristo, la Escritura dice: “Por tanto, puesto que los hijos han participado de carne y sangre, de igual manera él participó también de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el dominio sobre la muerte (éste es el diablo)”.

En 1 Juan 3:8 leemos: “…Para esto fue manifestado el Hijo de Dios: para deshacer las obras del diablo”. Observen que según Marcos 1:25 Jesucristo no tenía interés de escuchar lo que el demonio quería decir acerca de él.

Con autoridad lo manda callar y salir. Notemos que no es que le sugiere al demonio que se calle sino que le ordena con voz de autoridad. Esta prohibición se refiere a hablar en cuanto a su persona.

Desde el punto de vista médico no podemos decir más que lo que está escrito; el endemoniado es sacudido con gran violencia cuando el demonio sale (Mar. 1:26), y el espíritu inmundo usa las cuerdas vocales de la persona para gritar con una enorme intensidad en la sinagoga.

Sin duda que este grito se parecería al aullido de una bestia furiosa; algo absolutamente inusual, especialmente en un lugar de oración y lectura pública de la Palabra de Dios como era la sinagoga.

Lucas 4:35 nos dice: “Jesús le reprendió, diciendo: ‘¡Cállate y sal de él!’. Entonces el demonio salió de él, derribándole allí en medio de todos, pero sin hacerle ningún daño”.

Reparemos que en otros casos, al salir el demonio, la persona quedó como muerta, tal como el muchacho lunático en Marcos 9:26. Aquí el demonio sale sin hacerle otro daño.

La gente estaba interesada en discutir (Mar. 1:27) y también en tratar de entender algunas enseñanzas. Se dan cuenta de que Jesús de Nazaret actúa con autoridad.

Creo que es importante el comentario de Liefeld: “Este milagro ‘no es técnicamente un exorcismo’ porque Jesús no usa un encantamiento ni invoca la autoridad de otro.

Por el contrario, él habla una sola palabra de mando basada en su propia autoridad. Es interesante que al parecer en esta ocasión no hubo queja por el hecho de que el milagro fue efectuado en el día sábado, posiblemente debido a que los que estaban allí habían quedado atónitos al presenciar lo sucedido”.

Queremos destacar que el hombre no pidió ser liberado del demonio. Es decir, este es uno más de esos milagros que no fue solicitado y por supuesto cuya ejecución no fue determinada por la fe del enfermo. Una vez más aquí vemos la gracia de nuestro Señor Jesucristo.

La reunión en la sinagoga llega a su fin y cada uno vuelve a su casa. Pero hay un hombre que sale transformado de ese lugar. Había llegado poseído por un espíritu inmundo y sale poseído con una fe profunda en el Santo Hijo de Dios.

Temas para predicadores

- La autoridad y el poder del Señor Jesús

- La obediencia y sumisión de las fuerzas demoníacas

Tomado del libro: Un médico examina Los Milagros de Jesús Publicado por la Casa Bautista de Publicaciones Editorial Mundo Hispano. Autor Dr. Roberto Estévez Carmona.