Las aristas de la cuestión de género son múltiples y tienen muchos análisis.
Glynn Harrison (conferenciante del Forum Apologética 2020 organizado por la AEE, GBU y la Fundación RZ) cree que los cristianos no estamos captando los aspectos positivos de la revolución sexual actual: “Cuando los activistas defienden el objetivo social de la equidad y la libertad civil, parece que a nosotros [los cristianos] solo nos interesa defender nuestras posturas. Hemos fracasado una y otra vez en comprender los argumentos […] Los cristianos esperaban ser capaces de retratar a sus adversarios como anarquistas morales aspirantes a la depravación. Pero lejos de propugnar una pesadilla dantesca de orgías descontroladas, los apologistas de la revolución [sexual] proyectan una visión inspiradora de compasión y de igualdad.1”
La batalla contra la llamada Ideología de género (IdG a partir de aquí) se ha convertido en el objetivo prioritario de muchos cristianos actuales. Sin embargo, se observa cierta confusión que no contribuye a la calidad del debate. Las aristas de la cuestión de género son múltiples y tienen muchos análisis. Pero quisiera alinearme con Harrison y proponer algunas reflexiones para la Iglesia. Comencemos.
¿De qué hablan las Instituciones al referirse a la Ideología de género (IdG)?
En primer lugar, de lo que habitualmente se habla fuera de las iglesias es de igualdad o equidad de género, no tanto de ideología de género (IdG) que es una expresión usada principalmente de forma reactiva.
En este artículo asumiré la diferencia entre género y sexo que establecen instituciones de referencia como la ONU y que explican que el sexo apunta a las características fisiológicas con las que nacen mujeres y hombres. Por otro lado, el género serían las ideas, normas y comportamientos que la sociedad ha establecido para cada sexo así como el valor y significado que se les asigna. De este mismo modo define el género la RAE, como el “punto de vista sociocultural en lugar de exclusivamente biológico”.
Aclarados los términos, vemos que algunas instituciones y medios cristianos se equivocan cuando definen la IdG como “un enfoque que considera el sexo como algo que tiene un origen sociocultural y no natural o biológico. La IdG desprecia la biología". Estas afirmaciones son erróneas porque –tal y como hemos visto- ¡Confunden sexo con género!
Es cierto que la situación actual es tan nueva, variada y confusa que este malentendido que niega las diferencias biológicas de sexo (unas diferencias establecidas por la ciencia en las últimas décadas) también penetra en sectores seculares e incluso en instituciones educativas. Sin embargo, esta confusión entre sexo y género no se corresponde con la línea más establecida de las políticas de género. No las define.
Un problema básico en este debate (y en todos) es hacer de las anécdotas la norma o de los extremismos el todo. Hay de todo en todo lugar. Y esto no es justo igual que no lo es definir al cristianismo por los abusos que instituciones y creyentes cometen. No todas las barbaridades realizadas por personas de colectivos LGTBI o feministas representan ni anulan aquellas reivindicaciones bien ponderadas.
Muchos cristianos mezclan multitud de asuntos en su oposición a la IdG como si ésta fuera un todo homogéneo. Desde la defensa del aborto, el adoctrinamiento institucional, la coacción de otras libertades… pasando incluso por el bestialismo o la pederastia. Todo esto y más -dicen estos creyentes- es “La” IdG.
Pero como la peruana Ana Campoy explica, hablar de la “teoría única de género es una “fantasía” […] Los escritos de los supuestos arquitectos de la IdeG surgieron “de diferentes contextos históricos […] cuando la etiqueta LGBT aún no existía. Las ideas de estos pensadores, lejos de ser uniformes, son a menudo mucho más complejas que las explicaciones simplistas que ofrecen sus opositores […] Los gobiernos y los activistas LGBT a los que se acusa de imponer la “ideología de género” ni siquiera relacionan temas como el matrimonio gay con el aborto o la educación sexual como hacen sus opositores2”.
