Las tecnologías también contribuyen a dispersarnos en nuestro tiempo y finalmente robárnoslo.
Las nuevas tecnologías informáticas de la comunicación ya marcaban nuestra vida antes de la llegada de la pandemia, pero después de ésta, el salto de como han penetrado y el lugar que toman entre nosotros ha sido muy significativo; ¿ventajas? Sí, muchas…estorbos también.
Hasta que no nos ha llegado el tiempo de tener que trabajar en remoto, no hemos sido conscientes de las carencias de formación en las nuevas tecnologías de comunicación que forman parte de nuestro modo de operar y de relacionarnos en el día de hoy… pero que dichas tecnologías, también contribuyen a dispersarnos en nuestro tiempo y finalmente robárnoslo, no siendo tan productivos en el trabajo práctico de la misión cristiana…también es cierto.
Identificar en nuestro ámbito eclesial y ministerial una amplitud de ideas que nos llevan a la dispersión, no es difícil y nos sucede tanto en la comunicación como en los planteamientos de misión.
Consideremos esta lista tentativa, de a qué dedicamos el tiempo (unos más que otros) y nos daremos cuenta de que a todos nos está afectando, pues podemos estar “todo el tiempo pisando el barro sin hacer finalmente ladrillos”, debido a una exageración de invitaciones e incitación a participar en todo lo que aparece en nuestras vías de comunicación. El tiempo no se ha expandido, seguimos teniendo 24 horas al día, que rebosan de conexiones.
Estas herramientas de comunicación que usamos, han llegado para quedarse, disfrutarlas y sacarles un buen rendimiento es lo que se espera, aunque a la vez tendremos que conocer sus inconvenientes y cómo minimizarlos. Ya a nivel secular, se están investigando sus efectos en nuestra psicología; tener en cuenta ciertos consejos en el uso de ellas, será de ayuda.
Un estudio en la Universidad de Stanford sobre la fatiga que producen estas herramientas es de interés. Junto a otro estudio sobre el agotamiento que producen las videollamadas.
Estar recibiendo a diario, decenas de mensajes por vía WhatsApp.
Contestar y escribir WhatsApp, Twitter, Instagram, etc.
Noticias, recordatorios de la próxima reunión en Zoom o similares, PDF de variadas procedencias y temáticas “interesantes”, y chistes entretenidos.
Los correos múltiples que recibimos, en los cuales, en muchas ocasiones se nos está pidiendo no solo una lectura, también se nos pide una respuesta. Semanalmente podemos estar mandando y recibiendo un promedio de 10 a 15 correos.
La actividad por medio del correo electrónico: los correos que nosotros generamos, no todos están relacionados con la actividad misional y de estrategia en la que estamos envueltos.
Las invitaciones a las presentaciones de estrategias que serán presentadas en foros, por diferentes plataformas digitales.
Leer, escuchar y ver muchas comunicaciones enviadas por una amplia variedad de grupos eclesiales y ministeriales, en los cuales ya estamos involucrados.
Actividad, en otras áreas de participación, como la preparación y grabación de videos. En unos casos estos materiales están relacionados con una actividad propia de nuestro cometido.
Videos que responden a muchas de las demandas que otros nos piden que hagamos para satisfacer sus necesidades de escuchar nuestras opiniones para ser vistas y escuchadas en algún foro.
Formación por Coaching a través de cursos on-line, lo cual se reclama, como sin estos, pareciera que no podremos llegar a ser efectivos en el trabajo de misión.
¡¡¡Reuniones, teléfono, mail, WhatsApp, Twitter, Instagram, Facebook, Video-llamadas, Zoom, Meet, Teams, ¡¡¡etc.!!!
Cuando lo secundario toma el carácter de prioritario y nos presiona como “URGENTE”, nos deslizamos por la senda de la dispersión y la ineficacia. La inercia no está asociada con lo que es más importante.
Sabemos por experiencia que nuestra actividad teológica y lo que definimos como práctica ministerial, además de ser una bendición para nuestra vida y la de otros, no está exenta de aflicciones y en algunos casos, decepciones y frustración; añadido a la preocupación o sufrir por el ministerio que desarrollamos. A esto se ha de unir los efectos secundarios del uso de las nuevas tecnologías, que tendremos que superar.
En la labor de evangelización, de plantar nuevas iglesias, o para pastorear en la que estamos, querer mejorar para ser capaces de alcanzar más eficacia, es una actividad necesaria, pero en estos tiempos se está convirtiendo en una constante lista de propuestas y de llamadas a encuentros donde presentarlas y debatirlas, sucediéndose un encuentro tras otro, en una constante presentación de ideas, de las cuales no son muchas las que llegan a verse realizadas.
Vemos que muy pronto otro u otros, hacen un nuevo planteamiento acerca de la temática que nosotros, con esfuerzo y dedicación, hemos estado elaborando; y lo peor es ver que, a lo nuevo que ese otro ha presentado, muy pronto le acontece lo mismo, surge otro nuevo planteamiento, que lo relega poniéndolo a un lado.
Nuestras agendas están supercargadas semanalmente, hasta el extremo; y si no nos introducimos por Google y otras plataformas, parece que ya no existimos. Esta situación tiene el poder de hacernos esclavos de tantos y tantos compromisos como nos hemos atrevido a contraer; la mayoría de las veces, sin haber tenido por medio una consulta al Señor, para que el Espíritu Santo nos pudiera dar alguna sugerencia de si debíamos aceptar o declinar, porque no fuera la voluntad de Dios para nosotros.
