Meditación a la luz de la luna

“La revelación de Dios lleva a la adoración, las amonestaciones de Dios al arrepentimiento, las promesas de Dios a la fe, los mandamientos de Dios a la obediencia y la verdad de Dios al testimonio”.

John Stott

Era la mañana de un día en el que mi noche había durado pocas horas, y lo primero que hice aquella mañana fue tener mi tiempo con el Señor. La noche anterior había estado preparando una predicación sobre el precioso Salmo 8 y le había puesto el mismo título que lleva este artículo. Cuando abrí mi libro devocional para leer, por alguna razón que conozco demasiado bien...¡me ha ocurrido tantas veces! El libro se abrió en unos días más tarde que el día que correspondía, pero enseguida comprendí la razón, el Señor me quería hablar.

Estaba todavía medio dormida cuando leí el título… “Escuchar más allá de las estrellas” sabía que aquello había sido obra de mi Señor, así que continué leyendo. Aquel escrito hablaba de un pueblo de Estados Unidos en el que no había ni wifi, ni GPS, ni microondas…. Es conocido como el pueblo más silencioso de esa nación; pero sucede algo, allí se encuentra un observatorio con el radio telescopio dirigible más grande del mundo, este extremadamente sensible telescopio, necesita silencio para escuchar las ondas radiales que emiten naturalmente el movimiento de púlsares y galaxias en el espacio profundo... hablaba de algo tan bonito como “la música de las esferas”, algo para lo cual era imprescindible aquel silencio;  evidentemente, la aplicación iba al silencio que necesitamos para escuchar la voz de nuestro Dios. Yo sabía bien de qué modo el Señor me estaba hablando, no sólo había estado preparando la noche anterior algo sobre el tema, sino que me vino al pensamiento la predicación que había escuchado el domingo en nuestra iglesia, una preciosa predicación que tocó de modo muy especial mi corazón acerca de la inmutabilidad de Dios. En un momento, el predicador citó unas palabras de la Escritura que son muy especiales para mí…

“Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación”. Santiago 1:17 

Entonces guardé silencio hasta en mis pensamientos, y decidí escuchar la voz de Dios.

Permitid que traiga para vosotros el maravilloso Salmo 8:

“¡Oh Jehová, Señor nuestro,

Cuán glorioso es tu nombre en toda la tierra

Has puesto tu gloria sobre los cielos;

De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza,

A causa de tus enemigos,

Para hacer callar al enemigo y al vengativo.

Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos,

La luna y las estrellas que tú formaste,

Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria,

Y el hijo del hombre, para que lo visites?

Le has hecho poco menor que los ángeles,

Y lo coronaste de gloria y de honra.

Le hiciste señorear sobre las obras de tus manos;

Todo lo pusiste debajo de sus pies:

Ovejas y bueyes, todo ello,

Y asimismo las bestias del campo,

Las aves de los cielos y los peces del mar;

Todo cuanto pasa por los senderos del mar.

¡Oh Jehová, Señor nuestro,

Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!”

Lleva días resonando en mi cabeza el estribillo inicial y el final….“¡Oh Jehová, Señor nuestro, Cuán grande es tu nombre en toda la tierra!”

Me parece increíblemente bello el detenernos por un tiempo corto ante la belleza de este precioso salmo, por eso le he puesto este título. Sabéis que cuando el 20 de julio de 1969 Neil Armstrong se convirtió en el primer hombre que pisó la superficie lunar, tras viajar a nuestro satélite a bordo del Apolo XI junto con los astronautas Edwin Aldrin y Michael Collins…. Neil era creyente y dijo desde lo más profundo de su corazón mientras regresaba a la tierra algunas de las preciosas palabras de este salmo…  “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos. La luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?”…

Nunca sabemos por dónde puede llevarnos Dios cuando nos da la gracia de la contemplación a partir de su Palabra. Pero no sería extraño que después de escuchar y responder a la meditación con este Salmo, nos lleve a una profunda admiración silenciosa de la creación, y especialmente de nosotros mismos; a recibir en silencio todo lo que el Salmo nos ayuda a entender que Dios quiere darnos; a agradecer llenos del gozo más profundo, lo que sin haberlo merecido hemos recibido; a abrazar en silencio nuestra pequeñez y debilidad que trae a nosotros la misericordia de Dios y que nos eleva hasta Él; a mirar a Cristo, que de forma completamente nueva hace de la humillación de la Cruz fundamento de gloria y dignidad; o simplemente dejar confiadamente que Dios nos haga niños y pueda servirse de nuestra alabanza.

Imaginaos la escena. Aquí tenemos a un joven David bajo las estrellas de noche cuidando sus ovejas. En aquel tiempo y lugar el aire no estaba oscurecido por la niebla, ni polución, las  estrellas eran brillantes y la luna llena cruzaba los cielos. David sintió, como lo hemos sentido todos al estar bajo las estrellas de noche, una mezcla de misterio y de reverencia al ver los cielos cubiertos de estrellas. Se detuvo calmadamente a contemplar la belleza de la naturaleza, como un testigo silencioso de la sabiduría de Dios. Toda la impresionante belleza de esta escena, pasó ante sus ojos al ponerse el sol. David se sintió asombrado por la grandeza de Dios, que pudo crear semejantes cosas.

Treinta siglos después de que David escribiese estas palabras, nosotros sentimos el mismo asombro cuando consideramos el cielo cuajado de estrellas, que en nuestra Galicia es pocas veces; el lugar donde más manifiesta fue para mí esta realidad fue en la incomparable sierra de Cazorla, en Jaén, en las noches de verano. Los astronautas han podido caminar físicamente sobre la misma luna que David pudo observar, como hemos dicho antes... Sólo a distancia, pero todo el conocimiento que hemos obtenido acerca del universo en el que vivimos solamente sirve para profundizar nuestra impresión de la tremenda sabiduría y poder de Dios. ¡Qué inmenso es el universo en el que vivimos! Estos billones de galaxias en rotación siguen su curso silencioso en las profundidades del espacio. ¡Qué inmenso e inmutable es el poder que sostiene todo y hace que siga funcionando como una unidad armoniosa! Eso fue lo que impresionó a este salmista.

Tras esta breve meditación, sólo puedo decir en oración...

Padre, te damos gracias por habernos creado, por habernos amado antes de la fundación del mundo, por proveer un plan de Redención cuando la raza humana pecó contra ti y porque en ti hallamos nuestro verdadero valor e identidad. Y postrarme en adoración…