Un ejemplo de esta vasta pluralidad es la perspectiva queer y su énfasis en el sexo fluido. Esta visión no está de acuerdo con la discriminación positiva hacia las mujeres ni con las clásicas reivindicaciones LGTBI porque las consideran artificiosas y una limitación de la identidad humana. La supuesta imposición social de una sola visión de género se hace complicado tal y como comprobamos en España durante el enfrentamiento entre el PSOE y los colectivos queer3 por estos motivos. Esta pluralidad también se constató durante la tramitación de la Ley de libertad sexual cuando se produjeron discrepancias solamente entre las diversas ramas feministas. Son solo ejemplos que ilustran que no existe una IdG sino muchas.
Las cosmovisiones de género son hoy más diversas también por la visibilización de la que antes carecían algunos colectivos por su estigmatización social. Porque existir, siempre han existido. Lo que ocurría es que antes, los homosexuales o transexuales –por ejemplo- no eran aceptados en los espacios públicos como hoy sí lo son (Aunque en muchos de contextos siguen sin serlo, inclusos con penas de cárcel y muerte). Que ahora sí sean visibles supone un choque psicológico negativo especialmente para personas más mayores o con sensibilidades más tradicionales. Y es que las emociones y el bagaje cultural cuentan mucho en cómo percibimos este asunto. En ocasiones más que los argumentos esgrimidos. Todo esto hay que tenerlo en cuenta.
Real o no, la idea de vivir en medio de una confabulación mundial tipo anticristo ha sido común entre los cristianos de todos los tiempos. El anillo para gobernarlos a todos de J. R. R. Tolkien fue una metáfora socialmente sugerente cuando el escritor cae herido en la 1ª guerra mundial. Luego con los nazis los argumentos escatológicos aumentaban exponencialmente a ojos de muchos cristianos. Un amigo que está concluyendo una tesis doctoral teológica sobre el medievo me comenta que este convencimiento es transversal a todas las generaciones. Incluso los movimientos para la igualdad racial de EE.UU fueron vinculados ¡A un nuevo orden antibíblico de origen marxista! (ver imagen).
[photo_footer]Manifestación en las Cortes contra la legalización del matrimonio entre razas en los EEUU, años 60.[/photo_footer]
Luego en los años 70 y 80 algunas editoriales cristianas apuntaban a los hippies, el comunismo o la Unión Europea de las 10 naciones como los diez dedos de la estatua de Daniel 2. Después el ocultismo o el plan mundial de los jesuitas (¿Quién no evangelizó con los comics Chick?). Después llegó La Nueva Era con los discos de Enya o Vangelis… Luego la postmodernidad, los Illuminati, Sadam Husein… ¡Fueron tantos! Y hoy muchos están convencidos de que es La IdG quien pretende encabezar el nuevo orden totalitario del final de los tiempos ¿Qué será dentro de 10 años? De hecho ya se observa en algunos contextos religiosos cómo la teoría de las vacunas de Bill Gates comienza a desplazar a La IdG como el plan nº1 para ese supuesto orden mundial dictatorial orquestado desde la sombra.
Solo expongo los hechos y, fuera como fuese, los errores del pasado deberían llamarnos a la prudencia. Por respeto a Las Escrituras y a nuestra credibilidad como Iglesia esta necesidad de poseer un enemigo concreto al que apuntar debe someterse al principio de amor a esos supuestos enemigos (Mateo 5, 38-48) que hace del cristianismo un movimiento diferente al resto. Más proactivo para restaurar y menos a la defensiva.
Ciertamente no debemos minusvalorar ninguna amenaza totalitaria. No me refiero a eso. Pero basta con visitar Twitter para comprobar que las opiniones son casi infinitas en cualquier tema. La sociedad de la era Internet es más mosaico que nunca, con acceso a argumentos de diferentes tendencias que hacen que cualquier intento de imposición ideológica sea hoy más complicado que en cualquier siglo pasado.
