Carta de los magos de oriente

¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido… venimos a adorarle? Mt. 2:1.

Somos los magos de oriente, procedentes de Persia. A diferencia de lo que se ha dicho de nosotros muchas veces, no nos dedicamos como otros a la magia haciendo salir conejos o palomas de la chistera, ni tampoco a las ciencias ocultas y esotéricas. Somos científicos dedicados principalmente al estudio de los astros: Observamos el curso de los cuerpos celestes a través de métodos que nos permiten profundizar en el conocimiento del universo. Por eso nos llamó la atención aquella estrella que una vez vimos en el horizonte. Después de analizarla muy bien llegamos a comprender que hablaba de un mensaje trascendental: Alguien muy importante iba a llegar al mundo: El rey de reyes. Después de viajar siguiendo la señal y preguntar a diferentes personas dimos por hecho que había nacido en Belén de Judea. Nuestro corazón se llenó de alegría cuando la estrella se detuvo cerca de donde estaba Jesús, así que entramos a la casa donde se encontraban sus padres José y María y nos postramos ante él para adorarle.

Desgraciadamente, la historia nos ha ido transformando en embajadores de El Corte Inglés en todas las ciudades del mundo, pero eso no es cierto, porque nuestra preferencia es acercarnos sobre todo a los niños nacidos en pesebres, chabolas o casas sencillas, porque ellos son los que necesitan más ayuda que nadie. Buscamos un juguete apropiado para cada uno de ellos, aunque sea un caballo de cartón, un libro de cuentos, unas pinturas para que puedan aprender a contemplar el mundo con ojos de artista¹, o una de esas cajitas que se recogieron en la “Operación Niño de la Navidad” con sencillos regalos para los niños más necesitados.

Como magos hemos tenido la oportunidad de viajar por todo el mundo oyendo decir a los dirigentes políticos de la Unión Europea que, a pesar de la pandemia, la economía se va recuperando y nuestra prosperidad mejora. Pero la verdad es que, si viviesen en la realidad desde abajo, desde cerca y desde dentro, sabrían que eso no es cierto. Existe una inmensa y creciente cantidad de pobres, personas sin techo, refugiados, adultos y niños que huyen desnudos de guerras canallas y necesitan de todo: justicia, paz, vivienda, educación, sanidad y amor, mucho amor. Conocer y creer al Dios bebé, el Señor de Señores, nos ha enseñado que este mundo sólo cambia cuando se buscan primero los valores del reino de Dios y su justicia. Por eso, concluimos con unas palabras sentidas que dan que pensar.

Son felices en Navidad los que teniendo un corazón sencillo y humilde se entregan a Jesús sabiendo que, para ellos, Dios ha nacido en sus vidas. Son felices en Navidad los que, en medio del bullicio de las fiestas saben acoger con corazón creyente y agradecido el regalo del Dios/bebé. Son felices en Navidad los que, renunciado a los falsos resplandores que ciegan el entendimiento reconocen en Jesús la luz del mundo, porque nunca andarán en tinieblas sino que tendrán la luz de la vida. Son felices en Navidad todos aquellos que, escuchando y obedeciendo las palabras de Jesús, el Rey de reyes, trabajan sin descanso para que se cumplan: Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos; Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados; Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.