Acción de gracias en todo tiempo

Hoy solo tengo que agradecer a Dios. Miro hacia lo alto y hacia los lados, en horizontal, y brotan de mis dedos las palabras que hoy tecleo con gran gozo. Todo me ha sido dado cuando nada había en mi alfolí, todo me ha sido dado por pura gracia. ¡Oh hombre, nada tienes que no te haya sido dado!, me dije.

Doy gracias porque un día de Navidad Dios mostró su infinito amor para con la humanidad con un propósito, el de salvar y dar vida imperecedera que sólo vislumbra Esperanza, por eso somos conscientes de que aquí sólo estamos de paso y nada podemos llevarnos; por lo tanto, este paso debe ser pacífico, humilde, sencillo, amante de la concordia, generoso, justo, perdonador, no murmurador, no rencoroso, no individualista/to.

Gracias por la llegada de Dios a este mundo, verbo hecho carne, para traer luz que ilumina nuestra oscuridad. Dios, que es Dios de las oportunidades, no sólo en navidad, sino cada día de nuestra vida, una vez y para siempre.

Y así nos hace ver un resquicio de paz, de descanso, liberados de la ansiedad en estos días en los que nos ha conmocionado tanta vida perdida, tanto dolor de tantos, pues nos conmueve lo que pasa en el mundo, en nuestro país, en nuestra ciudad. En estos días hemos sentido que nos cogías de la mano y nos acompañabas en este proceso, parte de la vida en este mundo, que a medias intentamos entender y a no reprocharte nada. Tranquiliza el oírte decir, contundentemente: ‘Yo estoy al control’. Y esto se hacía suficiente para seguir adelante en medio de días de oscuridad, y no por ser autosuficientes, o aparentar una seguridad irreal, sino que lo hemos experimentado en el día a día, y cada uno lo experimenta a su manera a pesar de la incredulidad de quien se niega a ver que hoy todavía prevalecen los pequeños milagros de ayer, porque tú eres pasado, presente y serás por siempre. Quien tiene más fortaleza ayude a los que les cuesta más, y no lo juzgue. Y si no la tiene, déjese ayudar y no juzgue a quien la tiene. Pues gracias a Dios somos diferentes, no somos copias y cada uno ha recibido lo oportuno.   

Gracias por lanzarme una mirada de amor y misericordia, arrastrándome a tus brazos cuando nadie daba un duro por mí, cuando todos me escarnecían.

Gracias porque me siento privilegiado, pues a pesar de las separaciones de otros seres queridos o incluso de los desconocidos que queremos conocer y saber de ellos porque nos preocupan, tenemos diversos medios para continuar relacionándonos, aunque sea virtualmente. Porque nos das la voluntad de salir de la queja y del aburrimiento de tener a nuestra disposición tantos recursos, que de pronto nos llevas a decir: heme aquí, ¿qué quieres que haga aquí y ahora en medio de estos días convulsos?

Y es entonces que doy gracias porque en estos días del año que pasó y del que está pasando me he encontrado con gente de paz, de los lugares más inesperados, desde todo aquello que parecía imposible. Por poder leer cada día un pasaje de tu palabra con un amigo, con esa sed que quiere ser saciada. Por escuchar sobre las luchas diarias del ser humano. Por recibir cuando pienso que doy. Por cada pequeño detalle de esos ángeles que envías para alegrarnos los días con sencillas cosas, palabras, regalitos que saboreas y ríes.

Doy gracias porque, si ayer escribía que incluso los médicos se estaban deshumanizando, hoy digo que un estallido de ternura y sacrificio ha brotado, y me lo has hecho experimentar y puedo hablar desde la práctica de los momentos vividos. Gracias porque una palabra cálida puede provenir desde la distancia de un ser que ama a su prójimo sin interés alguno, solo movida y enviada por tu destello de luz dejado hace tanto tiempo, ya cuando te paseabas por Galilea, Capernaum, Betania, Nazaret…

Gracias por ser mi refugio, lugar seguro, torre fortificada donde apoyarme cuando me tambaleo por el viento recio que pasa dejando desolación. Por resguardarme bajo tus alas… Porque eres mi Esperanza aquí y más allá, que me da la mejor heredad que me ha tocado, y hace que las cuerdas me caigan en lugares deleitosos. Que cambias mi lamento en baile, aunque sea por momentos que hacen retoñar y salir renuevos al regar el huerto de mis días, que me enseñas a contarlos, a pesar de que me cuesta saber administrarlos para que traigan sabiduría. 

Gracias por tus caminos trazados, que muchas veces no son los nuestros porque son más altos, y tus pensamientos más altos que los nuestros. Y así todo está tan bien planificado que no hay ninguna pieza del puzzle fuera de lugar, todas encajan y son para bien. Todas con un propósito como tu palabra cuando sale de tu boca que no vuelve vacía, y da fruto, pues es palabra viva, fresca, que brota de un manantial no estancado, sino que brota de una fuente viva. Agua que si hoy la encontramos nos traerá descanso, paz, pies de los que traen buenas nuevas. Los espinos se transformarán en rosas… Donde crecen cardos brotarán orquídeas.

Gracias por esta palabra viva y eficaz, que nos persigue y aunque sea un poquito intenta quitarnos la venda de los ojos ante la injusticia y la iniquidad, cuando vemos la opresión de los pobres y menesterosos, la falta de equidad en el mundo que nos rodea. Cuando vemos que todos los bienes del mundo no nos traen la paz ni sacia nuestra hambre. Pues cuando decimos ¡paz, paz!, sale la guerra si intentamos atajarla solos. Y vemos que la mejor espada para esta guerra es la palabra y no la fuerza ni las armas destructoras o las lenguas afiladas. Qué difícil se torna ver tus excelencias, comer de tu mano, entender el principio de la sabiduría, cuando el disfrute te parece merecido; pero he aquí que tu potente voz se deja oír y llamas con ese ‘¡levántate!, no vaciles, siembra, que no repose tu mano, pues siempre habrá oscuridad mientras la luz no regrese en toda su plenitud’. 

Gracias por quitarnos la desesperanza al ver tanta injusticia, incluso la propia. Desmayaríamos si tus misericordias no se renovaran en cada amanecer, oportunidad que nos das de sortear el mal y la impiedad, no caer solo en el disfrute sin importarnos el mañana, solo saciarnos mientras otros miran y se relamen de angustia. Enséñanos a ver cuál es el verdadero ayuno que quieres que te ofrezcamos. El que no repruebes, el que nos haga juzgar conforme a la verdad, que nos haga hacer misericordia y piedad con nuestro hermano. Y no oprimamos al huérfano, a la viuda y al extranjero. El que no nos haga pleitear y dar coces.

Para que haya simiente de paz. Y alumbre la luz de la aurora.  Seamos recibidos con aplausos al volver en medio de tu ciudad fortificada, para ser pueblo tuyo, y seamos bendición para todos. Porque tú eres nuestra esperanza, no nos rechaces, ¡oh Dios!, ¿quién te alabará si acabas con la obra de tus manos; destrozados nada podemos hacer; ceñidos de cilicio no podemos tocar la cítara ni los címbalos, porque así retiñen.

Gracias por dejarnos otra vez, y otra, esa buena noticia llegada de arriba en forma de logos que dice: ‘Venid a mí los que estáis trabajados y cansados y yo os haré descansar. Mi yugo es fácil. Manso soy. Yo soy el pan de vida. Yo soy… Yo soy… Yo soy…  Sígueme y no mires atrás’. Y como un relámpago surge un nuevo amanecer.

Un abrazo fraternal. Paz.