Es cierto que a los más totalitarios dentro de movimientos LGTBI, feministas u otros colectivos les gustaría imponer su visión al resto de la sociedad. Muchos lo están intentando y debemos luchar contra ello ¡Es algo real! Pero es lo mismo que pretenden cristianos que afirman exactamente lo mismo y sin disimulo. Hoy el mundo observa el auge de creyentes contrarios a la IdG pretendiendo “devolver” La Biblia al congreso en varios países de América Latina ¿Dónde quedó la separación entre Iglesia y estado del protestantismo? Cuando los evangélicos de Latinoamérica eran minoría reclamaban una sociedad laica y plural. Pero ahora que crecen son muchos quienes abogan por imponer La Biblia al resto de la sociedad ¿No están haciendo lo mismo que criticaban? ¿Y qué piensan estos creyentes cuando en países musulmanes quieren llevar El Corán al congreso? ¿No deberíamos aplicar aquí aquello de “Mi Reino no es de este mundo” (Juan 18, 36)? Es la historia que se repite.
Intenciones impositivas siempre las ha habido y las habrá, especialmente cuando se accede a cuotas de poder que nublan aquellos principios que llevábamos hasta entonces. De esto nadie se libra. Tampoco la Iglesia, como todos sabemos. Y es a la Iglesia a quien me dirijo en estos escritos.
Si en la sociedad actual no hay una visión monolítica del género tampoco existe tal cosa entre los cristianos. Y por esto el punto es entender que hay diferentes IdG y que debemos aprender a coexistir. Lo mismo ocurre dentro la Iglesia.
Muchos movimientos pro-familia nos exhortan a combatir La IdG con una vuelta a los “valores bíblicos de género y familia”. Pero ahí entramos en terreno resbaladizo. Me explico:
En primer lugar, muchas perspectivas de género y familia que encontramos en La Biblia no son asumidas por ningún cristiano actual ¡Menos mal! Hoy no practicamos la poligamia (Ex. 21:10). Ni poseemos familias con derecho de compraventa de sus miembros (Ex. 21, 7; leyes del siglo I). Ni estamos obligados a casarnos con nuestras cuñadas viudas (Dt. 25, 5-10). Ni las cristianas desamparadas buscan provocar una relación sexual con hombres para pertenecer a su familia (Ruth 3). Ni escribimos un libro para manifestar nuestro favoritismo hacia la última y exuberante joven que incorporamos a nuestro ya enorme harén (Cant. 6, 8-9). Ni… etc., etc. Todo esto y más son valores de familia y género que aunque están en Las Escrituras descriptivamente no son prescriptivos para nosotros sino superados por los principios de equidad y dignidad de Jesús.
La realidad objetiva es que, a pesar de todo, hoy en occidente el matrimonio es más cristiano que en tiempos bíblicos. Hoy el casamiento es por libre decisión, prohibido a los niños o en igualdad de derechos para ambos cónyuges, por lo que no se trata de volver a modelos menos justos de las sociedades de tiempos bíblicos (nadie lo hace en realidad) sino fundamentalmente de vivir como Dios manda dentro del modelo social de cada momento. De eso trata La Biblia: De actuar en fidelidad y compromiso basado en el amor a Dios y al otro. Estos son los valores bíblicos de familia para hoy y siempre, no los cambiantes modelos sociales caídos de cada era.
Algunos defensores de la “vuelta a la familia bíblica” no son conscientes de que sus valores no siempre vienen de La Biblia sino que se entremezclan con legados que han ido moldeando nuestra cultura como la revolución industrial, las determinantes perspectivas del sexo de San Agustín o el American Way of Life. Ciertamente, algunos de estos valores son buenos, pero proceden de derivas de índole económica, social y política. No solo vienen de La Biblia a la que en ocasiones se fuerza para encajarlos. Pero esto ya es tema para otro artículo.
