Recuerdos de Finlandia y controladores aéreos

“Quien no puede de manera calmada dejar sus asuntos en las manos de Dios, sino que quiere llevar su propia carga, es muy probable que se vea tentado a usar medios equivocados para ayudarse a sí mismo.

— Charles H. Spurgeon

Jamás podré olvidar un viaje que hice con mis padres cuando era una chiquilla a Finlandia, haciendo base en Helsinki. Allí conocí lugares preciosos; nunca podré dejar de recordar una deliciosa ciudad como Tampere, un lugar encantador, donde nos vimos... no sé de qué modo, poco menos que atrapados al frente de una preciosa iglesia no muy grande, de la que salían unos recién casados, y nos vimos entre toda la gente, ¿hermanos?, poco menos que echando pétalos de rosa. Algo hacía que cuando veíamos una iglesia parecida a las nuestras, nos llevara como un imán hacia ella.

En otra ocasión en el mismo Helsinki, mientras estábamos paseando al anochecer, vimos una iglesia evangélica, fuera ponía en inglés el horario, y algo precioso…. “Pueden entrar en cualquier momento”; así que entramos y salió el pastor. Yo, como niña, no lo veía mayor, estaba como cenando; pero al vernos entrar salió lleno de cariño, le dijimos que veníamos de España, que éramos evangélicos... y por una razón obvia, casi nos abrazamos, nos quería invitar a cenar… todo en inglés, lo que es nosotros de finés… ¡nada! Pero aquella noche fue  inolvidable para mí, y al día de hoy sigue vívida muy dentro de mi corazón, fue la primera vez en mi vida que el precioso texto bíblico que os dejo a continuación se haría carne en mi propia vida, la primera de tantas después...

“Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sois pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia” (1ª Pedro 2:9-10).

Conocí las saunas de Finlandia, y me asustaba, viajando por aquellos lagos helados, el ver como las personas salían ardiendo en calor y con su piel blanca tornada en rojo, se lanzaban a los lagos terriblemente fríos…

En un viaje por aquellos montes llenos de una vegetación preciosa yendo a una cena, pude conocer las comidas típicas y un delicioso y enorme reno al espeto. Aquel viaje marcó mi vida, era demasiado joven y vi muchas cosas preciosas y diferentes en un lugar tan lejano.

Pero en aquella ocasión, no recuerdo demasiado bien la razón, había un montón de problemas con los controladores aéreos, había huelga tras huelga, supongo que pedían aumento de sueldo y cosas así, reivindicando su trabajo; lo cierto es que me queda muy lejos todo aquello, de modo que nos vimos en el entonces aeropuerto de Barajas, en Madrid, horas y horas y horas… Pero como repetía siempre mi abuela… ”No hay mal que por bien no venga” y tuvimos que hacer noche en Copenhague, por supuesto todo a cargo de la compañía aérea…. Sólo fue una noche y salida en la mañana temprano, pero…. ¡wooooow! pude pasearme con mis padres en la noche, por los maravillosos Jardines Tívoli, una belleza, ver la mítica Sirenita… un regalo con el que no contaba, pero que jamás podré olvidar.

¡Y todos estos maravillosos recuerdos de aquella adolescente que todavía vive dentro de mí, cuando quería tocar el tema de los controladores aéreos! Y es que...

Los controladores del tráfico aéreo controlan los movimientos de los aviones para que sean seguros. Mantienen contacto visual, por radio y por radar con el avión para asegurarse de que se acerca a la zona de aterrizaje, y de que aterriza y despega con seguridad. El trabajo requiere un elevado nivel de concentración. Y aquí enlazo con aquellas huelgas, aquella larga y tediosa espera en Barajas y la recompensa posterior. Es que el trabajo de un controlador aéreo, es absolutamente fundamental; sin él, el caos y los accidentes del tráfico de aviones pueden llegar a convertirse en mortales.

Recoge la historia algo que sucedió en verdad, cuando el piloto de un avión lleno de pasajeros quería aterrizar y se puso en contacto por radio con la torre de control y no había respuesta; os podéis imaginar el susto, la angustia y el peligro que corría el piloto y toda la nave. Al final, simplemente fue que el controlador se había quedado dormido… se había quedado dormido…

Todo esto me lleva a una preciosa idea, nuestro Dios es el más maravilloso controlador de lo que sea que haya existido jamás, pero Él nunca se adormece ni se duerme, en palabras del Salmo 121…

“Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra. No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda…”

Dios conoce cada uno de los peligros latentes de tu vida y de la mía, y dirige “el trafico de nuestras vidas” para nuestra protección y tranquilidad, y para su preciosa y bendita Gloria. ¿Regalo extra?…. ¡Destino el cielo!