Dina y su violador

Les invito, queridos y queridas lectores a realizar un breve test que incluye una sola pregunta:

¿Qué es una mujer?

1. Ser vivo propiedad del varón.


2. Producto de consumo que se puede probar antes de usar.


3. Persona con valor, dignidad y derechos iguales a los de los varones.

A la hora de interpretar un pasaje con la intención de trazar puentes desde las Escrituras a nuestra cultura contemporánea, no importa solo el significado de un texto, sino realizar un acercamiento sistémico, es decir, tener en cuenta la totalidad del relato y los contrastes y distancias con el momento histórico en el que se pretende aplicar esa palabra. En la narración de Génesis 34 se dice que Siquem se enamoró de Dina, pero también se dicen muchas otras cosas que no se pueden silenciar, ni minimizar sin distorsionar su significado último.

¿Tiene un violador patente de corso para hacer violencia a una mujer? ¿Se puede practicar una atrocidad semejante y a la vez describir eso como amor auténtico? ¿Puede trazarse una aplicación literal de lo sucedido, ignorando los condicionantes temporales, sociales, culturales y religiosos y el contraste de significados que de ellos se deriva? ¿Es posible defender, validar y legitimar el concepto de mujer de entonces para justificar una interpretación semejante hoy? ¡De ningún modo!

El texto de Génesis 34:2 dice explícitamente lo siguiente: “Cuando la vio Siquem, que era hijo de Jamor el heveo, jefe del lugar, la agarró por la fuerza, se acostó con ella y la violó” (NVI). En el vs. 5 se vuelve a repetir lo sucedido por su nombre: “Violación”. Violar es tener acceso carnal hacia otra persona contra su voluntad.  En el vs. 7 se describe como una “vileza”. Vil es todo aquel que actúa con maldad.  El vs. 13 habla de lo sucedido como una “deshonra”. Deshonrar es atentar contra la integridad y la dignidad de una persona.

Interpretar Génesis 34 sin tomar todo esto en cuenta es desfigurar el sentido del texto bíblico y, de paso, denigrar, insultar, ofender y menospreciar a las mujeres.

Importa gritarlo alto y claro:  las mujeres tienen tanta dignidad, tantos derechos y tanto valor como los varones, y por defender eso ante su propio mundo, su religión y su cultura, Jesús de Nazaret estuvo dispuesto siempre a jugarse su honor, su prestigio, su reputación y su buen nombre.