Digo todo esto porque no distinguir que algunos mandamientos bíblicos están sujetos a su contexto cultural ha machacando a millones de personas. Durante siglos una mayoría cristiana consideró la propiedad de personas como el orden bíblico (basándose en un literalismo errático de Éxodo 21, Colosenses 3, 22; Efesios 6, 5-9 ó 1ª Pedro 2, 18). Richard Furman, presidente bautista en los EE.UU., fue ampliamente aplaudido cuando dijo que “El derecho de tener esclavos está claramente establecido por las Sagradas Escrituras, tanto por precepto como por ejemplo4”. Sin embargo, hoy nadie interpreta así estos textos ¿Qué ha cambiado? Sí, la acción del Espíritu Santo en la historia ha contribuido a colocarnos unas gafas muy diferentes con las que leer hoy estos versículos. Ninguna generación escapa de vivir condicionada por lo bueno y malo de su tiempo, y es aquí donde surge la pregunta: ¿Y si hoy estuviésemos cometiendo errores similares en cuestiones de género?
Fuese como fuese, la realidad objetiva es que dentro de la Iglesia hoy existen diferentes perspectivas de género. Un ejemplo:
Jair Bolsonaro abanderó la lucha contra la IdG nombrando Ministra de Familia a la pastora Damares Alves, quien nada más ser nombrada dijo: “Atención, atención. Comienza una nueva era. Los niños visten de azul, las niñas de rosa5”… Pero ¿Es esta “La respuesta” cristiana a la IdG? Para algunos creyentes sí y para otros no, entre otras cosas porque La Biblia no dice rosa para niñas y azul para niños. También son construcciones de género, ideología. Pero ahí no acaba la pluralidad evangélica. Luego están quienes consideran a Alves una víctima de esa IdG que dice combatir porque -según ellos- contraviene la enseñanza bíblica respecto a los roles de la mujer por hacerse pastora y ministra sobre varones.
Dentro de esta variedad cristiana también nos encontramos quienes estamos a favor de propuestas de equidad de género promovida por la ONU que -al igual que los Derechos Humanos- consideramos en gran parte inspiradas por el evangelio. Como el abogado peruano Alejandro Rivas afirma: “En el contexto patriarcal, propio de los tiempos bíblicos, la cultura definía restrictivamente la identidad de las mujeres. No obstante, Jesús rompe con los estereotipos femeninos de su tiempo tratando a las mujeres como a iguales. Jesús habla con una mujer samaritana (Jn 4), pese a que era indecente que una mujer hablase públicamente con un hombre; él era acompañado por mujeres durante su ministerio público (Lc 8:1), cuando ellas, culturalmente, estaban relegadas al ámbito privado; se dejó tocar por una prostituta (Lc 7,36-50), lo que para su contexto era sinónimo de impureza; escogió como primeros testigos de su resurrección a las mujeres (Lc 24:1–12), hecho culturalmente desafiante, pues la mujer no era considerada un testigo veraz, etc.6”.
Puesto que la respuesta cristiana no es uniforme, el reto es aprender a convivir en esta diversidad de un modo sabio, apacible y de buen testimonio. Entendamos que esta pluralidad es un tipo de riqueza que dignifica, pues la unidad no es siempre uniformidad y la libertad de conciencia en determinados asuntos es parte de nuestra fe.
Todos somos meros intérpretes falibles de Las Escrituras. Pero lo que sí es seguro es que Jesús dijo que “en esto sabrán que son mis discípulos, en que tuviereis amor los unos con los otros”. (Juan 15, 25). Y esto no es un eslogan hipee sino las palabras del Maestro. Así que más que tener razón en cada punto del debate de género, el amor entre nosotros será el mensaje identitario más potente que el mundo recibirá. Esa es la respuesta cristiana.
En un nivel más concreto nos encontramos con el derecho de los padres a elegir la educación moral y religiosa de sus hijos tal y como establecen la Constitución española (art. 27) y la Declaración Universal de Derechos Humanos (art. 26.3).
