Dios es un Dios creador, creativo que ha hecho grandes maravillas, ¿acaso lo hemos olvidado?
Amanece en Tejares, mi barrio en Salamanca, cerca de otro barrio llamado Buenos Aires; no, no es el de Argentina. Pero te puedes imaginar que te transportas hasta esa bella ciudad.
Hoy sólo quiero transmitir palabras de gratitud a mi Dios, grande, soberano, recto, justo (en todas sus acepciones). Bendice, oh alma mía, al Señor, digo como David, cántale cánticos de alabanza con júbilo con alegría, con humildad, con acción de gracias… contentamiento, que se te note la esperanza. Regocíjate, pues en cada día que pasa no te faltarán los pastos verdes de las riberas fértiles de los arroyos y brazos de ríos que se humedecen a pesar de las sequías que les abaten, pero sólo por un tiempo. Despuntaba el día, alba de colores irrepetibles, que crees que sólo tú eres capaz de apreciarlos, pero no, todo lo que está bajo el sol lo ve, todo lo que respira goza de este privilegio, pero sólo lo ve el que tiene ojos para ver. El cielo en todo su esplendor muestra la gloria de Dios. Y es como si vieras un anticipo de todo lo prometido. Tan cerca que lo podemos disfrutar; ver Su multiforme rostro donde está la imagen de todo hombre, de toda raza, lengua y condición. De todo lo creado, porque para Dios todos tenemos valor y dignidad al haber sido hechos a Su imagen y semejanza.
Dios es un Dios creador, creativo que ha hecho grandes maravillas, ¿acaso lo hemos olvidado? Pasado y futuro se unen con el presente en los designios de Dios.
De pronto veo las aves surcar el cielo ¿rosa natural?, ¿azul?, ¿gris?, ¿dorado esplendor? Los colores infinitos de Dios, ¿acaso podemos contarlos, definirlos con exactitud? Oigo el trino de las aves desde mi ventana, capto las imágenes, desde hace largos años; hay una paloma que cada mañana se posa en el tendido eléctrico, como invitando a pasar unos minutos de silencio y oración. Como si te dijera: Si no lo haces, lo hago yo...’; sin más comentarios.
Despiertan los pájaros, quizá menos que antaño, pero aún siguen siendo muchos, como si quisieran emular a las Naciones Unidas, pero de los pájaros. Realmente su trinar invita a la comunión en medio de tanta raza de pájaros, con diferente trinar, color de las plumas, tamaño, fuerza, belleza… Entonces veo una paloma como trayendo una ramita verde en el pico. ¿Estarán los Objetivos de Desarrollo entre sus planes para el bienestar de todos los pájaros? ¿Tendrán los pájaros los mismos problemas que nosotros los seres humanos? Culpamos a Dios de la pobreza, de la esclavitud, de los abusos que se han perpetuado. Pero no queremos ver que somos nosotros mismos los que los ejercemos, o miramos en silencio la conculcación de los más elementales derechos del hombre.
Ríos de agua viva se nos ofrecen para cambiar los corazones. Ahora miro al despuntar la luz del alba y veo el río de mis ensueños, el que me inspira hermosas travesías mientras me remonto a lejanas tierras que mitigan la nostalgia. Surco el río Acre, Tahuamanu, Madre de Dios, Tambopata, Magdalena, el Orinoco, el Danubio, el Tejo, el Duero, el Sena, pero siempre vuelvo hasta las orillas del Tormes para cumplir el pacto que hicimos una vez al inicio de los tiempos, que contemplaba acatar los planes más misteriosos. Sí, el río me hace recordar que torrentes de aguas vivas recorren nuestro cuerpo cuando el Espíritu de Dios se mueve en nosotros, como si hubiese canales por donde pueda correr y dinamizarlo todo, y dar fruto, y llegar a desbordarse para alcanzar a todo lo que está a nuestro alrededor. Y oras y cantas y compartes.
¿Cómo anidan las aves aun en medio del frío invernal, de la falta de hojas que cayeron en el otoño?, me pregunto. Pero ahí están, resistiendo, resilientes, porque el Creador les da los medios para resistir el zarandeo de los vientos. Les da paciencia ante las estocadas del tiempo, les da contentamiento, han aprendido a aceptar, que no significa resignarse. Les da la esperanza, firme ancla del alma. Es como si entendieran que ese Alguien es su guardador, la sombra que hace que amainen las caricias excesivas del sol en verano, que abre charcos aun en tiempos de sequía, donde incluso las aves beben. Tienen libertad que no desperdician. Maravillas de la creación, repito exultante, extasiada, asombrada al ver cómo Dios da beber a todo lo que respira debajo del sol, cómo permite que las aves canten en su vergel. Da de beber a las flores que crecen a orillas del río, así como a las zarzas que nos ofrecen ricas moras en verano. Los transeúntes que pasean por el río vienen a recogerlas para preparar deliciosas mermeladas. Todos aprovechan lo que crece a la intemperie; aunque no recuerden que alguien las cuida para ellos.
El Creador nos prepara para cuando lleguen las lluvias torrenciales. Nos hace disfrutar de la comunión verdadera para luego disfrutar de lo contrario, con años de preparación, claro. Para decirte: ‘Bástate mi gracia…’. Así las aves se preparan en primavera para cuando lleguen las sequías y los vendavales. Son más flexibles y con buen fundamento. Hasta sentimos el petricor que emana de la tierra al mojarse después de esas lluvias tormentosas, y disfrutamos.
Y pienso en los campos que otrora visitábamos cada primavera y verano, de donde el hombre saca el trigo de lo profundo de esta meseta. Les asegura el pan, y el dorado que tiñe los campos. Junto con el de los girasoles que garantizan el aceite y esos frutos secos que tanto disfrutamos. Hoy no podemos acercarnos en vivo y en directo, pero Dios nos permite vivir de las rentas. Dios e bueno, muy bueno.
Me doy cuenta que las cigüeñas que beben de las aguas de este brazo del Tormes, las veo desde mi ventana, anidan en la torre de la iglesia del pueblo. Hace tiempo que permanecen por aquí durante todas las estaciones. Algo pasa, pues otrora marchaban para luego volver en primavera y verano. Pero Dios les da su alimento y las viste. No se afanan.
Veo que Dios cuida de todos los detalles, todo se hace evidente. Compruebo que Él nos habla a través de su creación, todo es perfecto; los desperfectos los creamos nosotros, no le echemos la culpa. Por lo tanto, no tenemos excusa.
Todos esperamos en ti, ¡oh Dios, omnipotente, sempiterno, lleno de gloria y majestad! ¿Qué es el hombre para que le lances una mirada cargada de compasión? Nada. Pero para ti todo, menos mal. Clamamos y sé que nos ayudarás en esta nueva normalidad, porque amas esta nación, este pueblo y le das esperanza y una nueva oportunidad de acurrucarse bajo tus alas.
Hoy veo, con este bello amanecer, que no te desentiendes de nosotros. Eres como una madre que cuida de sus polluelos. Los recibe, los renuevas, y les haces dar sabrosos frutos.
Un abrazo fraternal. Paz.
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