¿Sobre qué fundamentos hacemos memoria de Jesús? ¿Rememoramos su camino histórico de un modo integral?
La Iglesia sólo se entiende como comunidad en camino desde la buena noticia de Jesús de Nazaret.1 Ahora bien, el seguimiento auténtico sólo se puede dar allí donde se experimenta la vivencia de la cristología del recuerdo. Una declaración de intenciones semejante, no obstante, reclama desplegar abundantes velas argumentales. Cuando nos referimos a la cristología del recuerdo, nos parece estar hablando de una memoria tranquilizante porque, claro, de Jesús estamos tan enterados que solamente tenemos que recordar lo que ya sabemos de él. O sea, practicamos una especie de “robotización” del acontecimiento Cristo, como si rememorar fuese tan sólo traer al recuerdo lo que ya estaba en él de antemano. Todo consiste en manejar datos conocidos que nos permitan “domesticar la memoria”.
El objetivo de la cristología del recuerdo no consiste en tranquilizar nuestras conciencias narcotizándolas con recetas ya conocidas, sino en convertir el ejercicio de la memoria en un quehacer desafiante, provocativo y peligroso. Porque lo primero que hemos de preguntarnos es: ¿Sobre qué fundamentos hacemos memoria de Jesús? ¿Rememoramos su camino histórico de un modo integral? ¿O más bien silenciamos las líneas más comprometidas de su vida y mensaje reformulando una “memoria menú”? Es importante responder a estas preguntas con precisión, porque el recuerdo implica una apuesta a favor de lo recordado. Por lo tanto, la nuestra ha de ser una memoria convocante y provocante. No se trata de traer el pasado al presente como una realidad muda, sino como un desafío con voz suficiente para cambiar el presente y el futuro. Porque el futuro no se hereda; el futuro se crea y se construye paso a paso. De modo que, conviene formularse estas preguntas en serio:
¿Para qué recordamos a Jesús, para tranquilizar nuestra conciencia o para proseguir su camino? ¿Aceptaría hoy Jesús andar en nuestro camino, ser “uno de los nuestros”? ¿No habremos convertido el compromiso del seguimiento en el hijo no deseado de nuestro cristianismo burgués?
La relación del cristiano con Jesús se expresa mediante el seguimiento. No existe otro modo de acreditar la fe que no sea a través de la obediencia. Es el movimiento, la actitud dinámica, la respuesta a la llamada lo que atestigua la veracidad de la fe. Pero, si el centro del seguimiento no es una idea, sino una persona, eso quiere decir que el seguimiento no consiste, en principio, en un convencimiento doctrinal, ni en un esfuerzo voluntarista por aprender algo, sino que es esencialmente una experiencia concreta de encuentro con Jesús y de respuesta a su llamada.
El cristianismo es evangelio y camino. No es una imposición social, ni un deber familiar, ni un imperativo moralista. Los cristianos no nacen ya formados, ni se forman por contagio del ambiente cultural. Se hacen de manera libre, respondiendo a la llamada de la buena noticia (el evangelio) y maduran a lo largo de una experiencia comprometida de seguimiento de Jesús. Por eso, es fundamental hablar del cristianismo en términos de evangelio y camino.
Pero, es necesario sopesar y comprender que el precio del seguimiento significa asumir el conflicto que se desprende de un destino que lleva derecho a la misma cruz que Jesús padeció. De lo que se trata es de ser como él fue y vivir como él vivió de tal manera, que ni el sufrimiento, ni la vergüenza, ni el escándalo, ni el rechazo, ni el peligro de una muerte violenta desvíen a los discípulos del camino de la obediencia que ya no se acomoda a los esquemas de este mundo. Hay primero cristianismo, es decir, evangelio/camino de Jesús y, desde esa experiencia de seguimiento, se visibiliza y encarna la Iglesia en tanto comunidad.
El evangelio de Marcos no es sólo un libro para leer, sino también y sobre todo, es un libro para vivir, es decir, para ponerse en camino. Quien lo tome en sus manos desde unas ideas instaladas, seguras y prefijadas, no encontrará novedad alguna en su mensaje. En cambio, quien esté dispuesto a escuchar y a dejarse interpretar por la buena noticia de Jesús, encontrará “el camino nuevo y vivo que él nos abrió” (He. 10:20).
Notas
N.d.E. Este es el primer artículo de una serie sobre el Evangelio de Marcos.
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