Si estamos sacándolo, olvidándolo o no teniéndo en cuanta la intervención del Espíritu Santo, para emprender la labor, entonces estamos siendo dirigidos por nosotros mismos y por el reclamo de cada propuesta que se nos hace de parte de muchas actividades y proyectos “interesantes”, en los que no queremos dejar de estar presentes, cuando el encuentro X se va a presentar por Zoom.
Como poco, se puede decir, que es un tema preocupante este de ir dejando a un lado en la práctica, la dirección del Espíritu Santo. Claro, casi todos hacemos una pequeña oración para que Dios bendiga “nuestros planes”, pero generalmente esto ocurre después de haber dicho que sí, que cuenten con nosotros, en la propuesta que se anuncia como una plataforma para la evangelización, la plantación de nuevas iglesias, o la participación en un encuentro pastoral.
Pareciera que hemos olvidado que, para obtener la dirección del Espíritu Santo, hay que dedicar tiempo a buscar Su consejo en la oración, en la Palabra, en el encuentro con él, incluso, mediante el ayuno. Porque si lo que nos lleva a decidir comprometernos con una nueva invitación depende de cuan llena tengamos ya nuestra agenda, o incluso de lo llamativa de la propuesta, y no de si el Espíritu Santo nos concede libertad para hacerlo, entonces nuestro liderazgo no es espiritual, es liderazgo sí, pero demasiado humano, emocional, personal de uno mismo o de la fuerza de persuasión de otros que nos rodean.
Postergar Su confirmación antes de decidir, es olvidar el reclamo del Señor, a través de su Palabra que nos dice “porque separados de mí, nada podéis hacer” (Juan.15:5), es darles fuerza a nuestras propias inclinaciones, decisiones de atender a todas las voces y llamadas, menos a la del Maestro.
Quizás pensamos nosotros que, como se trata de la evangelización, de la pastoral, o del avance de la iglesia, el Señor está con nosotros en lo que ya hemos decidido y no hace falta cumplir con tantas “formalidades” espirituales y tradicionales, como pedirle su opinión y voluntad. Pensamos que lo haremos en algún momento, pero en muchos casos resulta que el día pasa y la mayoría de las veces nos marchamos a la cama sin haber ido a escucharle a él a solas, sobre lo que tenga que decirnos en relación a nuestros planes.
Nos encantan las metodologías y estrategias; estas son dos palabras que se han apoderado de nosotros los líderes, dentro de nuestra mente, voluntad y corazón; están en nuestros sueños, estamos encantados al verbalizarlas y al escucharlas, o leerla en los encuentros virtuales y en los libros. Si leemos o escuchamos algún planteamiento de misión y no oímos esas palabras “metodología y estrategia”, entonces el conferenciante con dificultad captará nuestra atención significativamente.
Tenemos un Rey, que es Señor y es Espíritu Santo ¿a quién tenemos de entre nosotros que supere lo que de él podemos obtener?
Hay distracciones que, no siempre queremos situarlas o definirlas en la categoría de distracción. La cuestión no debe ser el cómo nosotros las definimos o consideramos; sino, si por sus efectos ya están actuando como verdaderas distracciones ¡Recordemos, nuestra generación abunda mucho en un comportamiento de dispersión! Y como dice el refrán español, ya sabéis lo que le pasa “al que mucho abarca”.
Estamos necesitados de poner bajo control la tendencia a decir que sí a todas las reuniones a las que estamos siendo invitados, porque de ahí viene el reproche que nos empieza a hacer nuestra conciencia ¡¡Ojo con tener conectado el piloto automático de respuesta afirmativa!! Si logramos eliminar el control de las distracciones sobre nosotros, podremos ganar en calidad de servicio y en concentración en algunos proyectos escogidos, después de haber consultado con el Espíritu Santo; ayudándonos a dedicar mayor concentración en la realización del trabajo mismo, de predicar el evangelio, el logro de una nueva iglesia o del prospero avance de la labor pastoral.
El poder de penetración del evangelio en las sociedades depende de la fuerza espiritual y sobrenatural que está en él; no radica solo en nuestras formas, ni solo en los métodos, ni en la habilidad y astucia de nuestros argumentos a la hora de convencer a un corazón de su necesidad de arrepentimiento de sus pecados y de encontrar el perdón de Dios y ser hecho su hijo (1 ª. Corintios. 2:4,12,13).
Podemos tener la tentación de querer aplicar el texto de Filipenses 4:13 “todo lo puedo en Cristo que me fortalece”, para convencernos que nuestras fuerzas y libertad para el trabajo ministerial son ilimitadas, no importando qué y cuánto hayamos decidido llevar a cabo en nuestro particular ministerio, además de participar en otros que nos ofrecen.
Pero el Señor no se ha comprometido a darnos cobertura en todo lo que emprendemos. Que nosotros digamos que todo lo podemos pensar y hacer, no es una interpretación apropiada, ni una carta blanca para comprometernos con todo lo que se nos venga a la mente o lo que otros nos sugieran apoyar, sino una distracción que nos puede frenar en nuestro servicio a Dios.
Dr. Máximo Álvarez Alvelo. (PhD) Fecha: 4 de marzo de 2021. Sevilla.
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