Evidentemente, en los colegios no debería haber ningún adoctrinamiento ideológico, y esto es algo de lo que se habla muchísimo en los medios cristianos. No obstante, es necesario matizar que este derecho de los padres no es siempre absoluto como algunos opositores de la IdG manifiestan. Los hijos no son propiedad de los padres ni del estado, aunque ambos estamentos tienen una responsabilidad de diferente nivel. A los cristianos que atribuyen este “derecho” de forma absoluta a los padres les pregunto: ¿Tienen los padres el derecho de forzar la mutilación genital o la prostitución de sus hijas como ocurre en otros países? ¿Qué respuesta cristiana ofrecemos para contextos en los que la desescolarización o la explotación infantil son aceptados por la familia? Estas situaciones reales (y otras) son las que llevan a la ONU y las instituciones a impulsar diferentes iniciativas para los derechos, el respeto y la equidad de género de los niños. Esta sería una educación en IdG bien entendida, en línea con la que proponen los cristianos peruanos del video:
Algunos creyentes claman ante llamativos casos en los que algún cristiano ha sido expulsado de su centro de estudios o trabajo “por dar su opinión bíblica acerca de la homosexualidad”. Pero lo que a veces se desconoce es que en algunos de estos casos dicha “opinión” ha consistido en exigir la muerte del homosexual publicando versículos como Levítico 22,13: “Varón con varón es abominación, ambos deben ser matados”. Ahora imaginemos que es nuestro hijo cristiano de 12 años quien camina por el instituto bajo un letrero que dice: “Ser cristiano es un mal social, deben ser matados” ¿Qué nos parecería?
Lo paradójico es que los creyentes más agresivos contra la IdG practican una actitud que se vuelve contra ellos. Olvidan que el énfasis en el respeto a la pluralidad protege primeramente a los cristianos.
Un ejemplo de que todo rechazo hacia “el otro” es siempre una práctica anti-Reino es el sorprendente hecho de los cristianos que ponen a Rusia y China como ejemplos de lucha contra la IdG. ¿Referentes de derechos y libertades a seguir? Pongan “Rusia” o “China” en el buscador de ProtestanteDigital.com y vean el listado de persecuciones y abusos contra nuestros hermanos de allí.
Y sí, son días complicados para la libertad de expresión cristiana. Pero la respuesta no es un “quítate tú para ponerme yo”. Como tampoco manifestarnos únicamente para defender “nuestras ideas” como comentaba Harrison al principio. La cuestión de género no es un asunto en blanco y negro sino algo que necesita de mayor discernimiento e información, viendo cada caso en particular. Lo que es seguro es que el Reino avanza con poder cuando también nos movemos para la libertad y la dignidad del otro, aunque no piensen como nosotros. Es lo que hizo Jesús y lo que nos enseñó en varias de sus parábolas. Y de paso, cuando así actuamos, mostramos al mundo cómo queremos que nos traten a nosotros. “Haz con los otros como tú quieres que hagan contigo” (Lucas 7, 12) fue lo que se nos dijo. Y si de leyes se trata, tampoco olvidemos: “Amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, lealtad, humildad y dominio propio. Contra tales cosas no hay Ley”. (Ga. 5, 22-23).
En el siguiente artículo meditaremos en aspectos más concretos de género comparando datos e iniciativas de Latinoamérica e Islandia para terminar con algunas propuestas finales para la Iglesia.
Notas:
N.d.E . La segunda parte se puede leer aquí.
N.d.E. Los artículos de esta serie tienen una respuesta en Protestante Digital, escrita por Joel Forster, aquí.
1 Glynn Harrison, Una historia mejor: Dios, el sexo y el florecer humano, con prólogo de Pablo Martínez Vila, Andamio, 2018, p. 36 y 37.
4 Rev. Dr. Richard Furman's Exposition of The Views of the Baptists, Relative to the Coloured Population in theUnited States in a Communication to the Governor of South-Carolina. Charleston: Printed by A.E. Miller, Nº 4 Broad-st., 1838.
6 Alejandro Rivas Alva, Diez razones por las que los evangélicos deberíamos dejar de hablar de "ideología de género”, revista renovación, 6-11-2018
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