Estamos frente a una enseñanza que la Iglesia Católico Romana considera “infalible”, tal vez la única que un papa romano ha promulgado desde el dogma de 1870.
El 70 aniversario del día en que se promulgó el dogma de la asunción corporal de María pasó casi desapercibido. Fue el 1 de noviembre de 1950 que Pío XII, con la constitución apostólica Munificentissum Deus, pronunció solemnemente el último dogma mariano, que es también el último dogma de la Iglesia Católico Romana. En él, el catolicismo romano se comprometió a considerar como doctrina revelada, y por lo tanto como una verdad inmutable que pertenece al corazón de la fe cristiana, que “la Madre Inmaculada de Dios, la siempre Virgen María, habiendo completado el curso de su vida terrenal, fue asumida en cuerpo y alma en la gloria celestial” (n. 44).
En apoyo de este pronunciamiento, Pío XII citó la devoción de los fieles, la creciente expectativa del pueblo católico romano en todo el mundo por tal reconocimiento, las liturgias de las iglesias occidentales y orientales, algunas declaraciones extraídas de Juan de Damasco, algunos escritos de los padres medievales como Antonio de Padua, Alberto el Grande, Tomás de Aquino y Buenaventura, las obras de los escritores católico romanos modernos tales como Robert Bellarmine, Alfonso de' Liguori, Pedro Canisius y Suárez. Acumulativamente, todas estas voces se fueron elaborando a lo largo de la historia, provocando la fermentación del dogma en su definición oficial del siglo XX.
Es interesante notar que el único texto bíblico en el que se apoya este dogma es el Salmo 132:8: “Levántate, oh Señor, a tu lugar de descanso: tú y el arca, que has santificado”, donde el Arca se asocia con María a través de una serie de extravagantes y sorprendentes conexiones que el catolicismo romano ha permitido desarrollar. Sin un marco de referencia bíblico para el perfeccionamiento de la doctrina y la devoción, sin un compromiso con “Sólo la Escritura”, el catolicismo romano permitió que esta creencia injustificada y engañosa alcanzara un pico dogmático. Está claro que el dogma no tiene base bíblica (la muerte de María no está descrita en el Nuevo Testamento, ni tiene un significado teológico particular en la economía de la historia del evangelio) y que las citas bíblicas son absolutamente engañosas. Sin embargo, el catolicismo romano ha elevado la asunción de María, en cuerpo y alma a la gloria celestial, al rango de dogma vinculante e inmutable, comprometiéndose así a una doctrina no bíblica.
Si se piensa que en 1870 el dogma anterior (el de la infalibilidad papal) proclamaba como “infalibles” los pronunciamientos ex cathedra del papa, el de Pío XII sobre María pertenece a esta categoría: estamos por lo tanto frente a una enseñanza que la Iglesia Católico Romana considera “infalible”, tal vez la única que un papa romano ha promulgado desde el dogma de 1870. Cuando una institución religiosa no está anclada sólo en las Escrituras, y por consiguiente sujeta a la autoridad y a las correcciones de la Palabra de Dios, las desviaciones sólo pueden ir de mal en peor.
La asunción corporal de María fue el último dogma no bíblico de la Iglesia Católico Romana en orden cronológico. Algunos sectores dentro del catolicismo romano están presionando para que no sea el último en el sentido definitivo. Durante varias décadas, el dogma de que María es “corredentora” ha estado en el horizonte, un desarrollo posterior del antiguo silogismo mariano según el cual todo lo que se atribuye a Jesucristo debe de alguna manera atribuirse también a María.
Este silogismo dio lugar a dos dogmas marianos:
La “lógica” del silogismo incontrolado haría que, puesto que Jesucristo es el Redentor del mundo, María es “co-redentora”, habiendo compartido y todavía compartiendo su papel en la salvación traída por el Hijo. Sería la apoteosis de un mecanismo teológico “loco” que ya ha producido dos dogmas no bíblicos y desviados. El dogma de la “co-redentora” se viene gestando desde hace algún tiempo; puede que lleve años llegar a la vanguardia, pero definitivamente está en marcha.
¡Cuán distante estaría la María bíblica de estas charlas pomposas sobre ella! Como hizo en su vida, si es que dijo algo: “Haced lo que él (Jesucristo) os diga” (Juan 2:5). Esta es la María “evangélica” cuya fe queremos imitar. El resto es paganismo disfrazado.
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